Hasta hace poco tiempo, cuatro o cinco años atrás, la mayoría de las
personas intentaban obtener su licencia de conducir tan pronto como alcanzaban
la edad en que el sistema legal de su país les permite conducir. En los países
desarrollados, incluidos todos los Estados miembros de la UE, se ha logrado una
motorización masiva y esto ha supuesto que la mayoría de las personas, cuando
todavía son adolescentes o adultos jóvenes,
de manera formal o informal, han adquirido los aprendizajes necesarios para
aprobar el examen de conducir.
En los países desarrollados, el
tráfico ha venido siendo la causa principal de muerte de personas entre 18 y 24
años .Por ejemplo, en los Países Bajos en 2014, el 22% de todos los conductores de automóviles involucrados en accidentes
graves eran conductores entre 18 y 24 años de edad, mientras que este grupo
representaba solo el 10% de todos
los titulares de licencias. En España, en este mismo año, los conductores de
automóviles de 18 a 24 años implicados
en accidentes con victimas representaban el 11.69% mientras que este grupo
representaba el 7% del total
del censo de conductores.
Si nos fijamos en los conductores
de 65 años o más, resulta que los conductores
implicados representaban el 7.2%
mientras que su representación en el total de titulares de permisos era del 13.5%.
Curiosamente el porcentaje más
alto de conductores implicados en accidentes de tráfico con víctimas está en el
grupo que va de 35 a 44 años.
Esta sobrerrepresentación de los
jóvenes conductores en accidentes automovilísticos graves se encuentra en todos
los países desarrollados y es causada
por la edad, la falta de habilidades y de experiencia. Se acepta mayoritariamenrte que la falta de habilidades se debe principalmente a la falta de experiencia y
que la falta de experiencia contribuye más al riesgo de choque que la edad.
Hay una sutil diferencia entre la
educación del conductor y la capacitación del conductor.
Mientras que la capacitación es
predominantemente mejora en habilidades, la educación para conductores trata de
mejorar las actitudes seguras y acrecentar la disposición a ser un conductor
seguro y responsable. La capacitación
para conductores generalmente responde a un enfoque específico para mejorar las
habilidades, y a menudo también abarca la educación. (Keskinen y Hernetkoski,
2011).
Para no perder el control, el
conductor seguro y responsable busca el equilibrio entre las exigencias de la
tarea y sus propias capacidades. Este equilibrio de capacidades y demandas de
tareas basadas en la autoevaluación y la evaluación de riesgos la han denominado
calibración (Horrey, Lesch,
Mitsopoulos-Rubens y Lee, 2015) (en otra ocasión comentaremos este concepto)
Tiempo atrás, la capacitación de
conductores para prepararlos para aprobar el examen práctico tendía a enfocarse
solo en la capacitación de destrezas y comportamientos con respecto al control
del vehículo y el dominio de las situaciones básicas de tráfico. Sin embargo, en
la actualidad, la capacitación básica e inicial para conductores también abarca la
capacitación de las llamadas habilidades de orden superior, como anticipación
de riesgos, conciencia de riesgos, autoconciencia y calibración.