La escuela de chauffeurs de la “La Unión de Cocheros"
En la primera década del siglo
XX, en la mayoría de las organizaciones patronales y en algunas sociedades obreras, existía poco
interés, por no decir ninguno, por la formación profesional de los obreros.
Debido a ello, algunos sindicatos y asociaciones de trabajadores de signo
socialista empiezan a preocuparse y solicitan del Estado una mayor atención a
la formación profesional. Creyendo que esto no es suficiente toman la
iniciativa y empiezan a organizar pequeñas escuelas para la formación
profesional de sus propios militantes. Se instalan, generalmente, en las
populares casas del pueblo.
Se dice que la “joya de la
corona” de estos centros obreros fue, sin lugar a dudas, la Casa del Pueblo de
Madrid, que estuvo situada en el numero 2 de la madrileña calle Piamonte, dando
sus fachadas a las calles de Góngora y Gravina. Se la conocía como “El Palacio
del Pueblo” o “Palacio de los Obreros”. Antes de convertirse en la Casa del Pueblo de Madrid
había sido un suntuoso e histórico palacio, con su huerta y su jardín. El
día 2 de julio de 1907, se firma, ante el notario la escritura de compra-venta;
en esta fecha era propietario del palacio don Jaime Roca de Togores, decimoséptimo
Duque de Béjar. Cuando los obreros madrileños inauguraron la Casa del
Pueblo se dijo de ellos que se estaban aburguesando al procurarse una
propiedad. Vaya sorpresa que se iban a llevar estos críticos cuando llegaran a
enterarse que también se compraría un automóvil.
Después de un año
de reformas, en las que se llegan a invertir casi tanto dinero como en la
compra (300.000 pesetas), se inaugura el Centro, el sábado 28 de septiembre de
1908. Sería en este Centro Obrero donde, dos años más tarde, empieza a
funcionar una Escuela de Chóferes. ¿Fue
esta la primera autoescuela de Madrid?
Los cocheros madrileños, en la
primera década del siglo XX, ya están convencidos del auge que, en Madrid, va
teniendo el uso de los automóviles. Son conscientes de que estos artefactos van a herir de muerte a su
oficio. Sus dirigentes tienen visión de futuro e intuyen que la solución está
en adelantarse y evolucionar a la par del progreso; por este motivo, se ponen a
trabajar para fundar una Escuela Práctica de Conductores de Automóviles. ¡Había
llegado la hora de la reconversión de los cocheros de Madrid!
Para llevar a buen fin la
iniciativa, “La Sociedad La Unión de Cocheros” nombra una comisión organizadora
para la nueva Escuela. Ésta la componen: D. Eduardo Álvarez, D.
Joaquín Villar, D. Baltasar de Sanrigoberto y D. Miguel González. Tienen la misión, en plazo relativamente breve, de
poner a todos los cocheros socios de la Unión en condiciones de manejar un
automóvil con la misma pericia que hasta el momento vienen guiando un tronco de
briosos caballos por las intrincadas calles de la Villa.
La idea no surge de un día para
otro, sino que se viene gestando de
tiempo atrás, casi desde 1906, pero como la sociedad no recibe ningún tipo de
ayuda oficial para tal menester se ha venido retrasando hasta que se ha podido
comprar un primer automóvil de 24
caballos poco menos que inservible y que les ha costado 500 pesetas más 1.750 que
se han gastado en arreglarlo hasta poder dejarlo
en condiciones de servir para la enseñanza. Los comisionados confían en que sus
consocios sabrán sacar partido del esfuerzo de la sociedad.
La Escuela se pone en marcha en
los primeros días del mes de marzo de 1910 y perdura hasta 1913. La prensa del
momento se hizo eco de la inauguración de esta primera Escuela práctica para futuros
conductores de automóviles. Era una noticia digna de ser aireada y, en el acto
de inauguración, se puso de relieve la
trascendencia que para los cocheros significaba la creación de esta Escuela. Todos los asistentes
hicieron votos para que en corto espacio de tiempo hubiera un buen plantel de
cocheros-chauffeurs en Madrid.
La Unión de Cocheros, de la que dependía esta Escuela, era una Sociedad de Obreros con empuje, imaginación e iniciativa. Tiempo mas tarde de la puesta en marcha de la Escuela se embarca en otra empresa que, en definitiva, también redundaría en beneficio para sus asociados. Fue la compra de la sociedad González Gómez y Compañía, que, en el ramo de coches y automóviles, era, en esa época, la primera empresa de Madrid y quizás la primera de España..
Esta Sociedad era dueña de
carruajes, caballos, guarniciones, libreas y demás útiles y efectos, así como
de lo coches y accesorios dedicados a la industria de alquiladores de carruajes
de lujo. También lo era de la maquinaria, herramientas, útiles, material de
taller para reparación y de la concesión de la casa de automóviles.
La Sociedad de Obreros La Unión
de Cocheros de Madrid, después de largas negociaciones, entró a formar parte de
la titularidad, dirección y gestión de la citada empresa. El capital que los
obreros debían de amortizar y que saldría del esfuerzo de su trabajo se tasó en
dos millones y medio de pesetas. Dos años después algunos asociados
pretendieron dirimir en un Juzgado de Madrid algunas cuestiones contra su Junta
directiva. Los desacuerdos entre asociados y dirigentes suelen dirimirse con frecuencia en los juzgados; siempre han pasado y seguirán pasando.
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