Nada que ver con aquellos otros simuladores de los años
ochenta del siglo pasado.
En su formación se echa de menos una aproximación
racional al conocimiento de lo que supone la compleja tarea de conducir un
vehículo a motor, y más en situaciones de riesgo. Se ha fijado y se viene fijando
más la atención en determinadas medidas
y políticas gubernamentales, y en unl enfoque legalista de la normativa del
tráfico, y se pierde bastante la perspectiva de la seguridad vial.
La formación del conductor/a debe permite desarrollar
técnicas dirigidas a eliminar o reducir los riesgos durante la tarea y a que el
conductor integre una actitud segura, crítica y responsable hacia la
conducción.
Se ha de pretender, y conseguir, que la seguridad de los conductores y
conductoras sea consciente y dependa fundamentalmente de
sus acciones y no de las de otros usuarios o del entorno (vías, climatología,
obras. Luminosidad, etc,).
No cabe duda de que conducir en un entorno real supone
exponerse a riesgos viales y a la vez exponer a otros al resultado de acciones equivocadas por parte nuestra. En
consecuencias no sería acertado elegir la vía pública para realizar prácticas
para que alumnos y alumnas vivan experiencias de una conducción en situaciones
de riesgo. Y aquí llegan los simuladores. Una opción más de esta herramienta
pedagógica.
Ya tenemos la primera alumna que obtiene en España el permiso de conducir
de la clase B habiendo iniciado sus clases prácticas en un simulador de conducción. Se trata de una
joven estudiante oscense. De todas las prácticas que ha realizado, el 50% las
ha hecho en un simulador con tecnología que desarrolla la firma española Simumak. Supongo
que esto le habrá supuesto un buen ahorro económico.
Como
ya hemos apuntado, los simuladores permiten a las
autoescuelas, además de familiarizarse en las primeras clases con los
diferentes mandos ofrecer una formación incluso en situaciones de riesgo. Y como hemos apuntado
vivir situaciones que serían complicadas,
difíciles y peligrosas en situaciones reales.
Su experiencia ha sido muy positiva, según esta alumna, "porque te ayuda a coger soltura con las marchas y los pedales y a aprender a observar y a anticiparte de cara luego a las prácticas reales, donde llegas con más seguridad".
Además, ha podido practicar en distintas situaciones como conducción con lluvia, de noche, por caminos, con nieve y hielo... "Es muy real porque en las clases por autovía tenía esa sensación de velocidad", afirma.
La alumna en cuestión ha hecho 24 clases de media hora en el simulador y otras 24 con un vehículo real. "Yo que no sabía nada sobre coches —ha dicho —, llegué con los conceptos más asimilados e iba más suelta y con más confianza".
Las clases en un simulador tienen numerosas ventajas:
- en
principio, son más baratas que con el vehículo real,
- se acelera el aprendizaje,
- se interiorizan muchas tareas antes de subir a un vehículo real,
- se reducen las emisiones de dióxido de carbono (CO2),
- se puede tener experiencias de conducción simulada con lluvia, nieve, niebla, o bajo les efectos de drogas y alcohol.
Bienvenida
sea esta herramienta para mejorar la formación de los futuros conductores del siglo XXI.