De 1960 a 1969
(5ª parte)
El 4
de febrero de 1969, justo transcurrido un año y tres días desde que los
funcionarios de las distintas Jefaturas Provinciales de Tráfico asumieran los
exámenes para el permiso de conducir, se aprueba una Orden, que se publica en
el BOE del día 7 del mismo mes,
regulando las pruebas que habrían de realizar en los sucesivo los solicitantes
de permisos de conducir de vehículos a motor.
En la
exposición de motivos se justificaba la referida Orden con la siguiente
argumentación:
“El constante aumento del número de vehículos
de motor, con la obligada secuela de accidentes que producen, aconseja una
revisión del sistema seguido para la expedición de los permisos de conducción,
por cuento la exigencia de estos a los conductores de automóviles es una de las
medidas tomadas por la Administración para elevar el nivel de seguridad en la
circulación y en lo posible evitar aquellos”.
Y
seguía la argumentación:
“Por
ello, siguiendo las tendencias más generalizadas en los distintos países, se
considera oportuno, a la vez que perfeccionar las pruebas que vienen realizando
los solicitantes de permisos de conducción, introducir con carácter general otra, la de circulación en circuito
abierto al tráfico ordinario (…).
Una
disposición transitoria disponía que:
La prueba de circulación en circuito abierto será exigida a
todos los solicitantes de permisos de
las clases C y D. En cuanto a los aspirantes al permiso de la clase B y hasta
tanto las Jefaturas Provinciales de Tráfico dispongan de los medios necesarios para ello (desde siempre ha habido déficit de examinadores en las
Jefaturas), esta prueba solo la realizarán
en cada provincia los aspirantes que se seleccionen, en razón del número de los
presentados a la ejecución de la prueba práctica.
Titulares como el siguiente fueron frecuentes en la
prensa de aquellos días.
Efectivamente,
a partir del lunes, día 10 de Febrero de 1969, los aspirantes al permiso de
conducir venían obligados a contestar quince preguntas sobre normas de circulación,
en vez de de las veinte que hasta entonces eran obligatorias. En cuanto a las
preguntas de señales, en lo sucesivo serían diez en lugar de quince. El máximo
de errores admitidos serian de dos en normas y uno en señales. En el examen de
mecánica para los aspirantes al permiso de la clase C, las preguntas se
rebajaron de veinte a quince y se permitían para aprobar dos fallos como máximo.
Para pasar al examen de prácticas sería necesario haber superado las pruebas
teóricas, en la etapa de Industria no fue así, el aspirante se podía examinar
de prácticas sin tener aprobada la teórica.
En la
prueba práctica en circuito cerrado se añadía
una maniobra más:”marcha atrás en recta y curva”, más conocida como la “L”.
La gran innovación que
introdujo la susodicha Orden de exámenes fue la prueba de circulación en vías abiertas al tráfico ordinario. Aquella innovadora prueba consistiría en un recorrido de unos tres
kilómetros en un trayecto de una
intensidad media de tráfico.
Junto al alumno iría el profesor de la respectiva autoescuela para que,
en caso de grave peligro a causa de alguna maniobra debida a la inexperiencia
del examinando, se hiciera con los mandos del coche. En el asiento posterior iba
el examinador y este último, durante el recorrido, no formularía advertencia
alguna, limitándose a anotar las posibles deficiencias y, naturalmente, la
actitud del profesor debería ser totalmente pasiva, salvo en el caso, ya
apuntado, de manifiesto peligro.
En líneas generales, el examen para la consecución la consecución del “preciado
documento” se ha hecho más difícil, pero las pruebas a las que se han de
someter los aspirantes son también más lógicas y racionales.
A partir de entonces se empezaron a prodigar los sustos de profesores y
examinadores que habían de acompañar durante el examen a los examinandos en su
azaroso y arriesgado discurrir por medio del tráfico rodado de cualquier ciudad.
Aquel alumno que un día lluvioso tomó un
curva a velocidad inadecuada, frenó y bloqueó las ruedas directrices; aquella
alumna que no domina el coche cuando pretende girar la derecha; aquel otro que
parece tener una cuestión personal con el parachoques del vehículo que le
precede y que cuando frena ante un semáforo en rojo solo logra quedar detenido
a pocos centímetros de la catástrofe, por supuesto, con la intervención del
profesor; y qué decir de aquel que confunde —sólo al conducir, claro— la izquierda con la derecha.
