sábado, 13 de octubre de 2018

LA VELOCIDAD DEL AUTOMÓVIL, PASADO Y PRESENTE

(I)
LOS PRIMEROS LÍMITES GENÉRICOS DE VELOCIDAD  ESTABLECIDOS EN ESPAÑA Y LOS PRECIOS DE LOS COMBUSTIBLES.

Por unos motivos u otros, la velocidad siempre ha sido una preocupación del hombre.
En la España del periodo que va de 1750 a 1850, el incremento de la velocidad en el transporte  fue una constante y estuvo ligado a los avances de la actividad económica, política y social. Otras razones fueron: las mejoras llevadas a cabo en la red viaria, en su firme  y en su conservación; los muchos puentes construidos en sustitución de vados y barcazas; y por supuesto, el incremento del número de caballerias destinadas a los relevos. La velocidad a la que se viajaba  a mediados del siglo XIX con respecto al siglo anterior era considerada revolucionaria.

En el viaje de Madrid a Barcelona por Zaragoza, por ejemplo, se empleaban en 1770 unas 300 horas; poco más de 14 días. En 1847, y en diligencia, se cubría esta misma distancia entre 75-80 horas, a una media, incluidas paradas, de 8,26 km/hora o 7,75 km/hora.


De Madrid a Valencia por Albacete, en 1755 y en calesa o coche, se tardaba más de 200 horas (2 km/hora). En 1822, la diligencia empleaba 76 horas (5,65 km/hora) y en 1847 tardaba 75 horas, incluidas 16 paradas, (5,83 km/hora).

Lo normal, nos dicen Santos Madrazo (1984), durante la segunda mitad del siglo XVIII, era recorrer, en posta de ruedas, en «coches de camino» o en otros carruajes alquilados, una legua (5,5 km.) en una hora, pero las paradas, imprevistos múltiples y el no circular por la noche rebajaba los promedios a 50 km diarios. Aun así, esta velocidad les parecía excesiva a algunos ilustrados, quejosos de que viajar en vehículo y a tal ritmo impide la observación que sus retinas requieren. Al respecto, decía  Jovellanos: «la celeridad de las marchas ofrece los objetos a la vista en una sucesión demasiado rápida para poderlos examinar, el horizonte que se descubre es muy ceñido, muy indeterminado, variado de momento en momento, y nunca bien expuesto a la observación analítica» ¿Qué diaria Jovellanos de viajar en coche por una autopista en el siglo XX o XXI?

Los viajeros extranjeros que viajaban por aquellos caminos de la España del siglo XIX decían: las distancias se miden por la fatiga.

Un buen ejemplo de esta afirmación es lo que nos cuenta Mesonero Romanos de su viaje de Granada a Almería, ya en el siglo XIX, en una tartana: «Nunca se apartará de mi memoria el recuerdo de aquel accidentado viaje de tres días mortales para salvar las 16 ó 17 leguas de camino, en tan especiales condiciones, que parecían remontarse a cuatro siglos de distancia. Arrastrábase el vehículo por las secas cañadas, que, a falta de otra carretera, teníamos que seguir, con movimientos bruscos y terroríficos de nuestra desdichada carreta, a cada uno de los cuales, después de persignarme, preguntaba yo al mayoral: «Pero, tío Palomo, ¿hay ejemplos de haber llegado a Almería con este carrito?» «Cómo qué! (me respondía el interpelado); yo aseguro a su mersé que, muertos o vivos, llegaremos allá, si Dios y el ganado no disponen otra cosa, el jueves a la tardesita». Y éramos el lunes al amanecer.


Pero dejemos aquí aquellos viajes y ocupémonos del título que encabeza este artículo: Los primeros límites genéricos de velocidad  establecidos en España
En la década de los setenta del siglo pasado, y con motivo de lo que se dio en llamar la “crisis del petróleo”, nos sermoneaban los políticos con aquello de que había que ahorrar gasolina y bajar los índices de contaminación. No fue una mala escusa para subir el precio del combustible. Y poco tardaron en proponer, como medida, la limitación genérica de velocidad en función de la vía y el vehículo.

Las razones  argüidas para imponer la limitación genérica de velocidad fueron: la seguridad vial y la situación del momento en orden a la economía de carburantes. 
En poco más de tres años, el aumento del precio de la gasolina había sido vertiginoso, sideral, casi de un doscientos por ciento. El incremento de la super fue de un 188%, el de la normal de un 194.15%. El diesel alcanzó el 200%.

Fue en abril de 1974, más concretamente el día 8,  cuando se publicaron en el BOE los primeros límites genéricos de velocidad en función del vehículo y de la vía.
 Casualmente, en este mismo mes de abril del mismo año y como medida para contribuir también al ahorro de energía, el Consejo de Ministros del Gobierno de Franco acuerda el adelanto de la hora legal en relación con la solar  en sesenta minutos. Y ya ven, transcurridos 44 años, como se discute ahora del tema.

