El Reglamento
de 1900 para servicio de coches automóviles por las carreteras del Estado
obliga a crear un registro provincial de automóviles en el Gobierno Civil de cada provincia,
sin embargo muchos automóviles de aquella época circulaban sólo con permisos de
los Ayuntamientos por las carreteras del Estado. Hubo durante un tiempo una
doble inscripción: en el Ayuntamiento y en Gobierno Civil. Aquella situación
daba lugar a un buen lio porque había automóviles que circulaban con
autorización y placas del Ayuntamiento correspondiente y otros con las
correspondientes al registro del Gobierno Civil. Era necesario uniformar el
criterio sobre el particular para que no pudieran surgir dudas respecto al modo, forma y lugar
en que los automóviles han de mostrar las numeraciones y las siglas de su placa
de matrícula.
Aquella situación se normalizó
con la Real Orden de 24/05/1907. En su apartado 1º se disponía:
Que para circular un
coche automóvil por un término municipal, no es suficiente la licencia del
Ayuntamiento si dicho coche automóvil ha de utilizar también carreteras del Estado,
provinciales y travesías de las poblaciones por dichas vías, aunque las citadas
travesías hayan sido construidas y se conserven por los Municipios, y entrar en
los patios de las estaciones de ferrocarriles, sino que se precisa además la
autorización del Gobernador civil de la provincia.
La susodicha Orden regula todo lo concerniente
a las placas de matrícula: número, colocación, color, visibilidad, inscripciones,
contraseña de la provincia, etc. A partir de aquí quedaron anuladas las matriculas
municipales.
Pero volvamos a nuestra
matrícula B-1, la primera oficial de la Ciudad Condal. Perteneció a dos
automóviles diferentes. El que siempre ha salido fotografiado con esta placa ha
sido un Hispano-Suiza, pero esta matricula había pertenecido con anterioridad a
otro automóvil que, como ya hemos referido, era un Berliet
con numero de motor 1292 y fabricado en Francia. Este automóvil fue adquirido
por uno de los fundadores de la “Banca Garriga Nogués”, Ruperto Garriga Nogués,
que además de banquero era un gran aficionado al automóvil. Vivía en la calle
Diputación, nº 250 de Barcelona El edificio, que fue construido por el arquitecto Enric Sagnier por encargo del
banquero, está catalogado como Bien de Interés Cultural desde 1980.
El
susodicho Berliet fue dado de baja por inutilizado en julio de 1913 y la
matrícula B-1 fue asignada en esa misma fecha a otro vehículo, también
propiedad del banquero, un Hispano-Suiza con número de motor 1.318.
Aquel
excelente automóvil Hispano-Suiza, fabricado en Barcelona, fue transferido en
varias ocasiones según los archivos de Tráfico. En junio de 1919 se transfirió
a Justo Marlei; pocos meses después, en noviembre del mismo año, a J. Roig
Mallofré que vivía en el Paseo de Gracia; en agosto de 1920 pasó a manos de un
vecino de la calle Bruc que, después de tenerlo destinado un tiempo a su uso
particular, contrató a un chofer y lo dedico al servicio de taxi en la Ciudad.
En septiembre de 1928 fue trasferido a la firma Hispano-Suiza que lo recompró
con la idea de exponerlo en el museo que pensaban crear. La idea no cristalizó
y de nuevo fue transferido, ésta la última vez, a un industrial barcelonés,
Albert Buxeda Martorell, afincado en la Avenida Marqués del Duero (hoy Avinguda
del Paral-lel).