domingo, 24 de abril de 2016

AUTOMÓVILES ESPAÑOLES (I)

UN AUTOMÓVIL MALLORQUÍN


En el mes de febrero de 1908 la revista España  Automóvil anuncia el proyecto de disputar este mismo año una gran prueba de automóviles que tendrá lugar hacia el 15 de Septiembre. El circuito, de una longitud de 110 kilómetros, tendría como punto central a Palma y pasaría por ésta, Lluchmajor, Campo, Montuiri, Algaida y sería cubierto cuatro veces.




En este mismo año se estaba construyendo el ferrocarril de de Palma de Mallorca a Sóller, que debía facilitar la comunicacion entre ambas poblaciones, y el periódico el Economiste Françáis publicaba un interesante artículo del vizconde de Montureux, acerca del estado actual y del porvenir de la industria del automóvil; artículo del que hacemos notar algunos de sus párrafos:

  Hoy, en cambio, se dice que hay crisis en el automovilismo: la palabra crisis es un tanto excesiva; hay, en todo caso, como motivo del malestar, un cambio en la categoría de los compradores, habiendo pasado de la del comprador de lujo al práctico y utilitario. El primero compraba por el renombre de la marca y en muchas ocasiones por el renombre de la carrocería; elegía el modelo y lo pagaba sin chistar. El segundo paga bien también, pero discute los precios.

Y el 1 de octubre de 1908 sale de la fábrica Ford de Estados Unidos el primer Ford T.


Desde que en 1900 se había matriculado, por primera vez en España, un automóvil de la firma  Clément, propiedad de Josep Sureda del barrio de Santa Catalina de Palma hasta la fecha de la susodicha competición automovilística se habían matriculado en Mallorca cincuenta y tres automóviles.

Empezaba a surgir toda una serie de nuevos compradores y la afición por el mundo del automóvil empezó a crecer en la isla y no ha parado desde entonces, aunque tendrían que pasar muchas décadas hasta que el automóvil empezara a popularizarse y a socializarse. Pasaron décadas y lo que antaño era una curiosidad o un divertimento hoy es una necesidad y, a veces, un incordio. 

Disfrutar de un automóvil en las primeras décadas del siglo pasado era privativo de gente adinerada; el precio de los más económicos superaba las tres mil quinientas pesetas y el salario medio no superaba las tres pesetas. Sin embargo la gente admiraba aquellos magnifico artefactos.



Los primeros desplazamientos en automóvil por los polvorientos caminos de la isla de la calma se convertían en un auténtico espectáculo para un público circunstancial y entusiasta. Unos disfrutaban del automóvil usándolo  y guiándolo y otros simplemente contemplándolo.

El hecho de que Palma tuviera la primera matricula de un automóvil fue indicativo de la gran afición de los mallorquines al automovilismo desde sus inicios.

Los palmesanos de las dos primeras décadas del siglo pasado empezaban a estar habituados a ver automóviles circulando por las calles de su ciudad. Negocios y nuevas actividades relacionadas con la industria automovilística empezaron a proliferar. 

 El crecimiento de demanda de automóviles en la isla y las dificultades para adquirir vehículos extranjeros fueron  las condiciones necesarias para la creación  de una empresa mallorquina dedicada a la fabricación de automóviles. El 12 de enero de 1920, Rafael de Lacy y Antonio Ribas, asociados al ingeniero Alberto Ouvranrd, crearon LORYC, Lacy Oubrard, Ribas y Compañía.

El origen y la gestación de la empresa cuyo capital inicial es de cincuenta mil pesetas es una iniciativa de carácter individual, que surge financiada y auspiciada por capitales de tres particulares que aportan el cincuenta por ciento del capital y una sociedad dedicada al comercio de importaciones y exportaciones, principalmente de productos agrícolas y de la industria alimenticia, que aportará el otro cincuenta por ciento, erigiéndose en socio comanditario.


Las ventas empezaron a ir bien, y pronto la empresa ya daba trabajo a más de 60 empleados

Podría decirse que los primeros coches construidos eran casi franceses y un poco mallorquines. Eran vehículos EHP construidos bajo licencia francesa, pero pronto se nacionalizó la producción; la carrocería se hacía en Palma y sólo los motores se traían de Francia.

El primer LORYC que circuló por las calles palmesanas fue un modelo torpedo al estilo del Hispano Suiza. Los ciudadanos de Palma pudieron verlo circular por sus calles en noviembre de 1921 con placa de matrícula PM 507. Un coche en plancha de acero y con mecanismo de frenado que sólo actuaba en las ruedas traseras.

