jueves, 9 de noviembre de 2017

LAS SEÑALES DE TRÁFICO

Origen y evolución. Un breve recorrido por su historia

Las primeras señales de tráfico las encontramos en los territorios del Imperio Romano. Eran los miliarios o piedras militares. Solían tener forma cilíndrica, raras veces oval. Se colocaban al borde de las calzadas romanas para señalar, cada mil pasos, una milla romana, equivalente a 1.480 metros. En ellos se solía tallar el nombre completo del emperador, la distancia hasta Roma u otra ciudad importante de la vía, así como datos del gobernador o la unidad militar responsable de las obras de la calzada romana en cuestión. La señalización de su red viaria fue una de las claves para la expansión del imperio.


Aquellas primitivas señales romanas tenían la misma o parecida finalidad que los ya casi olvidados postes kilométricos que jalonaban nuestras carreteras. Hoy ya son reliquias del pasado, al igual que los miliarios.


Un  gurú de la seguridad vial de nuestro país viene afirmando que en Roma ya existió una señal parecida  a nuestro STOP y que era representada por el dios Hermes con el brazo en alto. Sin embargo Eric Poehler, arqueólogo del tráfico, sostiene que no hay restos arqueológicos que permitan suponer que en Roma hubiera tal señal. Sin embargo todos coinciden en señalar el origen de las señales de tráfico en la antigua Roma.

En el siglo XIX, las bicicletas se convierten en un popular medio de transporte. A medida que aumenta el tráfico rodado, las organizaciones de ciclismo y las autoridades locales empiezan a colocar señales de tráfico con calaveras y tibias cruzadas para advertir a los ciclistas de las pendientes resbaladizas u otras situaciones de peligro. En 1895, el Touring Club Italiano inicia una campaña para mejorar las señales de tráfico en Europa.


En 1899, el Departamento de Transporte de EEUU se reúne en Nueva York para formar un club de coches, y una de sus prioridades era publicar y mantener las señales en las carreteras principales para orientar  a los automovilistas a destinos concretos


Los orígenes de la legislación vial internacional se remontan a la primera década del siglo XX, más concretamente a la Convención internacional sobre circulación de vehículos a motor, concluida en París el 11 de octubre de 1909.

Representantes de varios países de Europa, entre ellos  Alemania, Italia, Bélgica, Bulgaria, Rumanía e  Italia se reunieron en Paris y suscribieron  un Convenio sobre la circulación de vehículos a motor. En aquella  Convención ya se abordaban, en lo esencial, los problemas relacionados con la fabricación de automóviles, la admisión al tráfico internacional y la señalización. Es aquí y entonces donde los nueve gobiernos  europeos que asistieron establecen los patrones primigenios de las actuales señales y sus símbolos pictóricos.

En este  Convenio, en su artículo 8º, se obligan los países  convenidos, entre los cuales figura España, a que señalen en sus respectivas carreteras los peligros que se ofrezcan a la circulación de automóviles, a cuyo efecto se adoptó un modelo uniforme de señales, que figuran en el anejo D del susodicho Convenio para indicar con las mismas la proximidad de pendientes, curvas, pasos á nivel y cruces de caminos.

Sería el Real Automóvil Club de España la entidad encargada de la colocación de aquellas primeras señales en las carreteras pertenecientes al Estado de acuerdo con la Jefaturas de Obras Publicas de las provincias que serían las encargadas de fijar los lugares en los que se colocarían  las señales.


La expansión de la circulación de automóviles condujo a la conclusión en París, el 24 de abril de 1926, de dos nuevas convenciones mediante las que se pretendía enmendar y ampliar la Convención de 1909: la Convención internacional relativa a la circulación de vehículos automotores y la Convención internacional relativa a la circulación por carretera. Como base para la elaboración de esas convenciones se utilizaron varios textos, especialmente el proyecto preparado por el Comité especial de estudio de la circulación por carretera de la Liga de las Naciones, un proyecto preparado por el Gobierno de Francia y un proyecto preparado por el
Gobierno de Suecia en el que se contemplaba principalmente la normalización de algunas señales de advertencia de peligro.

En su artículo 9º se establecer que cada uno de los Estados contratantes se compromete a vigilar para que en la medida de su autoridad y a lo largo de los caminos no se coloquen para señalar los pasos peligrosos otros signos que los que figuran en el anejo F del presente Convenio.

En la Convención de 1926 no se abordó de forma exhaustiva la cuestión de la señalización. Para cubrir esa laguna, el 30 de marzo de 1931 se concluyó en Ginebra la

Convención sobre la unificación del sistema de señales en las carreteras.

Este Convenio citado, sobre unificación del sistema de señales, celebrado bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones, se firmó en Ginebra el 30 de marzo de 1931, y logró uniformar la señalización y añadir una serie de señales reguladoras e informativas, normalizándose también los colores de las mismas. Por ejemplo, el color rojo era determinante de las señales de prohibición, pero no en las de peligro, que debían tener algún símbolo. Se fijaron 26 tipos de señales.

Este sistema básico fue generalmente aceptado por la mayoría de las naciones europeas, y fue aprobado por España por Ley de 28 de marzo de 1933, siendo una posterior Instrucción de Carreteras la que concretó los modelos de las señales y las normas para su correspondiente colocación.






En 1948, observando que las Convenciones de 1926 y 1931 habían quedado obsoletas, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, en su resolución 147 B (VII), de 28 de agosto, pidió que se convocara en Ginebra una Conferencia de las Naciones Unidas sobre Transporte por Carretera y Transporte por Vehículos Automotores. Esa Conferencia basó sus trabajos en un proyecto de convención preparado por el Comité de Transportes Continentales de la
Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas y en la Convención Interamericana de 1943 sobre la reglamentación del tráfico automotor. Los trabajos de la Conferencia dieron como resultado la conclusión en 1949 de una Convención sobre la Circulación por Carretera y un Protocolo relativo a las señales de carreteras.

Pasaron casi sesenta años cuando en 1968 se firma en Viena, en concreto el 8 de noviembre, la Convención sobre la Señalización Vial. Fue un hito en la señalización vial. Estableció un catálogo de 146 signos.