lunes, 23 de abril de 2018

UNA HISTORIA DE PERSEVERANCIA Y TESÓN PARA SACARSE EL PERMISO DE CONDUCIR

LO OBTIENE DESPUES DE INTENTARLO 33 VECES DURANTE 25 AÑOS

 

Un claro ejemplo de tesón, constancia, perseverancia, persistencia o tenacidad. Es el caso del ciudadano británico Christian Whiteley-Mason, que después de 25 años, 33 intentos, 14 profesores y unos cuantos miles de libras, ha logrado su sueño: obtener el permiso de conducir para poder llevar su propio coche. 

 

No es esta una noticia de actualidad, porque Christian Whiteley-Mason tiene su licencia de conducir expedida desde el día 24 de enero de 2017. Fue noticia hace un año, pero, por no sé qué motivo, ha vuelto a aparecer estos últimos días en alguna prensa digital.



Realizó su primera prueba de conducir en 1992. Y durante la misma se subió a una acera y chocó contra una señal de tráfico.

 

Tras  56 clases de conducir, su profesor le dijo que "se diera por vencido porque nunca aprobaría". Christian, después de 11 años y de tantos intentos fallidos, por fin, en 2003 asume  que eso de conducir un automóvil quizá no es para él y abandona.

 

Nuestro protagonista siguió su vida, pero ni un solo día logró  olvidar su gran frustración. ¡Quizá algún dia…!, se decía.

 

La idea de poder conducir su propio automóvil siempre le acompañó y Christian, ya cuarentón, decide volver a intentarlo. Ahora no lo hace por ser la ilusión de su vida, sino por una necesidad. Tenía la necesidad imperiosa de poder desplazara hasta a su lugar de trabajo por sus propios medios. Se veía obligado a usar taxis o que otras personas lo trasladaran.

 

Un día se olvida de sus anteriores fracasos y decide intentarlo una vez más. La gente de su entorno, y dado que el ser humano es como es, amigos y compañeros hacen chanza con el tema, le pronostican nuevos fracasos y le vaticinan que nunca llegaría a conseguirlo. Se equivocaron.

 

Christian logra aprobar el carnet de conducir con un coche automático. Y, en esta ocasión, ha contado  con la le inapreciable ayuda de un profesor que no le dejado abandonar hasta conseguirlo. Nuestro perseverante alumno ya puede conducir el coche que siempre había querido, un Smart al que, al parecer, le llama “Percy”.

La tarea de conducir, hasta llegar a automatizar todos sus pasos,  es compleja y difícil. Y llevar a cabo el proceso enseñanza-aprendizaje de la conducción, como muy bien saben los profesionales del ramo, no es tarea fácil.


Hay personas que necesitan pocas clases prácticas para sacarse el permiso; hay otras que necesitan bastantes, pero hay algunas,  aunque sean un porcentaje pequeño  que necesitan muchas, pero que muchas clases. Y ni añadiendo  litros tila, golpecitos de ánimo en la espalda, utilizando las mejores estrategias de enseñanza, su profesor o profesora apenas perciben sus progresos, si es que los hubiera. ¿Pero cómo dejarlo después de tanto gasto y tanto esfuerzo?

 

Tres pedales para solo dos pies son demasiados para algunos. Sencillamente no han nacido para conducir un automóvil.

 

Conozco personas con una cabeza muy bien amueblada, y con todas sus  extremidades completas y en su sitio, que intentaron conducir un automóvil y abandonaron. Conozco a otras que después de derrochar esfuerzo, tiempo y dinero obtuvieron su permiso de conducir, lo guardaron en la cartera o en el bolso y nunca más cogieron un volante entre sus manos.

 

Sin embargo sea como fuere, la mayoría  de los que lo intentan, perseveran y disponen de posibles económicos, acaban obteniendo en el permiso de conducir como ha ocurrido con el tenaz Christian Whiteley-Mason. De faltarle pies para tres pedales, pasó a sobrarle un pie para dos pedales. El examen, como le hemos cantado, lo aprobó con un coche automático.

 

Como dice mi amigo, el sindicalista: que la seguridad vial le acompañe.