Pioneros: automóviles impulsados por un motor a vapor
Desde un punto de vista histórico, los fabricantes de
automóviles, en cuanto al elemento de propulsión de los mismos se refiere, han
recorrido tres caminos: el de los vehículos a vapor, el de los eléctricos y el de los automóviles de combustión interna. En
estos últimos años están recorriendo un cuarto, el de los vehículos híbridos,
aunque hay que decir que lo están
haciendo a “velocidad anormalmente reducida”. Y por último acaban de iniciar
otro: el de los vehículos autónomos o vehículos sin conductor.
La aplicación del
vapor al movimiento de las máquinas abre un vasto campo a la mecánica y a la
industria. Se aplica por un lado a los carruajes
que circulan por caminos de hierro en los que las ruedas marchan por un carril
constante del que no pueden separarse y, por otro, a los carruajes que recorren
caminos de tierra y que, a voluntad de su conductor, pueden cambiar de dirección en cualquier cruce
de caminos dejando uno para seguir por otro diferente.
Las ventajas de
aquellos vehículos que viajan por caminos de hierro eran verdaderamente
prodigiosas, sin embargo no dejaban de encontrarles inconvenientes: era preciso
repartir la carga entre varios carros atados unos a otros con el consiguiente
aumento de gasto por un lado y, por otro, el incremento de dificultad para manejar y
dirigir tantos carruajes enganchados unos a otros; no se pueden encontrar de
ida y de vuelta salvo en determinados parajes; no se desplazan a
derecha ni a izquierda, ni cambian de dirección porque su dirección está
predetermina por la vía una vez que se ha elegido el sentido.
Inventores, ingenieros y hábiles mecánicos, para remediar estos y otros
inconvenientes, conciben y fabrican carruajes de vapor que, aunque no tengan la extraordinaria
rapidez de los destinados a los caminos de hierro, puedan viajar por cualquier
parte, ya sea por llanura y por montaña, puedan cambiar de dirección y de
sentido y pueden parar en cualquier lugar del camino que lo deseen sus conductores.
Los primeros vehículos a vapor fueron los destinados a
desplazarse mediante raíles. Fue James Watt,
allá por el año 1769, el inventor
de la primera locomotora a vapor.
Nicolás-Joseph Cugnot, oficial de ingenieros del ejercito francés
buscaba una forma de arrastrar los grandes cañones de artillería e ideó y
construyó un primer prototipo en 1769 al que llamó Fadier. Se considera que fue
el primer automóvil. Era un triciclo con ruedas de madera, llantas de hierro y pesaba 4,5 toneladas. Un año después (1770) construye el segundo
prototipo que era una versión mejorada del anterior. Su consumo era muy elevado
debido al tiempo que necesitaba para alcanzar la temperatura adecuada para
poder desarrollar su fuerza. Éste vehículo fue protagonista del primer accidente
de la historia al chocar contra una pared. La última versión que se construyó
se encuentra expuesta en el Museo Nacional de la Técnica de París.
La carrera por lograr
reemplazar al caballo por un vehículo autopropulsado
continuó, especialmente en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos.
He aquí una recreación
del susodicho primer accidente.
Después del fracaso
del Carro de Cugnot, los
británicos atribuyen la construcción del primer automóvil de vapor destinado al
transporte de personas a Richard Trevithick. Este inventor e ingeniero
inglés, tras asociarse con Andrés Vivian, inició la construcción de su vehículo
conocido como locomotive. En su
primera prueba, la máquina se paró porque la caldera se había
quedado sin agua y, en consecuencia, el mecanismo carecía de vapor. En la
segunda, la caldera también se quedó sin agua y las piezas de madera se
calentaron tanto que la máquina se incendió. En 1802, ya estaban preparados los
planos de una nueva máquina, prevista para estar adaptada a una calesa para el
transporte de pasajeros.
