domingo, 26 de octubre de 2014

LA MUJER Y EL AUTOMÓVIL (IV)

Relato


La mujer  de los años veinte en una academia de enseñanza automovilística o, como diríamos hoy, en una autoescuela

          
En los años veinte no es frecuente, en España, ver una mujer al volante de un automóvil. Por eso la silueta femenina encerrada en la  carrocería de un automóvil de bonito diseño  y manejando sus mandos con pericia despierta, no sólo, la atención de la gente, sino el comentario. En unos casos es un comentario de admiración y en otros,  la mayoría, un comentario mordaz y duro, propio de gente que no acepta los avances de la mujer en esta sociedad de principios del siglo XX. Incluso el peatón más indiferente no se resiste a echar, con disimulo, una ojeada a la mujer que guía un automóvil con una pericia que nada tiene que envidiar al mejor y más experto chauffeur de la época.

          No son muchas las mujeres que conducen un automóvil por las calles de Madrid en estas dos primeras décadas del siglo XX. A finales de la segunda, en 1928, parece que no pasan de una docena. Al ser pocas, su paso por cualquier calle guiando un automóvil llama más la atención. En el año siguiente ya superan con creces las trescientas. Algunos datos dicen que tenemos en Madrid  334 féminas con “carnet” de conducir.
          La autonomía de la mujer al volante empieza a ser una realidad y, en algunas parejas, conducir un automóvil no es  impedimento  para una buena armonía  conyugal, aunque la mayoría de las que se atreven a circular  a la velocidad de “vértigo” de esta época son solteras. Y podemos añadir que además son guapas. Y no es porque la belleza sea una condición ineludible para obtener el permiso de conducir. Es que el automóvil, dicen los entusiastas, es un aditamento de belleza. No es frecuente ver, en estos tiempos, una mujer fea al volante de uno de estos bellos cacharros. Con independencia de si son feas o bellas, lo cierto es que todas son lo suficientemente ricas,  ellas o su familia, para poder pagar el permiso de conducir y comprar un automóvil.

          Tenía yo, por aquellos días, intención de escribir sobre las “muchachas de los automóviles” y para documentarme pensé que lo mejor sería visitar  una academia de enseñanza automovilística. , ¿Pero cuál de ellas? No conozco ninguna, entre otras razones porque no tengo “carnet de chauffeur”  y no lo tengo porque mis posibles económicos están muy lejos de los necesarios para disponer de uno de esos bellos caharros.

          Recurro a la prensa a ver si han insertado algún anuncio de una escuela de “chauffeurs”. Encuentro alguna, aunque no hay mucho donde elegir.

       En el primer periódico que hojeo me tropiezo con la “ACADEMIA AMERICACANA DE AUTOMOVILISMO”; está situada en la calle General Pardiñas. Su publicidad dice que es la más acreditada y que tienen profesores de ambos sexos. Este detalle me gusta. No obstante, sigo buscando y encuentro otra: “REAL ESCUELA DE AUTOMOVILISMO ALFONSO XII”. Su publicidad dice que garaje y talleres los tiene en la calle Ayala. Dice también que hacen grandes rebajas en los precios. ¿No me dirán que no le han puesto nombres rimbombantes a sus academias?

          No me desanimo, sigo buscando y encuentro: Talleres en Santa Engracia nº 4, frente a plaza Santa Bárbara. Enseñanza conducción y mecánica en Hispano, Citroën, Ford y otras marcas. Dicen tener motocicletas y bicicletas.

          Hay una Escuela de Chauffeurs en la que imparten clases de 9 a 11 de la noche para obreros.  Dan facilidades de pago para la matricula y tienen hasta un internado para los de provincias. Supongo que serán obreros que quieren cambiar de oficio y emplearse como “chauffers”. Tiene las oficinas en la calle Atocha y se autodenomina Centro de Automovilismo
         
Empezaba a desanimarme, cuando evoco una imagen difusa en mi memoria. Paseando por la calle de Bravo Murillo, recuerdo haber visto una de estas escuelas automovilísticas. Indago y me dicen que hay una en el numero 126. Efectivamente, la Escuela de Chófers ZACARIAS se encuentra en dicha calle. Decido hacer una visita a esta escuela. Son dos los motivos de mi decisión: el primero porque vivo en la calle Jaén, muy cerca de esta escuela   y el segundo, porque tiene un nombre más corriente y menos rimbombante que las otras. A mi me gusta lo sencillo.



