UN AUTOMÓVIL MALLORQUÍN
En el mes de febrero de 1908 la revista España
Automóvil anuncia el proyecto de disputar
este mismo año una gran prueba de automóviles que tendrá lugar hacia el 15 de
Septiembre. El circuito, de una longitud
de 110 kilómetros, tendría como punto central a Palma y pasaría por ésta, Lluchmajor, Campo, Montuiri, Algaida y sería
cubierto cuatro veces.
En este mismo año se estaba construyendo el ferrocarril de de Palma de
Mallorca a Sóller, que debía facilitar la comunicacion entre ambas poblaciones,
y el periódico
el Economiste Françáis publicaba
un interesante artículo del vizconde de Montureux, acerca del estado
actual y del porvenir de la industria del automóvil; artículo del que hacemos
notar algunos de sus párrafos:
Hoy, en cambio, se dice que hay crisis en el
automovilismo: la palabra crisis es un tanto excesiva; hay, en todo caso, como
motivo del malestar, un cambio en la categoría de los compradores, habiendo
pasado de la del comprador de lujo al práctico y utilitario. El primero
compraba por el renombre de la marca y en muchas ocasiones por el renombre de
la carrocería; elegía el modelo
y lo pagaba sin chistar. El segundo paga bien también, pero discute los
precios.
Y el 1 de octubre de 1908 sale de la fábrica Ford de Estados Unidos el
primer Ford T.
Desde que en 1900 se había matriculado, por primera vez en España, un
automóvil de la firma Clément, propiedad
de Josep Sureda del barrio de Santa Catalina de Palma hasta la fecha de la susodicha
competición automovilística se habían matriculado en Mallorca cincuenta y tres
automóviles.
Empezaba a surgir toda una serie de nuevos compradores y la afición por el
mundo del automóvil empezó a crecer en la isla y no ha parado desde entonces, aunque
tendrían que pasar muchas décadas hasta que el automóvil empezara a
popularizarse y a socializarse. Pasaron décadas y lo que antaño era una
curiosidad o un divertimento hoy es una necesidad y, a veces, un incordio.
Disfrutar de un automóvil en las primeras décadas del siglo pasado era
privativo de gente adinerada; el precio de los más económicos superaba las tres
mil quinientas pesetas y el salario medio no superaba las tres pesetas. Sin
embargo la gente admiraba aquellos magnifico artefactos.
Los primeros
desplazamientos en automóvil por los polvorientos caminos de la isla de la
calma se convertían en un auténtico espectáculo para un público circunstancial
y entusiasta. Unos disfrutaban del automóvil usándolo y guiándolo y otros simplemente contemplándolo.
El hecho de que Palma tuviera la primera matricula de un automóvil fue indicativo de la gran afición de los mallorquines al automovilismo desde sus inicios.
El hecho de que Palma tuviera la primera matricula de un automóvil fue indicativo de la gran afición de los mallorquines al automovilismo desde sus inicios.
Los palmesanos de las dos primeras décadas del siglo pasado empezaban a
estar habituados a ver automóviles circulando por las calles de su ciudad.
Negocios y nuevas actividades relacionadas con la industria automovilística empezaron
a proliferar.
El crecimiento de demanda de automóviles en la isla y las dificultades para
adquirir vehículos extranjeros fueron
las condiciones necesarias para la creación de una empresa mallorquina dedicada a la fabricación
de automóviles. El 12 de enero de 1920, Rafael de Lacy y
Antonio Ribas, asociados al ingeniero Alberto Ouvranrd, crearon LORYC, Lacy
Oubrard, Ribas y Compañía.
El origen y la gestación de la empresa cuyo capital inicial es de cincuenta
mil pesetas es una iniciativa de carácter individual, que surge financiada y
auspiciada por capitales de tres particulares que aportan el cincuenta por
ciento del capital y una sociedad dedicada al comercio de importaciones y
exportaciones, principalmente de productos agrícolas y de la industria
alimenticia, que aportará el otro cincuenta por ciento, erigiéndose en socio
comanditario.
Las ventas empezaron
a ir bien, y pronto la empresa ya daba trabajo a más de 60 empleados
Podría decirse que los primeros coches construidos eran casi
franceses y un poco mallorquines. Eran vehículos EHP construidos bajo licencia
francesa, pero pronto se nacionalizó la producción; la carrocería se hacía en
Palma y sólo los motores se traían de Francia.
El primer LORYC que circuló por las calles palmesanas fue un modelo torpedo al estilo del
Hispano Suiza. Los ciudadanos de Palma pudieron verlo circular por sus calles
en noviembre de 1921 con placa de matrícula PM 507. Un coche en plancha de
acero y con mecanismo de frenado que sólo actuaba en las ruedas traseras.
La mayor parte de
estos coches fueron carrozados en versión deportiva de dos plazas y algunos
añadieron una tercera en la cola, aunque también se hicieron algunos chasis
largos con carrocería de cuatro plazas.
