Las autoescuelas reclaman poner coto a las ”apps” de formación vial
Las autoescuelas digitales, "abocadas al cierre" por el cambio
del teórico
Las autoescuelas 'online' contra Marlaska por
obligar a sacarse el teórico presencialmente
La aparición de “apps” para sacarse el carnet de conducir sin pisar un
aula está transformando poco a poco el sector de las autoescuelas, que se
resiste y plantea con buen criterio la necesidad de una formación presencial
con profesionales. Mientras tanto seguimos contabilizando victimas en
accidentes de tráfico: 27 fallecidos en esta última Semana Santa.
Es un hecho indudable la baja aplicación formal de la educación vial
en los colegios y su inexistente aplicación en el resto de esas etapas que no
se corresponden con las edades de escolarización. Y en las pocas ocasiones que se da alguna
educación vial, su orientación metodológica es equivocada.
Es bastante evidente
que en la formación que se da en las
autoescuelas hay una ausencia de educación vial y la educación vial que se hace
ocasionalmente, en la mayoría de casos, es una réplica absurda y temporalmente
inadaptada de la formación vial.
Por otra parte, se ha de reconocer que los
preconductores son formados para comenzar a conducir en una autoescuela hasta
alcanzar el estatus de conductor mediante el correspondiente permiso. Su
formación como conductor en España, y hoy por hoy, opera solamente a nivel
instruccional.
Este
tipo de formación se centra en conseguir, de una parte, las habilidades básicas
necesarias para el control del vehículo y, de otra, el conocimiento de las
normas de tráfico. Esta formación desempeña un papel importante aunque esté orientada fundamentalmente hacía la obtención
inicial del permiso de conducir. Sin embargo no ofrece las mínimas garantías de
que los instruidos vayan a realizar una conducción segura.
De
hecho, no existe evidencia alguna de que este tipo de formación vial que se le
imparte a todo aspirante al permiso de conducir reduzca la tasa de
accidentalidad entre los conductores noveles, ni a corto ni a largo plazo.
El Director General de
Tráfico, con un acertado criterio, tiene prevista una modificación del Reglamento General de
Conductores que contempla, entre otras cosas, modificaciones en el sistema de
formación vial y exámenes cuyo objetivo es mejorar la seguridad vial y reducir
así la accidentalidad.
Uno de los puntos a
modificar contempla una ampliación de
los mínimos exigibles en la prueba incluyendo
una formación teórica presencial obligatoria de ocho horas. Y es aquí donde
salta la polémica. Hemos de decir que en el 80% de los países europeos ya se
han adoptado medidas para implantar un número mínimo de clases de formación
teórica presencial.
En un informe del ETSC
se establece: “Cada año, casi 15.000
usuarios de la vía entre 15 y 24 años, mueren en las carreteras de los estados
miembros de la Unión Europea, la gran mayoría en los primeros años tras la
obtención del permiso de conducir. Por trayecto realizado, la tasa de
accidentes de los conductores jóvenes es varias veces superior a la de los
conductores de mediana edad”, “eso
indica que la actual práctica de la formación vial y la obtención del
permiso ha fracasado a la hora de preparar a los más jóvenes para participar de
forma segura en el tráfico motorizado”.
Además, hasta el 70% de todos los
usuarios de carreteras muertos en el tráfico urbano son usuarios vulnerables:
el 40% son peatones, el 18% de pasajeros de dos ruedas y el 12%
ciclistas. Son cifras que dan qué pensar.
“A menudo, el objetivo de la formación parece ser
preparar al conductor a pasar el examen en el menor tiempo posible”, apunta el ETSC. “El
tiempo limitado disponible para la formación es insuficiente para que el alumno adquiera
las habilidades básicas, los conocimientos y procesos para tratar de forma
segura en circunstancias como la conducción en condiciones climatológicas adversas,
durante las horas nocturnas y en condiciones de tráfico extremadamente denso,
que son difíciles de evitar tras la
obtención del permiso.”
Por estas y otras
razones no entiendo bien el enfado de la plataforma que se ha creado para
defender la preparación “on-line” de los preconductores. Sus “apps” pueden ser
apropiadas para adquirir información y conocimientos para superar el examen
teórico, pero no para un curso de sensibilización cuya finalidad esencial sería
una formación basada en el cambio de actitudes y no en una mera transmisión de
conocimientos.
Es cierto que pueden
resentirse sus negocios, pero no es
menos cierto que cuidar los beneficios de la seguridad vial de los colectivos
vulnerables está por encima de cualquier beneficio mercantilista.
Por otra parte, el
tener un porcentaje alto de aprobados no significa que esos preconductores
vayan a tener conductas seguras al volante de sus vehículos. Me viene a la
memoria la desilusión que se llevó un amigo profesor de “Etica y Filosofía”
cuando se enteró de que su mejor alumno, el que sacaba siempre un sobresaliente
en su asignatura, no asistía a clase aquella mañana porque estaba retenido,
junto con otros, por la policía. Se habían dedicado en la noche anterior a
romper cristales y espejos retrovisores de los coches aparcados en la calle.
El factor humano está
presente en más del 90% de los accidentes. Y son los jóvenes los que se llevan
la peor parte. Esto obliga a poner la mirada en la persona y en consecuencia en
la Educación y Formación Vial.
La mera instrucción
que se viene impartiendo en las autoescuelas y las medidas punitivas que se
aplican parece que no son suficientes para encontrar una solución al problema
por lo que se hace necesario producir un cambio cultural que rechace
abiertamente los comportamientos de riesgo en la conducción. Y esto no se
consigue con una “aplicación (app) por bien diseñada que esté.
El curso presencial de
8 horas que tiene previsto implantar la DGT durante la formación de los
preconductores versará principalmente sobre:
- los colectivos vulnerables (peatones,
ciclistas y motoristas),
- los factores de
riesgo (velocidad, alcohol, drogas),
- distracciones al
volante (utilización del teléfono móvil) y el uso de sistemas de seguridad
(casco, cinturón, sillita infantil).
Pocos argumentos se pueden esgrimir contra
esta sana intención. Otra cosa sería discutir sobre qué modelo de intervención
sería el más adecuado y eficaz para alcanzar los objetivos previstos. Pero esto
seria motivo de otro articulo diferente.
Por nuestra parte
diremos que si partimos de la idea de que el comportamiento de seguridad de un conductor
es consecuencia de su manera de pensar,
sentir y actuar, la mejor via para
conseguir resultados positivos sería aquella que incidiera en estos tres
factores. Y lo más recomendable seria aplicar un programa que favoreciera el
cambio de actitudes y por ende la erradicación de conductas de riesgo en los
jóvenes conductores.
Ya se han impartido
cursos basados en el modelo de cambio de actitud con resultados esperanzadores.
Este modelo de intervención permite tratar la formación integral de los jóvenes
preconductores centrándose en los tres aspectos que conforman la actitud:
conocimientos, habilidades y emociones.
A la vez aporta una metodología concreta que permite el tratamiento de los
factores de riesgo que más inciden en
los accidentes de tráfico de los jóvenes.
Sea cual fuere el
modelo de intervención que se aplique, lo importante es concienciar a los
jóvenes, en especial y a todos los usuarios de carretera en general, de las
factores de riesgo de los accidentes y de las medidas preventivas que se han de
aplicar y esto no se consigue con “APPS”.