domingo, 9 de abril de 2023

DE LOS LIBROS DE MI ESTANTERÍA

 El arte de conducir un automóvil

“Tener sangre fría”

Tengo en casa una estantería, a modo de biblioteca, con varios libros. Un buen número de ellos tratan de temas de seguridad vial, de reglamentos, de historia del automóvil, del conductor y conductora, de formación vial, etc. Entre ellos se encuentra: El arte de conducir un automóvil.

 Este libro es un curioso manual escrito por el periodista parisino LBaudry De Saunier (1865-1938) en el que recopila toda un conjunto de conocimientos, reglas y principios conocidos por entonces  que debía poseer todo “chauffeur” para sacarle al coche el mayor rendimiento posible.

 Es uno de los primeros manuales que se publicaron a principios del siglo XX cuando aparece con fuerza  el coche tirado por caballos mecánicos en lugar de caballos de sangre. Fue traducido al español por el capitán de ingenieros  Guillermo Ortega.



El deseo de dar a conocer a los aficionados al automóvil el modo de conducir  hábilmente estas pequeñas locomotoras individuales es la razón que me ha movido a emprender estos estudios, decía su autor en el prólogo.

 El ejemplar que reposa en mi estantería  es una edición facsímil de 2012. El original se editó en 1908, hace ya 115 años. Acababan de aparecer los primeros automóviles  por las calles de Paris y de otras grandes ciudades.


Consta de un Prólogo, cinco capítulos, una relación de faltas que no se deben cometer y ocho artículos del Código de Carreteras, además de curiosas ilustraciones en varias de sus páginas.

 Capítulo I.-  EL CONDUCTOR

Capítulo II.- PRINCIPIOS GENERALES DE MANIOBRA

Capítulo III.-PRINCIPIOS GENERALES DE CONDUCCIÓN

Capítulo IV.-EN LA POBLACIÓN

Capítulo V.- SOBRE LA CARRETERA

 

Cuando lo leí por primera vez, el capítulo al que más atención puse, es obvio, fue al primero, el dedicado al conductor. Y la verdad es que me sorprendió.

 El señor  Baudry De Saunier afirmaba a principios del siglo pasado  que la cualidad primordial del “chauffeur” era tener sangre fría. Y a la vez, se preguntaba: ¿qué es sangre fría?

 Llega a decir, que cuatro de cada cinco conductores de su época  son peligrosos.

 Dice que del conjunto de cualidades que quisiera ver reunidas en el conductor de un automóvil escogería dos que, a la verdad, resumen casi todas.

  Hoy haré referencia sólo a la primera que según  Baudry De Saunier es innata. Se tiene o no se tiene. A fuerza de voluntad y de práctica puede adquirirse  un cierto tinte de ella; pero al primer accidente un poco serio esta adquisición superficial se borra. La sangre fría, según  el autor, es un don, se tiene o no se tiene.



“Tener sangre fría no es ser un temerario ni un audaz. La sangre fría es la cualidad que posee el hombre que ante un accidente inesperado tiene la serenidad indispensable para conjurar los peligrosos efectos de la sorpresa. La sangre fría permite una reflexión rápida, y opone a los peligros bruscos resoluciones precisas. La audacia, en cambio, no indica calma absoluta, sino que, por el contrario, denota una nerviosidad lamentable, y aunque la destreza conjure algunas veces el efecto de esta falta de razonamiento, no debe suponerse por ello que sea capaz de dominar todos los peligros”.

 

“Carece de sangre fría — sigue diciendo — y se acredita de mal conductor el que puesto al volante:

— Monta en cólera contra un guardabarrera que cumple fielmente un reglamento, disparatado quizás, pero reglamento al fin, aun suponiéndole bastante competente para demostrarlo.

 — Truena contra un rebaño que le obstruye el camino, pues el automóvil no tendrá nunca el poder de transformar los bueyes en golondrinas y de hacer que desaparezcan al sonar de la sirena.

 — Insulta a los carreteros calmosos, a los labriegos adormilados o a los muchachos aturdidos.

 — Contesta á las imprecaciones de los peatones.

 —Se irrita contra una pieza, contra un neumático, contra los rates” (fallos de encendido)



Y así sucesivamente, pues sería muy larga la lista de las ocasiones en que el conductor tiene el deber de permanecer impasible y en las que la voluntad puede suplir perfectamente la sangre fría natural.

 

En cambio, que precioso es el don de la sangre fría cuando ante una dificultad imprevista, ante un peligro inmediato que sólo puede conjurarse en una fracción de segundo, el instinto da al conductor inmediatamente la visión precisa de la maniobra que debe efectuar y le conserva la calma necesaria para realizarla.

 

Sobre este don tan raro descansa casi por completo todo el arte de conducir. Con una sangre fría impecable se juzga claramente de los caminos que son propicios para velocidades do 100 a la hora; se juzga claramente de los casos en que la lucha de velocidad con otro coche es una locura; se juzga claramente de la longitud de la etapa, de la importancia de una avería; si juzga de lo posible y de lo imposible; y sonriendo siempre, se sale del compromiso.


(Ilustracción pg 178)

 

Si la sangre fría es la primera, la más preciosa de las cualidades que debe poseer un conductor, el instinto mecánico  es sin duda alguna la que ocupa el siguiente lugar. (Hoy no diría lo mismo). Sin embargo con respecto al alcohol, lo que decia hace más de 100 años, hoy sigue  teniendo vigencia.

 Y esto es lo que escribía al respecto:

“Deberá ser sobrio. Evitará las correrías después de un buen almuerzo; desconfiará de los aperitivos ingeridos apresuradamente, de las copitas  y aun de los ponches calientes que se toman para entrar en calor y que a menudo turban la razón un instante, disipado quizás rápidamente, pero sus efectos alteran la sangre fría y llevan a la cuneta.  Un solo vaso, una copita bebida con premura, puede tener resultados  fatales. No se emborrachará, es cierto; no podrá decirse del que la toma que está embriagado, pero por lo menos  habrá de producirle una momentánea congestión, una turbación ligera que por pronto que se desvanezca puede provocar una catástrofe”.

 Un siglo después se sigue diciendo lo mismo respecto al alcohol. ¡Cuánto ha avanzado el automóvil y cuan poco lo ha hecho el conductor y/o conductora¡