(I)
temas de
ayer y de hoy y … las verdades a medias
Todos
sabemos que, en los últimos días, se vienen vertiendo, como se suele decir,
ríos de tinta sobre el negro futuro de los coches diésel.
Y
a mí, que esta movida me ha recordado aquella otra de los primeros años de la
década de los setenta en la que ya se demonizó al automóvil en general y al
coche diésel en particular. Fue motivada por lo que se dio en llamar la crisis
del petróleo. Aquella crisis también fue la excusa para implantar los primeros
límites genéricos de velocidad.
Había
que ahorrar gasolina y bajar los índices de contaminación, nos decían. El petróleo comenzará a escasear en pocos meses, nos recalcaban,
a diario. Y ya ven, cada día más automóviles y más consumo.
A
muchos conductores parece que el
combustible se lo regalan. He visto, y no precisamente en la ciudad,a más de
uno usar su coche para desplazarse doscientos metros a comprar tabaco.
Los
gobiernos de Europa de los setenta empezaron a alertar de la situación que se
avecinaba y aconsejaban la adopción de medidas de restricción, tales como reducir
la calefacción de las viviendas, los anuncios luminosos, el uso de transporte
privado, limitar la velocidad del transporte por carretera, prohibir la
circulación los domingos, circular en las ciudades los automóviles con matricula
par un día y lo impares otro, etc., etc. Hasta se habló de que ya se estaban
preparando cartillas de racionamiento del combustible. Algunos, muy pocos, levantaron,
tímidamente, la voz para expresar que
algunas de las medidas que se proponían eran antisociales. Hoy algunas de las
que se proponen también lo son o al menos lo parecen.
Por
aquellos años, el gran Mingote supo plasmar en esta viñeta, publicada en el
ABC, el fiel reflejo de lo que se le pedía a la sociedad.
Y
poco después, Francisco Umbral, con su
visión ácida y su humor irónico y crítico
de aquellas circunstancias, escribía:
Vuelven las bicicletas porque la gasolina esta cara, envenena el aire y los
pulmones. Vuelven las bicicletas porque el coche mata y destruye las ciudades,
(…). El pluriempleado nacional, que lleva contabilidades en cinco droguerías
para poder comprarse un ochocientos cincuenta, se encuentra de pronto con que lo que ahora está de moda es lo bicicleta
(…). Para comprarse una bicicleta no hace falta trabajar tanto (…). Si Europa
adopta la bicicleta, nosotros debiéramos adoptar el caballo, que es más
español, más racial y más hombre (…).
Todos
sabemos que no hay peor mentira que una verdad a medias. Y eso es lo que pasó en
aquella década de los setenta del siglo pasado y lo que está pasando en esta otra del siglo XXI con nuestra clase
política respecto al automóvil y la contaminación. La última verdad a medias
que nos están contando es la del diesel y su contaminación.