La mayor parte de estos coches fueron carrozados en versión deportiva de dos plazas y algunos añadieron una tercera en la cola, aunque también se hicieron algunos chasis largos  con carrocería de cuatro plazas. Cuando finalizó 1921 ya había en el mercado tres modelos de la marca LORYC: un descapotable, una berlina cerrada y una versión de tres asientos convertibles

Los equipados con  motores pequeños podían alcanzar velocidades de 60 y 80 Km/h. A los prototipos destinados a la competición deportiva le incorporaron motores de ocho, diez y doce caballos.

Andrés Vidal era su mecánico probador. Se desplazaba con un Loryc hasta la carretera de Llucmajor y en aquella popular recta llegaba a alcanzar velocidades de hasta 140 km/h. Aquel tramo de carretera junto  con la recta de Son Sardina a Bunyola, eran las pistas de prueba para experimentar la máxima velocidad que se podía alcanzar con aquellos autociclos con aire deportivo.

Los mallorquines de la época y en especial los palmesanos sentían pasión por los autociclos LORYC que se fabricaban en su ciudad. Eran verdaderas obras de artesanía. Llamaba poderosamente la atención la suspensión delantera que mediante una ballesta transversal proporcionaba gran independencia a las ruedas delanteras.

El pintor Eduardo Zelisco, conocedor de aquella pasión por los “Loryc” ha hecho algunas recreaciones imaginativas de algunas de aquellas situaciones como ésta de dos “Loryc” cuando a principios de 1922 se preparaban para tomar parte en alguna competición.



De los LORYC se publicaban cosas como estas:

El LORYC no tiene rival
y es un coche de primera
para ir por carretera
y por dentro de la capital,
con ballestas, es colosal,
su construcción está reforzada,
a conciencia trabajada
y tanto en invierno como en verano
si un auto LORYC tiene
la cosa ya está salvada.

LORYC  es  ya  lo mejor
que en el Mundo se ha construido,
es un coche de provecho
muy digno de alabarlo,
no gasta en  reparación,
poco gasto hace de gasolina,
no  tiene averías cuando camina
y su mérito principal
es porque es regional,
es producción mallorquina.



Las distintas marcas de automóviles de aquellos años tomaban parte en cuantas competiciones se celebraban. Era la manera que tenían de promocionarse y su prestigio quedaba supeditado al éxito o fracaso de sus automóviles.

La primera aparición de los LORYC en competición fue en la IV Vuelta a Cataluña de 1922, con tres coches inscritos que consiguieron dos medallas de oro y una de plata. El tercero es pilotado por Bofill al que le acompaña su mecánico.En un despiste del piloto el coche vuelca, pero de nuevo es puesto en carretera y debido a su sencillo mecanismo son arreglados los desperfectos en hora y media y de nuevo vuelve el LORYC  a emprender la ruta, recuperando, en buena parte, el tiempo perdido. 



En uno de los artículos del Reglamento de esta competición se prohibía a los  concursantes, bajo pena de descalificación, excederse de los límites de velocidad que marcaban las Ordenanzas municipales dentro del término de Barcelona, encareciéndose la mayor cordura al atravesar los pueblos del recorrido de la prueba.


Los éxitos deportivos de los automóviles mallorquines origina una gran admiración y un merecido reconocimiento en los  aficionados al automovilismo hasta el punto que las compras se disparan, se agotan las escasas existencias y los propietarios de la fábrica no pueden atender todos los pedidos. Por otro lado,  las grandes marcas europeas empezaban a introducir en sus fábricas  las cadenas de montaje para la fabricación en serie consiguiendo un aumento de la producción y un abaratamiento de costes. Estas circunstancias condicionaron pronto el fracaso económico y el cierre de la fabrica y el LORYC acabó sus días.

La idea de los impulsores del LORYC no era precisamente fabricar coches deportivos, sino ofrecer un vehículo resistente y robusto a la vez que sencillo y fiable. En los primeros años la idea funciono, los operarios de la fabrica aumentaban por día y la firma decidió asistir en 1922, a la II exposición Internacional del Automóvil de Barcelona, logrando comentarios muy elogiosos. Fueron muchos los asistentes, incluyendo el rey Alfonso XIII, los que se llegaron a interesar por estos coches de fabricación nacional.

Sin embargo esta joven y prometedora firma comenzó a tener serios problemas a partir de liberar de cargas aduaneras los coches importados y multiplicar, en cambio, los aranceles de los componentes. Los costes de fabricación se empezaron a elevar y un Gobierno poco proclive a favorecer la industria automovilística nacional, sino más bien todo lo contrario (los componentes llegaban a estar retenidos en las aduana hasta tres meses) fueron factores decisivos para el cierre de la fábrica.



Se ajustó el precio hasta llegar a las 5.000 pesetas (por debajo de coste), pero un Citroën 5 cv costaba 4.500. LORYC no aguantó mucho y la fábrica se vio abocada al cierre tras haber fabricado casi un centenar de automóviles. La sociedad fue disuelta poco tiempo después.