domingo, 3 de enero de 2016

¿POR QUÉ Y CÓMO OCURRIÓ EL ACCIDENTE?

Es bien sabido que nos consideramos mejores  conductores que el vecino; desde que nos examinamos para el permiso de conducir, subjetivamos los resultados de nuestras acciones a los mandos de un automóvil empezando por aquel día  que no aprobamos el examen y dijimos; me han suspendido. Yo no he suspendido, han sido ellos los que me han suspendido.  Pero  el día que fuimos brillantes en la prueba y la superamos dijimos: he aprobado. Yo soy el artífice de mi éxito y ellos los culpables de mi fracaso. No es frecuente que asumamos nuestra culpa de la misma manera que asumimos nuestros éxitos.



En el caso de los incidentes o accidentes de tráfico nos ocurre  lo mismo; si no a todos los conductores, sí a una gran mayoría.

Estamos acostumbrados a escuchar  expresiones  como las siguientes: el coche me hizo un extraño;  el coche se me fue en la curva; el coche no me frenó, etc, etc.

Los profesores de formación vial saben que el automóvil es una máquina sumamente “obediente” en sus reacciones cuando  el conductor actúa de la manera correcta. Otra cosa es lo que cuente su conductor para justificar sus posibles errores como conductor.

La revista “The Autocar”, allá por el año 1932 publicó una serie de relatos breves recopilados entre sus lectores de los que se pueden extraer  muchas enseñanzas. De aquellos relatos se hizo eco una  revista quincenal de Córdoba.

He aquí algunos de aquellos relatos:

·       Pasaba yo por una curva en forma de “S” en medio de una densa niebla. Una mosca se me metió en el ojo y atropellé un banco de hierro, que estaba al costado del camino.

·       Corría de Belford a Londres, tocando la vocina vigorosamente y haciendo señales con la mano, pero me atropelló uno que venias detrás.

·       El accidente se debió a que el otro conductor estuvo a punto de chocar conmigo.

·       Una vaca se me echó encima del coche. Después supe que era ciega.

·       Una avispa se introdujo dentro de mi auto, y mientras me defendía contra el insecto, caí en una zanja.

·       El hombre avanzaba a una velocidad terrible. Atropelló una carretilla, una motocicleta y por fin mi coche. Fue internado después en un manicomio.

·       Choqué dos veces contra el coche que iba delante, y el conductor me dijo que haría señas la próxima vez que se parara. Cumplió su promesa, pero fue inútil, porque otro coche, que iba detrás, chocó contra el mío.

·       Mi esposa y yo, empujábamos el coche de regreso a casa, pero al llegar a una pendiente se nos escapó. Fue detenido por un poste de los que indican “Peligro”.
·       Tiré una moneda de un penique a un grupo de muchachos, y mientras me daba vuelta para ver si alguno de ellos lo recogía, caí en una zanja.

·       Marchaba por la carretera a una velocidad moderada, y de repente me alcanzó un coche que salía del camino transversal, arrojándome con mi automóvil dentro de una zanja. La culpa era del otro, pero, antes de alejarse, me insultó.

·       Ella me vio súbitamente, perdimos la cabeza y chocamos.

·       Nos encontramos en un cruce de caminos, y mi coche quedó debajo del suyo.

 El ardor que ponen algunos por exculparse da lugar a relatos increíbles. Son muchos los que pierde la objetividad a la hora de describir el accidente o el incidente. Hay otros a los que les cuesta comprender lo que llegó a ocurrir. No estamos hablando de accidentes graves, sino más bien de incidentes o accidentes leves.