En 1803 se terminó la
construcción de un vehículo que se llamó London
Steam Carriage. Se realizaron las primeras pruebas y ese mismo año
Trevithick se aventuró en un viaje desde Leather Lane hasta Paddington, desde
allí a Islington y luego regresó al punto de partida. El recorrido era considerable
y el viaje se llegó a considerar como un éxito, sin embargo este vehículo de
vapor no llegó a imponerse debido a que su mantenimiento resultaba más costoso que otro vehículo de características
similares arrastrado por caballos de sangre.
Desde 1822, en Gran Bretaña funcionaron
diligencias de vapor. La construida por Gurney realizaba el trayecto entre Londres y Bath recorriendo unos 170 kilómetros con 18 pasajeros a
bordo.
El francés Amédee Boleé
tuvo listo su primer vehículo en 1873. Podríamos decir que era una diligencia
sin caballos de sangre (la edad de oro de estos vehículos había quedado atrás).
Le llamó L´obeissante (El obediente)
por su fácil manejo. Su primer viaje por carretera fue de Le Mans a París y lo
hizo en 18 horas transportando 12 viajeros a una velocidad media de 30 km/h.
Era de tracción trasera (quizá habría que decir, para ser más exacto, de
propulsión) y estaba movido por dos motores de vapor, uno para cada rueda. El vehículo original se conserva en la colección del Conservatoire
National des Arts et Métiers de París.
Fueron muchos los inventores que construyeron vehículos impulsados por
vapor. En Gran Bretaña el vehículo a vapor tuvo sus años de desarrollo en los
años que van de 1820 a 1840. Estas dos décadas podrían considerarse como la edad de oro de
los vehículos a vapor para el transporte por carretera. Eran máquinas con
diseño avanzado y construidas por ingenieros especializados. Sin embargo
aquella naciente industria tuvo un recorrido muy corto. Puede que se debiera a
dos razones fundamentalmente: una, el gran desarrollo que tuvo el ferrocarril
en el transporte y otra que eran vehículos muy pesados que deterioraban mucho
las carreteras. Pero parece que también debieron influir inte-reses no
confesables de determinados grupos de poder económico que promovieron la
aplicación de la Locomotive Act de 1865, restrictiva ley que supuso el final de
los vehículos de vapor por carretera en Gran Bretaña y durante treinta años fue
un gran obstáculo para cualquier intento de desarrollo de vehículos autopropulsados para el transporte
por carretera. Este fue el motivo por el que el progreso del motor de combustión tuviera lugar en
países como Francia, Alemania y Estados Unidos y no en Gran Bretaña.
Una de las más modernas diligencias de vapor de la época y que empezó a circular
en octubre de 1833 es la que se
representa en el siguiente grabado
publicado en agosto de 1837 en un semanario de la época (SEMANARIO PINTORESCO).
La invención es de Mr. Church. Hizo el servicio de Londres á Birminghan pudiendo
transportar hasta cincuenta viajeros entre los asientos interiores y
exteriores. Tenía una fuerza de sesenta caballos y la virtud de no expulsar
humo alguno. Las ruedas eran anchas; la caldera estaba asegurada de explosiones
por medio de válvulas de seguridad y el movimiento bastante suave porque
disponía de una excelente amortiguación al estar montado el habitáculo sobre
eficaces muelles.
En España, como es sabido, no podemos
presumir de ser precursores de la máquina de vapor, sin embargo no faltan
autores en situar en nuestro país algunos de los primeros
locomobiles . El primero construido en
España data de 1857, y se construye en los talleres Nuevo Vulcano de Barcelona.
Fue construido por encargo de la sociedad “La Ascensión” de Amposta. Antonio Serrallach fue su
diseñador. Dos años después, los mismos talleres construyeron un segundo
vehículo de características similares.
En un automóvil construido por el
ingeniero Pedro Rivera se realiza un viaje en 1861 de Valladolid a Madrid a una
velocidad máxima de 15 km/h. y un
consumo de 47 Kg. de carbón por hora. A
este vehículo se le puso el nombre de “Castilla” y al que le sucedió se le denominó
“Príncipe de Asturias”.