domingo, 8 de enero de 2017

AQUELLAS AUTOESCUELAS DEL SIGLO PASADO (X-1ª)

De 1970 a 1979
(Primera parte)

La década de los 70: una época de cambios.






Según una parte de la prensa de los últimos años, aquella España anterior pero inmediata a la Transición fue poco menos que un cosmos hermético, rancio, apocado, aborregado y retrógado. Vamos, un erial alejado cultural e intelectualmente de las corrientes de la época. Sin embargo algunos, durante los 60 y 70, fuimos testigos y  guardamos en nuestra memoria, no colectiva, sino personal, un brote y un desarrollo  de actividades e iniciativas en contra del Régimen y del poder establecido que eran el preludio del cambio que se avecinaba. Cambio que propició la prosperidad económica de aquellos años precedentes y que dio lugar a la llegada de una clase media, el acceso a la enseñanza, en especial a la universitaria, a la adquisición de bienes de uso, como el televisor, el teléfono y sobretodo el automóvil para el que se necesitaba el permiso de conducir. 

En la España de 1960 había un vehículo de turismo por cada 105 personas que la habitaban. En 1965 ya era uno para  40. Al iniciarse la década de los setenta teníamos un turismo por cada 14 habitantes y al finalizarla ya había uno por cada cinco españoles. No me digan que aquello no era progresar económicamente.

Cuando finaliza 1970, en España hay 135 vehículos por mil habitantes y  un censo de 4.700.345 conductores de los cuales solo el 11.27% son mujeres. Aún quedaba camino por recorrer.Al finalizar la década, ya había 266 vehículos por mil habitantes y un censo de conductores de 8.561.236 de los cuales el 21% son mujeres.

Aunque el avance es notable en cuanto “estándar” de vida nacional, éste no llega a las cotas conseguidas en países  de más elevado nivel de desarrollo, en los que la posesión del automóvil de turismo familiar alcanza por aquellos años a gran parte de la población obrera y campesina. En Europa, solo Grecia y Portugal estaban por detrás de España.

Muchas cosas cambiaron durante la década de los setenta. España pasó de la dictadura a la democracia mediante un proceso de transición ejemplar, al menos para los españoles que vivimos y padecimos la represión franquista. Fue una década de ilusiones a la vez que de incertidumbres con un serio escollo de tipo económico.
Melena, barba contestataria, botas de piel vuelta y trenca con botones de madera son elementos que estaban de moda entre aquella juventud  estudiantil, impecune, bohemia e izquierdosa que a los 18 años hacía acto de presencia en las autoescuelas para obtener el permiso de conducir, que por cierto, pagaba el papá o la mamá en la mayoría de casos.  

En 1970,  los conductores censados en edades comprendidas entre 18 y 24 años solo representaba el 17.11%.

En 1979,  los permisos expedidos a conductores y conductoras de entre 18 y 19 años alcanzó un 37.15% y los comprendidos  entre 18 y 24 ya representaban el 50.51 % de los expedidos en dicho año. La parte triste fueron los 5.194 fallecidos en accidentes de tráfico de los cuales 809 fueron en zona urbana.

Se empezaba a vislumbrar una cierta tendencia a obtener los permisos de conducir, en especial el de la clase B, al llegar a la edad reglamentaria.

En este año, final de la década, del total de permiso expedidos, el 60.58% fueron a varones y el 39.42% a mujeres.



La trenca era la prenda masculina de moda por antonomasia de aquellos jóvenes universitarios. Ellas utilizan vaquero y jersey de cuello alto. La trenca tuvo su gloria entre unas minorías en los setenta, luego se aburguesó y finalmente se popularizó. Era un abrigo de tres cuartos de “paño obrero” que adornaban con bufanda aquellos universitarios con greñas y barba desatendida. Pero aquel anhelo progresista vestido de pobreza no perduraba en el tiempo y casi siempre acababa siendo  flor de un día o de unos meses o de unos pocos años. Hasta que aquellos “progres” alcanzaban el poder y se entregaban en cuerpo y alma y de manera impúdica a la adoración de dios dinero. No tardaban mucho en abandonar la trenca para vestir de Loewe.

