Hoy como
ayer, y como anteayer, y como el año pasado, y el anterior. Son esos días que
anteceden a la Navidad. Las aceras abarrotadas de gente que va y viene con
bolsas llenas de compras. Las calzadas saturadas de coches que apenas pueden
avanzar. Más atascos. Más contaminación y no solo atmosférica, sino también acústica.
El conductor se irrita, se cabrea y se
desfoga presionando el claxon de su automóvil que según el Reglamento de Vehículos,
como todos sabéis, establece que ese dispositivo productor de señales acústicas
ha de emitir un sonido continuo, uniforme y de suficiente intensidad. Algunos
vehículos parece que llevan un amplificador. Y más cuando a su conductor irritado
y agresivo se le ha quedado la mano pegada al dispositivo. Pobre e iluso, no
sabe que, por más ruido que arme, la fila de coches no avanzará. Nadie diría que el mensaje de la Navidad es
el del amor, de la fraternidad, de la comprensión y de la solidaridad.
En alguna
parte he leído que nada hay que demostrar cuando todo está por demostrar, y yo
añadiría, excepto la muerte de todos nosotros que está más que demostrada.
La vida de
cualquier ser humano se configura de carencias, pérdidas y omisiones, el resto
solo es una mezquina armadura con la que creemos protegernos de esos momentos y
acontecimientos que aún siguen ahí sin resolver
porque, como muy bien sabemos, no han hecho todavía acto de presencia.
Pero hemos de saber que todo lo que hagamos ten- drá su repercusión en el
futuro. Lo creamos o no todo en nuestra vida es importante.
A lo largo de nuestra vida aceptamos, a veces, de manera sutil esa mano que nos tienden, pero
en el fondo sabemos o deberíamos saber que la fuerza ante cualquier situación
adversa nace solo de uno mientras la mente aferra el volante de ese vehículo
movido por un corazón ávido de conducir nuestra propia vida que no es otra cosa
que un viaje corto por carreteras desconocidas.
La
Navidad, cada año, es un buen momento para reflexionar y procurar aspirar a
algo mejor de lo que nos deja el año. No solo desde el punto de vista
material,sino también del espiritual.El mensaje de la Navidad es, con toda
seguridad, el del amor, la fraternidad y la solidaridad y yo añadiría el de la
seguridad vial. Virtudes y valores que no estaría mal que practicáramos a
diario.
¡¡¡Feliz
Navidad!!!