Aquel cambio, no fue una innovación, fue un “tsunami”, aunque el tiempo y la
práctica hacen que todo se convierta en normal.
El año 1968 y este de 1969, el último de la década de los años sesenta, y
que curiosamente es coincidente con la vida del Organismo que más habría de
incidir, para bien o para mal, en la
vida de las autoescuelas (cada uno que piense lo que quiera, seguro que
acierta), fueron testigos de acontecimientos importantes en las relaciones la Dirección
General de Tráfico con las autoescuelas.
El parque automovilístico estaba creciendo en España a un ritmo de vértigo, y al mismo
tiempo y en mayor cantidad aumentaban los permisos de conducir expedidos. Desde
un punto de vista económico eran buenos momentos para las pocas escuelas que
existían.
(El siguiente
cartograma recoge los últimos números de matriculas concedidos hasta el 31 de
diciembre de 1969 en las diferentes provincias)
En 1969 se otorgaron 451.683 permisos de conducir a nuevos conductores.
Solo el 16 por ciento correspondía a mujeres; en 1975 se otorgaron 473.718 permisos
y el 25,82 fue para mujeres; en el 2015, han sido 432.120 los permisos que se
han expedido a nuevos conductores y el 47.6 por ciento han sido a mujeres.
En el periodo que va de 1961 a 1969 se expidieron 4.337.663 permisos; de
ellos sólo un 9.17 por ciento correspondían a mujeres. Sin embargo hay un hecho
a tener en cuenta en los dos últimos años de la década; en estos años hay un retroceso bastante acusado en los
permiso expedidos, posiblemente por los cambios que se llegaron a introducir
tanto en los permisos como en las pruebas, y mientras que la caída para los varones en
1968 fue de un 34 por ciento, para las
mujeres fue de un 26.5 por ciento y en 1969 un 21 por ciento para los varones, frente a un 1.76 por ciento
para las mujeres.
Fue a partir de los años sesenta cuando la mujer empezó a hacer acto de
presencia de manera notable en las aulas de las autoescuelas.
Cada vez que a lo largo de los años se ha
producido la más ligera variación en los exámenes, el
número de suspensos aumenta de forma alarmante, a la vez que preocupante.
A partir del día 10 de febrero de 1969, y durante unas cuantas semanas, las
modificaciones introducidas en los exámenes hizo que los aprobados llegasen
sólo a un 15 por ciento, que aumentó luego al 20. La situación después de
semanas y meses se fue lentamente normalizando.
En este renombrado año 1969 se
presentaron a examen 745.519 aspirantes, aprobando un 79.90 por ciento, porcentaje
algo superior al del año anterior.
En la tabla siguiente se expresan las cifras de aptos y no aptos en las
pruebas sobre normas y señales de circulación, en las pruebas prácticas y en la
prueba de mecánica correspondientes a 1969, con distinción por sexo así como
los porcentajes sobre el total de presentados en cada prueba.
En una entrevista al que fue primer director de Tráfico Don José L.
Torralba Llorente le hacen la siguiente pregunta con motivo de los nuevos exámenes:
¿Suele ser suficiente la preparación que
dan las Escuelas de conductores a los aspirantes a conductores?
Y esto es lo que respondió:
—La circulación por
Las vías públicas en las condiciones actuales
exige cada vez más que los espirantes a conductores sean parte de lo que
podemos denominar población motorizada, con una mayor formación. Además del
conocimiento y aplicación práctica de
las normas de circulación y señalización deben aprender al manejo del automóvil
en forma correcta, en circulación abierta al tráfico, no quedando reducidos sus
conocimientos en esta materia a saber realizar el grupo de maniobras que se
exigen en la primera parte de la prueba práctica, en circuito cerrado. Como ya
he dicho alguna otra vez, al aspirante no sólo se le debe instruir, sino
educar, debiendo ser la enseñanza en las Escuelas de conductores práctica y
atractiva para que sea eficaz y facilitarse considerablemente mediante métodos
modernos. A estas Escuelas les queda aún camino por recorrer. Esperamos que con
su colaboración abierta y sin reserva formemos buenos conductores.
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