 Otro símbolo de aquellos años fue el Citroën 2CV. Su simpática y cariñosa imagen se divulgó y extendió asociada a una visión “hippie” del automóvil. Otros coches de la misma década, también muy representativos y populares, fueron: el Seat 127, Seat 124, Renault 12, Renault 8, Citroën GS y Simca 1200. 

 Una publicidad sobre este último modelo decía:
Los coches son como la prolongación de las personas. Por eso sirven como signos externos de muchas cosas: de riqueza, de poder, de nivel social, de lujo y, por supuesto, también de inteligencia. Como los Simca 120. Otro, sobre el mismo modelo: Coches precisos. Seguros. Pensados para responder siempre. A la medida de las personas que buscan la profundidad de las cosas. Las personas que han superado lo superfluo y no  buscan en los coches un signo externo de riqueza, sino de capacidad, de precisión, de técnica. El signo externo de la razón



¿Cómo  calificarían hoy  los publicistas anuncios como estos? ¿De filosóficos, profundos, sociológicos, inadecuados para la época, poco atractivos, excesivamente largos, inadecuados para atraer al posible comprador de la marca?

Pero dejemos aparte cuestiones sociológicas y vayamos a nuestras historias asociadas al mundo  de la autoescuela que es más propio de este blog.


Las autoescuelas, a lo largo de su historia han venido viviendo una serie de cambios a lo largo de su historia, pero primando siempre un denominador común: dar una respuesta adecuada a la demanda social para formar buenos conductores y conductoras como garantía para la Seguridad Vial.

Como vimos en la “entrada del 9 de diciembre de 2016”, no fue hasta 1969, cuando las autoescuelas tuvieron una regulación específica. Y eso ocurrió, merced a la  Orden del Ministerio de la Gobernación de 29 de marzo por la que se aprueba el Reglamento por el que ha de regirse la autorización y funcionamiento de las escuelas particulares de conductores de vehículos de tracción mecánica.
El capítulos IV lo dedica a las autorizaciones administrativas y en su artículo 34 dice que la concesión de autorización y funcionamiento es competencia de la Jefatura Central de Tráfico.
En el año en que se publica este Reglamento parece que había en España unas dos mil cuatrocientas autoescuelas. A partir de esta nueva reglamentación, y debido a la creciente demanda de permisos de conducir, comienza la petición masiva de apertura de autoescuelas.



En octubre de 1970, el Grupo Sindical de Autoescuelas de Castellón publicaba una carta (que transcribimos a continuación) dirigida a los futuros conductores de esta provincia.

Castellón contaba en 1970 con 32 Auto-Escuelas y con más de un centenar de profesores. Se habían matriculado 4.581 vehículos y se habían expedido 9.029 permisos de todas la categorías; de la clase B fueron 5.764, de los cuales 4.551 fueron a varones y 1.213 a mujeres. La parte negativa fueron los 75 fallecidos en accidentes de tráfico

Queridos alumnos: Solamente unas líneas para aclararle algunas cosas antes de que entre en este mundo nuevo para usted, que es la conducción.
Nuestras Auto-Escuelas  no son unas fábricas de hacer carnets  y después venderlos; si alguien por conseguir un alumno más le garantiza esto, dígale que nos es cierto.
Nuestra misión es ENSEÑAR y por ello nuestra enseñanza está concebida atendiendo a las más modernas normas pedagógicas para estos Centros. Estando al frente de su enseñanza, directores y profesores debidamente autorizados por la Jefatura Central de Tráfico.
Nosotros no solo damos las clases para conseguir un aprobado a la hora del examen, sino es más, ponerlo al corriente para poderse defender en la carretera y la ciudad, tras el volante de su vehículo; de esta forma cuando salga con su carnet en el bolsillo, de una Auto-Escuela, sentirá como  dentro de ella deja un poco de su corazón; nosotros con ello tenemos bastante, solamente con saber que tenemos un amigo y un buen conductor.

EL GRUPO SINDICAL
DE AUTO-ESCUELAS