Dejo pasar unos días y, una mañana fría del mes de marzo, me acerco hasta Bravo Murillo, 126 a visitar al señor Zacarías, a la sazón, director de la escuela de chófer de su mismo nombre. Su opinión técnica sobre las mujeres que pasan por su escuela para aprender a conducir supongo que deber ser una de las más indicadas para documentarme y poder escribir con cierto conocimiento de causa.
          Después de los consabidos saludos y las presentaciones de rigor le pregunto al señor Zacarias:
─ ¿Tiene muchas alumnas?
─ Bastantes ─ contestó el director ─. La afición de la mujer por el automóvil es cada día mayor y su deseo de igualar e   incluso superar cualquier acción llevada a cabo por el hombre es un elemento eficacísimo para aumentar el crecimiento del uso del automóvil por parte de la mujer.
─ A usted  le viene bien esta eterna superación  femenina.
─ Sí, así es─  me replicó muy  convencido.
─ Pero dígame: ¿aprenden pronto? ¿Son miedosas?
─ Son rápidas en su aprendizaje. Por lo general, diría yo, son más audaces y atrevidas que los hombres. Al menos las que vienen a mi escuela.
─ Este arrojo y esta osadía, ¿no hacen que sean más peligrosas con un volante entre sus manos?─ Le objeté desde mi ignorancia.
─ No. Son así al principio. Luego, a medida que  van aprendiendo se vuelven más prudentes. Ya sabe usted, pronto aparece ese instinto de prudencia y delicadeza que tiene la mujer para hacer algo y pueden llegar a manejar el automóvil con más destreza que muchos hombres y con mucha más prudencia.

          Le pido poder hablar con alguna de las chicas que asisten a las clases en aquel momento. Una de ellas  se presta encantada a contestar a cualquier pregunta que se le haga sobre los automóviles.

 ─ ¿Tiene usted mucha afición a esto de los automóviles, señorita?
─ Por ahora, si. Pero piense que estoy en el semestre del automóvil.
─ ¡Ah! No sabía que a esta academia se viene por temporadas.
─ Bueno…déjeme que le explique, porque yo hablo de mi caso. Llevo  dos meses de pedirle el auto a papá. Aquí en la academia estaré otros dos meses más para mi  aprendizaje. Y, cuando ya tenga el “carnet”, estaré otros dos meses más en los que no haré otra cosa que conducir por Madrid y sus alrededores el veloz auto que me ha comprado papá. Entonces habré completado mi semestre automovilístico. Hay otras compañeras que están en su trimestre automovilístico…
          Es una chica muy vivaracha y locuaz. He de interrumpirla  para seguir con mis preguntas.
─ ¿Prefieres coches grandes o pequeños?
─ Desde luego, coches pequeños, tipo roadster.
─ ¡Ah! ─ Debió percibir mi expresión de ignorancia supina e intentó instruirme.
─ Sí, hombre. Esos que, en pocas ocasiones, se ven por las calles con carrocería descapotable y que son de dos plazas, aunque en algunos se pueden ampliar a cuatro.
─ ¡Ya! Alguno sí que he visto ─ contesté para no quedar mal.
─ Mi papá me ha comprado uno de estos. Un buick roasdter sport modelo 54.Veloz, ligero y muy fácil de manejar. Está provisto de potentes frenos a las cuatro ruedas. Dispone de filtros de gasolina y aceite y, también de un depurador de aire y no digamos de la potencia que le proporcionan sus cuatro…
─ Muy bien señorita, muy bien ─ le dije interrumpiendo su brillante exposición ─,   pero ¿puedo seguir preguntándole? 




Mi interrupción, aunque hecha con toda la amabilidad de la que soy capaz,  intuyo que no le agrada, pero yo iba a lo que iba.