Cuando finalizó 1921 ya había en el mercado tres modelos
de la marca LORYC: un descapotable, una berlina cerrada y una versión de tres
asientos convertibles
Los equipados con motores pequeños
podían alcanzar velocidades de 60 y 80 Km/h. A los prototipos destinados a la
competición deportiva le incorporaron motores de ocho, diez y doce caballos.
Andrés Vidal era su mecánico probador. Se desplazaba con un Loryc hasta la
carretera de Llucmajor y en aquella popular recta llegaba a alcanzar
velocidades de hasta 140 km/h. Aquel tramo de carretera junto con la recta de Son Sardina a Bunyola, eran
las pistas de prueba para experimentar la máxima velocidad que se podía
alcanzar con aquellos autociclos con aire deportivo.
Los mallorquines de la época y en especial los palmesanos sentían pasión
por los autociclos LORYC que se fabricaban en su ciudad. Eran verdaderas obras
de artesanía. Llamaba poderosamente la atención la suspensión delantera que
mediante una ballesta transversal proporcionaba gran independencia a las ruedas
delanteras.
El pintor Eduardo Zelisco, conocedor de aquella pasión por los “Loryc” ha
hecho algunas recreaciones imaginativas de algunas de aquellas situaciones como
ésta de dos “Loryc” cuando a principios de 1922 se preparaban para tomar parte
en alguna competición.
De los LORYC se
publicaban cosas como estas:
El LORYC no tiene rival
y es un coche de primera
para ir por carretera
y por dentro de la capital,
con ballestas, es colosal,
su construcción está reforzada,
a conciencia trabajada
y tanto en invierno como en verano
si un auto LORYC tiene
la cosa ya está salvada.
LORYC es ya lo
mejor
que en el Mundo se ha construido,
es un coche de provecho
muy digno de alabarlo,
no gasta en reparación,
poco gasto hace de gasolina,
no tiene averías cuando
camina
y su mérito principal
es porque es regional,
es producción mallorquina.
Las distintas marcas de automóviles de aquellos años tomaban
parte en cuantas competiciones se celebraban. Era la manera que tenían de
promocionarse y su prestigio quedaba supeditado al éxito o fracaso de sus
automóviles.
La primera aparición de los LORYC en competición fue
en la IV Vuelta a Cataluña de 1922, con tres coches inscritos que consiguieron
dos medallas de oro y una de plata. El tercero es pilotado por Bofill al que le
acompaña su mecánico.En un despiste del piloto el coche vuelca, pero de nuevo
es puesto en carretera y debido a su sencillo mecanismo son arreglados los
desperfectos en hora y media y de nuevo vuelve el LORYC a emprender la ruta, recuperando, en buena parte,
el tiempo perdido.
En uno de los
artículos del Reglamento de esta competición se prohibía a los concursantes,
bajo pena de descalificación, excederse de los límites de velocidad que
marcaban las Ordenanzas municipales dentro del término de Barcelona, encareciéndose
la mayor cordura al atravesar los pueblos del recorrido de la prueba.
Los éxitos deportivos
de los automóviles mallorquines origina una gran admiración y un merecido
reconocimiento en los aficionados al automovilismo hasta el punto
que las compras se disparan, se agotan las escasas existencias y los
propietarios de la fábrica no pueden atender todos los pedidos. Por otro
lado, las grandes marcas europeas empezaban
a introducir en sus fábricas las cadenas
de montaje para la fabricación en serie consiguiendo un aumento de la
producción y un abaratamiento de costes. Estas circunstancias condicionaron
pronto el fracaso económico y el cierre de la fabrica y el LORYC acabó sus
días.
La idea de los impulsores del LORYC no era precisamente fabricar coches
deportivos, sino ofrecer un vehículo resistente y robusto a la vez que sencillo
y fiable. En los primeros años la idea funciono, los operarios de la fabrica
aumentaban por día y la firma decidió asistir en 1922, a la
II exposición Internacional del Automóvil de Barcelona, logrando comentarios
muy elogiosos. Fueron muchos los asistentes, incluyendo el rey Alfonso XIII,
los que se llegaron a interesar por estos coches de fabricación nacional.
Sin embargo esta joven y prometedora firma comenzó a tener serios
problemas a partir de liberar de cargas aduaneras los coches importados y
multiplicar, en cambio, los aranceles de los componentes. Los costes de
fabricación se empezaron a elevar y un Gobierno poco proclive a favorecer la
industria automovilística nacional, sino más bien todo lo contrario (los
componentes llegaban a estar retenidos en las aduana hasta tres meses) fueron
factores decisivos para el cierre de la fábrica.
Se ajustó el precio hasta llegar a las
5.000 pesetas (por debajo de coste), pero un Citroën 5 cv costaba 4.500. LORYC no aguantó mucho y la fábrica se vio abocada al cierre tras haber fabricado
casi un centenar de automóviles. La sociedad fue disuelta poco tiempo después.