Mi felicitación para “Autoescuelas-K”, y para todas aquellas que ofrecen este tipo de formación. — No creo que haya muchas en España—.
He sabido de la existencia de Autoescuelas-K leyendo un artículo que encontré por casualidad en el periódico digital el “heraldo”.
En Zaragoza se ubica el “Circuito Experimental de Conducción (CEC)”. Un centro de referencia nacional de primer nivel para la promoción de la movilidad sostenible, conectada y segura a través de actividades de formación, según el “heraldo”.
La aludida autoescuela, para llevar a cabo sus diferentes cursos,
entre los que se encuentran varios de seguridad vial, utiliza las pistas del “Circuito
Experimental de Conducción”. La instalación, en
su primera fase, según leo, tiene una superficie exterior de 85.000 metros cuadrados, con circuitos técnicos
especializados para automóviles, vehículos pesados, motocicletas, 4x4, kars,
VMP y vehículos eléctricos. En este espacio, además, está la sede principal de la Fundación Educatrafic, surgida de
la Responsabilidad Social Corporativa de Autoescuelas
K.
En aquellas fechas, un servidor nunca había experimentado un subviraje ni un sobreviraje. Tampoco lo he experimentado
con posterioridad, conduciendo en vías abiertas al tráfico en general. Y
seguiré haciendo todo lo posible para que no me ocurra. Sin embargo la pregunta
despertó en mí la necesidad de experimentar esos fenómenos, el subvirar y el
sobrevirar. Seguro que depués de la experiencia sabría explicarlo mejor y,
sobre todo, ser más convincente. Lo vivido y experimentado se transmite mejor
que lo leído.
Junto con otros cuatro compañeros, profesores de autoescuela y ya jubilados como yo, hice un curso de dos días. En aquel circuito experimenté, por vez primera, lo que era un derrapaje o deslizamiento, tanto en el eje delantero como en el trasero. Y no crean que resultaba fácil el corregirlo y mantener la trayectoria correcta sin salir de la calzada.
Y también por vez primera supe de la dificultad que había para corregir
y dominar el coche cuando los neumáticos pierden adherencia. Allí entendí lo
positivo que era experimentar estas situaciones mediante un riesgo controlado.
Pero, a la vez, entendí que sería más positivo y seguro convencer a mis alumnos
y alumnas de que era más fácil aprender
y hacer todo lo posible para que estos deslizamientos o derrapes no se lleguen
a producir.
Todos, conductores y
conductoras, saben y están capacitados para poner en práctica las medidas
necesarias para que no se produzca el derrape, sea subvirando o sobrevirando,
pero no todos están capacitados para
corregirlos y hacer que el vehículo vuelva a la trayectoria correcta y
segura después de haberla perdido por el derrape.
Antes de acabar la década de los noventa hice otro curso de características parecidas. Esta vez, en el Circuito de Calafat (Tarragona) con la escuela TAC que dirigía Joan Arnella. El anterior, el de Can Padró, lo dirigió Salvador Canyelles. Tanto uno como otro provenían de la competición automovilística, ambos con excelente palmarés.
El objetivo de quienes gestionaban e impartían estos cursos, no era del todo coincidente con el que yo creía que debía ser si los cursos eran impartidos por la autoescuela.
Tanto en el curso de Can Padró como el Calafat, les he oído decir que el objetivo final era el siguiente: que los participantes adquieran los conocimientos, la habilidad y el dominio suficientes para resolver situaciones comprometidas.
El objetivo desde “Autoescuelas-K” es lograr que los conductores mejoren sus habilidades en el control del
vehículo en situaciones imprevistas o extremas mediante la asimilación de unos
conocimientos y un entrenamiento práctico, y así lograr una mayor seguridad
vial.
Es aquí donde difiero. Aunque me parezcan bien estos objetivo, es casi imposible que el participante, con tan escaso entrenamiento, integre las acciones para ejecutarlas de manera automática. Veo una dificultad y no pequeña para lograr alcanzarlos con tan escaso entrenamiento. Es difícil que los alumnos, incluso los que mejores aptitudes puedan tener, consigan, con unas pocas horas de entrenamiento, integrar de forma automática los comportamientos necesarios e imprescindibles para lograr corregir de manera correcta aquellos deslizamientos o derrapes a los que venimos aludiendo.
Yo creía y sigo creyendo,
que el objetivo principal de estos cursos debía ser que el alumno o
participante, fuera novel o con algunos años de experiencia, y después de haber
experimentado todo tipo de derrapes, llegue a
tomar conciencia de:
- que
conduce peor de lo que el mismo se cree,
- que
dominar el vehículo en tales situaciones es muy dificil, porque no lo esperamos
y la ejecución de la tarea no la tenemos automatizada.
- que
siempre es mejor y más fácil prevenir que corregir un derrape (esto está al
alcance de todos),
- que
conozca los factores de riesgo y las medidas preventivas y las aplique para que
el derrape no se llegue a producirse,
- que
tiene un vehículo, no para tomar parte en un “rally”, sino para realizar desplazamientos
tranquilos y relajados.
Las ventajas, los beneficios, lo relevante y lo meritorio de estos cursos podemos resumirlo en:
·
La
posibilidad de reproducir la conducción en bajas condiciones de adherencia.
·
Poder
realizar todo tipo de ejercicios que
ayudan a comprender de una manera clara y rápida distintos comportamientos del vehículo.
·
Experimentar situaciones críticas de conducción a baja velocidad
para eliminar riesgos.
Todo conductor o conductora ha de tener siempre presente que cuando los neumáticos de su automóvil pierden la adherencia es muy difícil controlar su trayectoria y no acabar fuera de la calzada o empotrado contra un árbol o contra el vehículo que nos viene de frente. Esto lo habrán vivido estos pasados días algunos conductores y conductoras y seguro que se acordarán de la dichosa “Filomena” el resto de su vida.
Para subsanar las carencias de los conductores han venido Los Sistemas Adelantados par ayuda al Conductor (ADAS). Pero esto es otra cuestión.