lunes, 1 de septiembre de 2014

UNA ESCUELA DE CONDUCCIÓN BERLINESA

El aprendizaje de un  “chaufeur” de autobús en la ciudad de Berlín en 1925.

La experiencia ha venido demostrando que no es fácil guiar un autobús en las grandes ciudades. Siempre han sido enormes y corpulentas masas avanzando por angostas y sinuosas calles. Son como elefantes a los que se les exige la agilidad del ciervo. Y la verdad es que lo consiguen gracias a las hábiles manos de sus conductores y, cada día más, conductoras.   

Las autoridades de Berlín, en la segunda década del siglo XX, no contentas con regular casi militarmente la circulación urbana crearon una verdadera  autoescuela para instruir de manera específica a los conductores de autobuses. Los alumnos matriculados en la escuela oficial podían tener conocimientos previos sobre el manejo del automóvil, pero no por ello  estaban exentos  de los aprendizajes específicos necesarios para conducir un autobús por Berlín. Una cosa era ser “chauffeur” y otra “chauffeur” de autobús.

En la escuela oficial de Berlín se impartían clases de teórica y práctica. En la teórica se explicaba, de forma sencilla, cada una de las piezas de que estaban compuestos aquellos autobuses de principio del siglo XX. Se hacía especial hincapié en el motor. Uno de los objetivos de aquellos cursos era formar buenos mecánicos. Era importante que el conductor además de conducir  correctamente el vehículo, conociese lo más esencial del motor del vehículo que manejaba.

La instrucción teórica no era lo que más motivaba a los futuros conductores (pasa también ahora), pero el aspecto de una de aquellas aulas durante la explicación técnica, no deja de ser curioso. Los alumnos asistían a las clases  uniformados con sus trajes de hule mate, sus gorras de plato y su grueso calzado. Mantenían  la compostura y la fijeza de atención de alumnos aplicados que quieren aprovechar el tiempo. Sus profesores, a la vez, procuran dar a sus explicaciones la forma más sencilla, sin omitir nada de lo que exige una buena enseñanza teórica. De esta manera, estos conductores llegan a conocer bien lo que es un autobús. Bien es verdad que, como decía un articulista de la época, estos alumnos son alemanes, y como todos los estudiantes de las más diversas disciplinas están acostumbrados a aplicar toda su voluntad y a enterarse bien.





















Pero como todos sabemos, de poco sirve conocer la teoría de cómo se frena un autobús, cómo se ha de tomar una curva,  cómo funcionan las diversas partes de que se compone su motor y, además saber armarlas y desarmarlas  como el mejor mecánico, si estos conocimientos no se llegaran a complementar con las prácticas. Todo profesor sabe que la teoría debe incardinarse con la práctica para que no sea algo inútil y la que la práctica debe estar guiada por la teoría para que aquella no sea ciega.

En la zona de prácticas de la referida escuela berlinesa se aprende desde lo más elemental hasta lo más complicado. Las pistas de aprendizaje están marcadas con banderas, postes o planchas. Practican la manera más idenea de tomar una curva con seguridad. También hacen ejercicios de aceleración y frenada  sobre pavimentos deslizantes para cuando sea necesario hacerlo en caso de hielo, lluvia o nieve.

Los profesores, durante las clases, dan numerosas advertencias para  graduar la velocidad y, sobre todo, la frenada. Quieren que sean  rápidos, y muy precisos en caso de peligro. Estos conductores necesitan aprender el medio de salvar la vida del peatón  sin comprometer demasiado la seguridad de sus viajeros.



En la enseñanza de los conductores berlineses se utilizan también procedimientos semejantes a los pilotos de aeroplanos. Para medir la serenidad, la capacidad de resistencia y sobre todo la rapidez y firmeza de manos y pies que exige la misión de manejar estos vehículos, hay medios ya conocidos, por los cuales fácilmente pueden ser eliminados los incapaces. A esta escuela casi todos los que acuden ya tienen alguna práctica, pero aún así es necesario eliminar a más de uno para seleccionar a los mejores. Es preciso, piensan sus responsables, que para manejar uno de estos monstruos que suponen una amenaza para los peatones en las calles de la gran ciudad se haya demostrado tener condiciones que equivaldrán a otras tantas garantías. Aunque, por perfecta que sea la escuela, el peligro de accidente no desaparece y harían muy bien los peatones en redoblar su  vigilancia al caminar por las calles berlinesas.