Hasta el año que nos ocupa, los conductores españoles, en los tramos de carreteras y autopistas que no había un señal de limitación de velocidad específica, circulaban a la velocidad que les apetecía o que desarrollaba su automóvil. El tipo de infracción más denunciado era: velocidad peligrosa para las condiciones existentes…Las consecuencias: 3.823 fallecidos en carretera.

Es cierto que en 1974, año en el que se establecieron por vez primera los limites genéricos de velocidad, el número de fallecidos en carretera disminuyó. Así ocurrió en el siguiente año, pero no tardó mucho tiempo en repuntar.

El primer domingo de abril de 1974, la prensa nacional publicaba la siguiente nota oficial de La Dirección General de Coordinación Informativa, del Ministerio de Información y Turismo:

Conforme a la autorización que para fijar límites de velocidad ha concedido el Ministerio de la Gobernaciónen el decreto por el que se modifica el artículo 20 del Código de la Circulación, se ha dictado, previo Informe del Ministerio de Obras Públicas, una orden que se publicará y entrará en vigor el día 8 del mes en curso, en base a las circunstancias actuales de abastecimiento de carburantes y al propio tiempo para obtener los datos precisos en el aspecto de la seguridad vial.
 A dichos fines se fijan en la disposición aludida las velocidades máximas siguientes:
  • En autopistas, 130 km. por hora, excepto autobuses y camiones que no deberán rebasar los 100 km. por hora.
 • En autovías, carreteras provistas de arcén de 1,50 metros de anchura mínima o con dos o más carriles de circulación para cada sentido o, en su caso, con un carril adicional para vehículos lentos, 110 km.por hora.
  En las demás carreteras, 90 km. por hora.
 • En vías urbanas, 60 km. por hora.
 • Pueden ser rebasadas dichas velocidades, salvo en vías urbanas, • en 20 km. por hora para efectuar adelantamientos.
 •Por otra parte y al objeto de acomodar la velocidad de los vehículos pesados para el transporte de mercancías y colectivo de viajeros, a las condiciones técnicas de seguridad que hoy ofrece dicho parque automóvil y evitar al propio tiempo disparidades de circulación productoras de alteración del tráfico, se fijan como velocidades máximas permitidas, entre otras, 90 km. por hora a los autobuses y 80 a los camiones de cualquier tonelaje.
La infracción de los límites de velocidad que se establecen, se sancionará con multa de 250 a 5.000 pesetas, según el exceso apreciado, pudiendo imponerse en casos graves la sanción complementaria de suspensión del permiso para conducir por tiempo no superior a tres meses.

Aquellas sanciones con multa de 250 pts, si excedía en 10 km/h., 1.000 pts,  si eran 20 km/h., 2.000, si eran 30 km/h. y  5.000 si eran 40 km/h. o más. nos pueden parecer ridículas pero mirado con perspectiva temporal eran una “pasta”. El salario mínimo interprofesional se había establecido en 1974 en 6.750 pesetas mensuales.
Después de las astronómicas subidas experimentadas en los combustibles, la gasolina normal estaba en  17.50 pesetas/litro, la super en 20 pesetas/litro y el diésel en 10 pesetas/litro.

Nuestro parque de automóviles, a principios de año, era de 5.936.819 automóviles, de los cuales 3.803.659 eran turismos.

El número de personas que obtuvieron un permiso de conducir en 1974 ascendió a 714.958. Solo el 19.79% fueron mujeres.

La limitación de velocidad fue como una fiebre que se extendió  por toda Europa. Alemania, haciendo honor a su tradición automovilística, siguió siendo el país más rápido. No puso limite de velocidad por carretera y por autopista aconsejó no superar los 140. España quedó en la zona intermedia.



Los límites de velocidad y el precio de los combustibles estaban,  a finales de marzo de 1974, como se refleja en el cuadro anterior. La gasolina más cara la tenía Grecia y el diésel más barato, Luxemburgo.

Más del 99% de los turismos matriculados en España en el periodo que va de 1970 a 1974 eran de gasolina, aunque se empezó a notar un ligero descenso en 1974. Este descenso siguió en los años sucesivos. En vehículos industriales (camiones, autobuses y tractores) predominaba el uso del diésel y en los particulares se consumía preferentemente gasolina, aunque con el paso del tiempo la tendencia cambió.
En este año (1974) aparecieron en España cinco coches: el Mini Cooper, el Seat 133, el Renault 7, el Simca 1200 y uno en versión diesel, el Seat 132, pero su precio rondaba las trescientas mil pesetas, cifra, en aquella época, solo al alcance de unos privilegiados



En 1990, el parque de turismo equipados con motor de gasolina era de 10.774.894 y los equipados con motor diesel, 1.220798. En el pasado año 2017, los equipados con gasolina eran 10.102.648 y los equipados con diesel 13.367.879. Y ya saben lo que está pasando con el diesel en este año 2018. Sobran los comentarios.