─ ¿Cómo se lo pasa en las clases de esta academia mientras aprende a conducir?─ Continuo preguntando.
─ Depende ─ me contesta muy seria y yo diría que hasta contrariada.
─ ¿De qué depende? ¿Me lo quiere explicar?
─  Me aburren las lecciones que corresponden a la parte teórica. Ya sabe…eso de la mecánica, la legislación, etc. Pero me divierto con las lecciones del manejo del automóvil. Me encanta conducir. De hecho ya he ido con mi roadster hasta la Universidad de Alcalá.
─ ¿Cómo? Pero si aún no tiene el carnet. ¿Tanto le interesan los monumentos de Alcalá?
─ No. Por ahora me interesa mi coche y vino mi novio de copiloto que es un hacha en esto del volante.

          Veo que su espíritu de colaboración ha terminado, posiblemente muy contrariada por haberla interrumpido, y decido dar por terminada la entrevista.
 ─ Gracias señorita por su colaboración y le deseo que pronto obtenga su carnet.

          Guardo mis notas, me despido del señor Zacarías, a la vez que le agradezco su colaboración y me marcho caminado hacia mi casa. Mientras camino en dirección a mi domicilio, pienso  en aquella aspirante a conductora.
         
Es una evidencia que, a punto finalizar los años veinte, la irrupción  femenina, cada vez más numerosa, en el complejo mundo del carburador, del alternador, del neumático, del volante, en definitiva, del automóvil y del automovilismo no es una jerigonza, ni una extravagancia, ni una rareza femenina y transitoria. Es el avance seguro, firme, arrollador de la mujer del siglo XX.  Una evolución de la mujer, una afirmación de que cualquier fémina es capaz de hacer todo lo que pueda hacer un hombre…y hasta mejorarlo.

          Cuando tenga posibles me apuntaré a la Escuela del señor Zacarías. Como dice la chica locuaz y vivaracha con la que acabo de hablar debe ser una gozada conducir un roadster.



lunes, 20 de octubre de 2014

SELLO DE CALIDAD PARA LAS AUTOESCUELAS CATALANAS

El “Servei Català de Trànsit”  parece que tiene la intención de crear un sello de calidad para  la autoescuelas catalanas. Se trataría de una identificación para aquella  autoescuela que siga los procedimientos adecuados para una formación y educación vial fundamentada en la reducción de los accidentes.

La calidad para  la concesión de este sello diferenciador se refiere a los resultados de seguridad adquiridos y asumidos por los aspirantes al permiso de conducir explicitados como intenciones y compromisos de comportamientos seguros y duraderos, así como de reducción de sanciones y accidentes legalmente responsables.

También se contemplan los procesos que intervienen en la obtención de estos resultados. De hecho la interrelación entre procesos y productos de calidad está íntimamente ligada: las actividades  dicen qué resultados se pueden  esperar y los resultados señalan como se pueden  mantener y mejorar las actividades.


Las autoescuelas de calidad son imprescindibles para formar conductores y conductoras que, a lo largo de su vida, contribuyan a que ni ellos ni ninguno de los otros usuarios de la vía sufran accidente mortal alguno.





La formación inicial actual de los conductores, aun siendo correcta, no es suficiente. Se fundamenta esencialmente en el conocimiento teórico de las normas de circulación y de las destrezas motoras necesarias para el correcto manejo del vehículo. Esta formación carece de la integración de los factores de riesgo y medidas preventivas de manera global y personal, la adquisición de costumbres y hábitos de conducción segura y la adquisición de valores y emociones sobre el valor y el respecto a la vida expresada en el hecho de la conducción. Una mejora de la formación inicial de los conductores, mediante la implantación en las autoescuelas de programas basados en el cambio de actitudes permitiría avanzar en la conducción segura de los conductores noveles y transformar la zona de edad de riesgo de los jóvenes en una franja de conductores seguros.


El  “conceller” Espadaler, según ha manifestado, está convencido de que la educación vial es clave para seguir reduciendo la siniestralidad y responsables del Servei Català de Trànsit piensan que la implantación de este sello aumentaría el nivel de exigencia de aquella autoescuela que aspirase a obtenerlo y, en consecuencia, mejoraría el proceso de formación inicial.

Esperemos que esta innovación sea conceptual y de procedimientos y no de costosos materiales. Las autoescuelas no están, precisamente en estos momentos, para  grandes dispendios.

