viernes, 25 de noviembre de 2016

AQUELLAS AUTOESCUELAS DEL SIGLO PASADO (IX)

De 1960 a 1969


(5ª parte)


El 4 de febrero de 1969, justo transcurrido un año y tres días desde que los funcionarios de las distintas Jefaturas Provinciales de Tráfico asumieran los exámenes para el permiso de conducir, se aprueba una Orden, que se publica en el  BOE del día 7 del mismo mes, regulando las pruebas que habrían de realizar en los sucesivo los solicitantes de permisos de conducir de vehículos a motor.

En la exposición de motivos se justificaba la referida Orden con la siguiente argumentación:

El constante aumento del número de vehículos de motor, con la obligada secuela de accidentes que producen, aconseja una revisión del sistema seguido para la expedición de los permisos de conducción, por cuento la exigencia de estos a los conductores de automóviles es una de las medidas tomadas por la Administración para elevar el nivel de seguridad en la circulación y en lo posible evitar aquellos”.

Y seguía la argumentación:

 “Por ello, siguiendo las tendencias más generalizadas en los distintos países, se considera oportuno, a la vez que perfeccionar las pruebas que vienen realizando los solicitantes de permisos de conducción, introducir con carácter general otra, la de circulación en circuito abierto al tráfico ordinario (…).

Una disposición transitoria disponía que:

La prueba de circulación en circuito abierto será exigida a todos los solicitantes de  permisos de las clases C y D. En cuanto a los aspirantes al permiso de la clase B y  hasta  tanto las Jefaturas Provinciales de Tráfico dispongan de los medios  necesarios para ello (desde siempre ha habido déficit de examinadores en las Jefaturas), esta prueba solo la realizarán en cada provincia los aspirantes que se seleccionen, en razón del número de los presentados a la ejecución de la prueba práctica.  

Titulares como el siguiente fueron frecuentes en la prensa de aquellos días.



Efectivamente, a partir del lunes, día 10 de Febrero de 1969, los aspirantes al permiso de conducir venían obligados a contestar quince preguntas sobre normas de circulación, en vez de de las veinte que hasta entonces eran obligatorias. En cuanto a las preguntas de señales, en lo sucesivo serían diez en lugar de quince. El máximo de errores admitidos serian de dos en normas y uno en señales. En el examen de mecánica para los aspirantes al permiso de la clase C, las preguntas se rebajaron de veinte a quince y se permitían para aprobar dos fallos como máximo. Para pasar al examen de prácticas sería necesario haber superado las pruebas teóricas, en la etapa de Industria no fue así, el aspirante se podía examinar de prácticas sin tener aprobada la teórica.

En la prueba práctica en circuito  cerrado se añadía una maniobra más:”marcha atrás en recta y curva”, más conocida como la  “L”.

La gran innovación que  introdujo la susodicha Orden de exámenes fue la prueba de circulación  en vías abiertas al tráfico ordinario. Aquella innovadora prueba consistiría en un recorrido de unos tres kilómetros en un trayecto de una
intensidad media de tráfico.

Junto al alumno iría el profesor de la respectiva autoescuela para que, en caso de grave peligro a causa de alguna maniobra debida a la inexperiencia del examinando, se hiciera con los mandos del coche. En el asiento posterior iba el examinador y este último, durante el recorrido, no formularía advertencia alguna, limitándose a anotar las posibles deficiencias y, naturalmente, la actitud del profesor debería ser totalmente pasiva, salvo en el caso, ya apuntado, de manifiesto peligro.

En líneas generales, el examen para la consecución la consecución del “preciado documento” se ha hecho más difícil, pero las pruebas a las que se han de someter los aspirantes son también más lógicas y racionales.

A partir de entonces se empezaron a prodigar los sustos de profesores y examinadores que habían de acompañar durante el examen a los examinandos en su azaroso y arriesgado discurrir por medio del tráfico rodado de cualquier ciudad.  Aquel alumno que un día lluvioso tomó un curva a velocidad inadecuada, frenó y bloqueó las ruedas directrices; aquella alumna que no domina el coche cuando pretende girar la derecha; aquel otro que parece tener una cuestión personal con el parachoques del vehículo que le precede y que cuando frena ante un semáforo en rojo solo logra quedar detenido a pocos centímetros de la catástrofe, por supuesto, con la intervención del profesor; y qué decir  de aquel que confunde —sólo al conducir, claro— la izquierda con la derecha. Aquel cambio, no fue una innovación, fue un “tsunami”, aunque el tiempo y la práctica hacen que todo se convierta en normal.

