¡otro que
no tiene ni puñetera idea de lo que dice!
Al
ver estas imágenes, me ha venido a la memoria una anécdota de mi época de
formador. No recuerdo bien el año, pero seguro que fue a mediados de la primera
década del presente siglo. Hace ya unos cuantos años. Era el primer curso para
Profesores de Formación Vial que se impartía en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Mientras estuve en activo participé en todos como profesor.
Si
la memoria no me falla, creo que era a su vez el segundo curso que se impartía
en Barcelona. En el primero también participé, ya que la empresa en la que
trabajaba ganó el concurso que a tal efecto convocó el Servei Català de Transit.
El
ABS, aunque no era mi materia, ni el tema a impartir aquel día en clase, pero
sea como fuere y después de haberse presentado cada uno de los asistentes, uno
de ellos pidió la palabra alzando el
brazo. Se la concedí y me lanzó, yo diría, que a quema ropa la siguiente
pregunta:
— si usted condujera un vehículo con ABS y se encontrase con una situación de peligro en una calzada mojada, ¿pisaría el pedal de freno y del embrague a la vez?
Se
empezó a oír un run-run en la clase. Intuí que era de desacuerdo con mi
respuesta. Incluso del fondo del aula oí que alguien largó: ¡vamos, que éste no tiene ni puñetera idea de
lo que dice! Y lo dijo en un tono de voz que sobresalía del murmullo de la
clase. Supuse, que utilizaba aquel para que yo me enterara de lo que pensaba. Y me enteré.
Transcurrido
algunos segundos y sin hacer ningún comentario les rogué que guardaran silencio
y que se manifestaran levantado la mano los que estaban de acuerdo con mi
respuesta. Apenas la llagaron a levantar un tercio de los allí presentes.
Eran jóvenes y algunos no tanto que habían superado la fase de distancia y empezaban
la fase de presencia. En pocas semanas serían profesores y profesoras de
Formación Vial. Y por lo que supe después, eran buenos profesionales.
Hoy,
cerca de cuatros lustros después, ojeando la revista TRÁFICO y viendo las
imágenes, no sé por qué he rememorado
aquella anécdota.
Quiero recordar que después de un largo silencio me
dirigí a aquellos futuros profesores y
profesoras y les expliqué lo que ustedes
ya saben, pero no está de más recordarlo.
ABS es un acrónimo. Un acrónimo, en lingüística
moderna, puede ser una sigla que se pronuncia como una palabra y que por el uso
acaba por incorporarse al léxico habitual en la mayoría de casos. También puede
ser un vocablo formado al unir parte de dos o, a veces, más palabras. El ABS responde a
las siglas de «Antilock Braking System», que en
español paladino seria: sistema antibloqueo
de frenos.
Es un elemento de la seguridad activa del coche que lo llevan instalado desde hace varias décadas. El primer coche que montó este sistema, patentado por Bosch, fue un Mercedes-Benz del año 1978.
Al principio eran sólo los
coches de lujo los que montaban el ABS, hasta que en 2004 se hizo obligatorio para
todos los coches nuevos en Europa. La anécdota
que cuento ocurrió por aquella fecha.
La
principal virtud de este sistema es la de poder seguir frenando sin que queden
bloqueadas las ruedas delanteras y en consecuencia no se pierda la
direccionalidad de coche.
Al
pisar el pedal del freno se empuja un líquido a través de unos circuitos, y dado
que un líquido no se puede comprimir, esa presión es transmitida a los frenos.
Por lo tanto, si se le quita presión al líquido podemos evitar que las ruedas
se bloqueen, sin que el conductor levante el pie del pedal. Para ello, se
instalan unas electroválvulas que cuando reciben una señal eléctrica de la centralita
del ABS, dejan pasar el líquido a un circuito diferente, liberando el freno de
esas ruedas.
Además de las electroválvulas, que son las que regulan la
presión del freno en cada rueda abriéndose y cerrándose, están: la centralita
que es la que trabaja todos los datos obtenidos, los sensores de giro en las
ruedas y una unidad de mando que es donde se decide si se deben abrir o cerrar
las electroválvulas.
¡Qué buen invento!
… si lo utilizamos correctamente