Si el resultado es la mejora de la seguridad vial y la reducción de los accidentes de tráfico y sus consecuencias vale la pena intentarlo. A lo largo de su historia, la autoescuela siempre ha estado dispuesta a cualquier innovación que pueda mejorar la seguridad vial mediante el proceso de formación y educación de los aspirantes a conductores.

domingo, 12 de octubre de 2014

LA ESCUELA DE CHAUFFEURS DE TURIN (II)

Lo que se enseñaba, en 1905,  en aquella escuela de “chauffeurs”  

 En el pasado mes de mayo publicamos una entrada sobre una escuela de “chaufeurs” creada en Turín en el 1904. ¿Recuerdan?

Aquella escuela de la primera década del siglo XX tenía por objeto formar hábiles conductores con la instrucción necesaria para conocer a la perfección el mecanismo y el modo de funcionar de un automóvil y los procedimientos rápidos para solucionar, de manera urgente,  una avería  o panne como  le llamaban los cursis de la época. La escuela impartía dos cursos. Uno dirigido a “chauffeurs” -mecánicos y otro a dueños de automóviles que quisieran perfeccionarse en los conocimientos necesarios para conducirlos con seguridad. Tanto un curso como otro incluian una parte teórica y otra práctica.


El programa de estos cursos en el 1905 comprendía  los siguientes contenidos:


a)   Parte teórica: Movimiento, velocidad, motores diversos a vapor, electricidad, alcohol, etc., etc.
b)   Parte descriptiva: Explicación de los componentes de un automóvil.
c) Parte prática: Observaciones que deben hacerse antes de ponerse en viaje, incidentes que pueden ocurrir, métodos para prevenir incidentes y para remediarlos rápidamente, conducta de los “chauffeurs” con el público y con los propietarios. Ejercicios prácticos, legislación y reglamentos para la circulación.
d) Parte sanitaria: Higiene del automóvil y socorros de urgencia en caso de accidente.




El curso tenía una particularidad: Se impartía a primeras horas de la noche para obreros. Muchos de ellos querían cambiar de oficio y mejorar su situación económica por lo que tenían que asistir a las clases después de la jornada laboral. El oficio de “chauffeur” empezaba a tener una buena aceptación entre la clase obrera. Ya que no podían conducir su propio automóvil, conducirían el de otro y, además, se ganarían un salario. Pronto, los cocheros empezarían a reconvertirse en “chauffeurs”. La industria del automóvil había emprendido un  camino sin retorno que cambiaría la sociedad de los siglos venideros.

lunes, 6 de octubre de 2014

LA MUJER Y EL AUTOMÓVIL (III)


¿Fue Dorothy Levitt la primera profesora de Formación Vial?

 Esta mujer, vanguardista y pionera en el cerrado mundo del automovilismo de la primera década del siglo pasado, no contenta con manejar correctamente cualquier automóvil de su época, quiso enseñar a otras mujeres cómo hacerlo. Y no sólo les enseñó a conducir sino, también, a solucionar posibles incidencias y pequeñas averías en sus propios automóviles.
Dorothy Elizabeth Levitt nació en 1882 en Hackney, al norte de Londres. Siendo aún muy joven se cruzó en su vida Selwyn Edge y pronto se convirtió en su mentor. Éste británico de origen australiano estaba muy relacionado con ventas y  carreras de automóviles como De Dión-Bouton, Clément, Panhar y sobre todo con Napier.
El respaldo que este hombre dio a  Levitt fue notable y muy importante para su carrera deportiva. Cuando supo de su carácter y su  capacidad para manejar automóviles, la motivó  para que se iniciase en el automovilismo. Hizo lo posible para enviarla a  Paris a recibir la correspondiente capacitación automovilística. Al poco tiempo de entrar en contacto con aquel mundo, Levitt ya conocía a la perfección el mecanismo de un automóvil. Pronto empezó a buscarse un lugar en la competición automovilística. Y a fe que se lo ganó merecidamente como destacada sportsman.
Estuvo contratada como secretaria de Napier & Son, empresa pionera y de gran éxito en la industria automovilística británica gracias a la excelente labor de su maestro Selwyn Edge que a sus  cualidades y pericia como piloto sumaba un gran talento publicitario.
Dorothy Elizabeth Levitt era una mujer bonita, elegante y avanzada a su época. Vivía como una soltera independiente y privilegiada en un piso al oeste de Londres con criada, ama de llaves  y un pomerania  que respondía al nombre de “Dodo”. Su estilo de vida era atípico en aquella sociedad eduardiana.
Se cuenta que un distinguido automovilista que  varias veces había  expuesto su vida en aquellas carreras infernales, declina, en 1906, con la risa en los labios,  el honor de ir en un automóvil guiado por una señora y dice: Es demasiado peligroso. Así de machistas eran aquellos pilotos, amantes del peligro y la velocidad. Dorothy Levitt que no pensaba lo mismo, manifestaba en ese mismo año:

 Nunca pienso en el peligro. Eso no es para mí, aunque reconozco que es omnipresente. El más ligero toque con la mano puede hacer que el auto gire y los virajes son generalmente fatales. Pero soy una buena apostadora y siempre estoy dispuesta a tomar riesgos.

Esta audaz británica cosechó un excelente palmarés pilotando automóviles. Ya en 1903 fue la primera mujer que ganó en una competición automovilística. E 1904 forma parte de un equipo oficial para la prueba de las mil millas de Hereford (Hereford 1000 Mile Trial) en Inglaterra. En 1905 consigue el record mundial de distancia recorrida por una mujer después de realizar un viaje de dos días Londres-Liverpool-Londres conduciendo un De Dion-Bouton. Cuentan que lo hizo sin la ayuda de un mecánico pero acompañada por un observado oficial y de su entrañable perro Dodo. En este mismo año establece el récord mundial femenino de velocidad al volante de un Napier, superando su propia marca un año después tras alcanzar los 146,26 km/h.





Dorothy  Levitt escribió durante bastante tiempo en el Daily Graphic una columna sobre temas del automóvil. Enseñó a conducir a la Reina Alejandra y a las princesas Luisa, Victoria y Maud,  así como a duquesas, condesas y a ciudadanas sin título alguno  de nobleza, aunque todas con buena situación económica. Impartió muchas conferencias para animar a las mujeres a  ponerse al volante de un automóvil. Su atuendo  para conducir  era bastante peculiar: bata que le llegaba hasta los tobillos, sombrero y velo.




Tomando como base sus artículos periodístico publicó, en 1907 (otras fuentes lo ubican en 1909), un libro  con el título de “THE WOMAN AND THE CAR”(La mujer y el automóvil). Iba dirigido a las  mujeres que querían entrar, en igualdad de condiciones y como parte activa, en el mundo del automóvil. Era, como ella decía, un manual amigable para todas las mujeres que compiten en automovilismo o desean hacerlo. En este manual, por ejemplo,  se enumeran todos los costes que pueden devengarse desde el momento de la compra de un automóvil. También ofrece una lista de interesantes consejos, en especial, para las mujeres que quieren conducir un coche.




Recomienda usar un espejo de mano para mirar los vehículos que se aproximan por detrás. No es, decía, estrictamente para uso personal, pero de vez en cuando se ha de utilizar para  ver lo que está en la parte trasera sin perder de vista el camino a seguir. Más tarde, en 1914, se incorpora al automóvil un espejo retrovisor, surgido de la idea de  Levitt.
Ofrece también  una útil lista de elementos que se deben llevar en el pequeño cajón que hay bajo el asiento del conductor. Era el equivalente a la guantera de los automóviles modernos. Nuestra profesora venía a decir:
"Este pequeño cajón es el secreto de la automovilista delicada. Lo que se pone en él depende de sus gustos, pero los siguientes artículos son  lo que yo le aconsejo: jabón, velo limpio, soplo de polvo (a menos que no lo uses), horquillas y pasadores ordinarios y algunas chocolatinas que son muy calmante a veces ".



A las mujeres que conduzcan solas por carreteras y caminos, les decía que podría ser aconsejable llevar también un pequeño revolver para protección en caso necesario. También recomendó  viajar en compañía de un perro.
Por otra parte, ofrece consejos sobre el buen uso y cuidado de los diferentes órganos mecánicos del automóvil y las reparaciones de rutina. Por último, describe la mejor manera de conducir y explica las reglas de la carretera. Un excelente manual, digno de una mujer con vocación de profesora  y amante del automovilismo que quiso enseñar a conducir a otras mujeres allá por los albores del siglo XX.