El año 1968 y este de 1969, el último de la década de los años sesenta, y que curiosamente es coincidente con la vida del Organismo que más habría de incidir, para bien o para mal,  en la vida de las autoescuelas (cada uno que piense lo que quiera, seguro que acierta), fueron testigos de acontecimientos importantes en las relaciones la Dirección General de Tráfico con las autoescuelas.

El parque automovilístico estaba creciendo  en España a un ritmo de vértigo, y al mismo tiempo y en mayor cantidad aumentaban los permisos de conducir expedidos. Desde un punto de vista económico eran buenos momentos para las pocas escuelas que existían.

(El siguiente cartograma recoge los últimos números de matriculas concedidos hasta el 31 de diciembre de 1969 en las diferentes provincias)


En 1969 se otorgaron 451.683 permisos de conducir a nuevos conductores. Solo el 16 por ciento correspondía a mujeres; en 1975 se otorgaron 473.718 permisos y el 25,82 fue para mujeres; en el 2015, han sido 432.120 los permisos que se han expedido a nuevos conductores y el 47.6 por ciento han sido a mujeres.

En el periodo que va de 1961 a 1969 se expidieron 4.337.663 permisos; de ellos sólo un 9.17 por ciento correspondían a mujeres. Sin embargo hay un hecho a tener en cuenta en los dos últimos años de la década; en estos  años hay un retroceso bastante acusado en los permiso expedidos, posiblemente por los cambios que se llegaron a introducir tanto en los permisos como en las pruebas,  y mientras que la caída para los varones en 1968 fue de un 34 por ciento,  para las mujeres fue de un 26.5 por ciento y en 1969 un 21 por ciento  para los varones, frente a un 1.76 por ciento para las mujeres.



Fue a partir de los años sesenta cuando la mujer empezó a hacer acto de presencia de manera notable en las aulas de las autoescuelas.

Cada vez que a lo largo de los años se ha producido la más ligera variación en los exámenes, el número de suspensos aumenta de forma alarmante, a la vez que preocupante.

A partir del día 10 de febrero de 1969, y durante unas cuantas semanas, las modificaciones introducidas en los exámenes hizo que los aprobados llegasen sólo a un 15 por ciento, que aumentó luego al 20. La situación después de semanas y meses se fue lentamente normalizando.

En este  renombrado año 1969 se presentaron a examen 745.519 aspirantes, aprobando un 79.90 por ciento, porcentaje algo superior al del año anterior.

En la tabla siguiente se expresan las cifras de aptos y no aptos en las pruebas sobre normas y señales de circulación, en las pruebas prácticas y en la prueba de mecánica correspondientes a 1969, con distinción por sexo así como los porcentajes sobre el total de presentados en cada prueba.



En una entrevista al que fue primer director de Tráfico Don José L. Torralba Llorente le hacen la siguiente pregunta con motivo de los nuevos exámenes: ¿Suele ser suficiente la preparación que dan las Escuelas de conductores a los aspirantes a conductores? 

Y esto es lo que respondió:

—La circulación por Las vías públicas en las  condiciones actuales exige cada vez más que los espirantes a conductores sean parte de lo que podemos denominar población motorizada, con una mayor formación. Además del conocimiento  y aplicación práctica de las normas de circulación y señalización deben aprender al manejo del automóvil en forma correcta, en circulación abierta al tráfico, no quedando reducidos sus conocimientos en esta materia a saber realizar el grupo de maniobras que se exigen en la primera parte de la prueba práctica, en circuito cerrado. Como ya he dicho alguna otra vez, al aspirante no sólo se le debe instruir, sino educar, debiendo ser la enseñanza en las Escuelas de conductores práctica y atractiva para que sea eficaz y facilitarse considerablemente mediante métodos modernos. A estas Escuelas les queda aún camino por recorrer. Esperamos que con su colaboración abierta y sin reserva formemos buenos conductores.

Han trascurrido 47 años de estas manifestaciones, ¿las suscribirías hoy?