Texto publicado en: www.lavozdegalicia.es
Las turborrotondas «no existen en el reglamento» y
obligan a las autoescuelas de Vigo a adaptarse
«Con los cambios municipales, las glorietas se vuelven intersecciones y
dejan obsoleta la enseñanza»
Desde que el Concello implantó el pasado
año la primera turborrotonda en la Gran Vía, han sido varias más las que se han
sumado a esta suerte de reforma vial. Las delimitaciones en las de la avenida
de Europa con Samil, Coia, Castrelos con Portanet y junto al colegio del Amor
de Dios en Navia han hecho que el método de enseñanza de la conducción en
rotondas haya tenido que modificarse en las autoescuelas.
El presidente de la Asociación Provincial
de Autoescuelas y director de la autoescuela Anxo, Alfonso Bastos, apunta que
las turborrotondas «delimitan los carriles por los que se puede acceder a cada
salida», lo que provoca que «se conviertan automáticamente en intersecciones».
De este modo, la normativa recogida en el
Reglamento de Circulación respecto a rotondas pasa a no poder aplicarse a este
nuevo diseño. Andrés Bugallo, director de la autoescuela Faro, indica que
«enseñar a los alumnos el empleo de la turborrotonda es más sencillo que
enseñar cómo circular por una glorieta estándar». Bugallo señala que «casos
como el de la Gran Vía favorece la fluidez, porque una rotonda con dos únicas
salidas no tenía sentido, pero en los demás se convierten en cruces con forma
de rotonda».
El problema parece reducirse a una
cuestión de concepto, explica Felipe Remón, profesor de la autoescuela
Castelao. «El término turborrotonda como tal es incorrecto, no existe. En el
reglamento no existe tal estructura y se interpreta como una simple
intersección, no como una rotonda». Recalca que «al final, se trata de cruces
con sentido giratorio».
César Pérez, director de la autoescuela De
Luis, indica que «la construcción de las turborrotondas echa abajo la fluidez
de tráfico que perseguían las rotondas tradicionales», que habitualmente se
construían en cruces con múltiples direcciones para simplificar el proceso. Su
opinión es que suelen provocar problemas «dado que los pequeños tramos de línea
discontinua que sirven para abandonar la rotonda desde dentro son utilizados
para cambiar de carril» al no existir ninguna especificación concreta en la
normativa en este sentido. Las califica sin tapujos como «una involución,
volver a lo que había antes».
José Giráldez, profesor de la autoescuela
Doblada, afirma que las turborrotondas «introducen un fenómeno externo en la
enseñanza». Para este docente, lo importante «es habituar desde el principio a
los alumnos a diferenciar entre esta innovación en las intersecciones y las
rotondas tradicionales, en las que las salidas siempre deben tomarse por el
carril exterior».
José Luis Pazó, director de la autoescuela
Pazó, resume la cuestión señalando que la introducción de las turborrotondas
«envía señales confusas a los usuarios, pues combina estructuras y normas que
no coinciden». Recalca que, en muchas ocasiones, «los conductores circulan por
las turborrotondas como si lo hiciesen por una glorieta, utilizando el carril
externo», y considera clave introducir formación al vial al respecto y aclarar
los términos. Está de acuerdo con Bugallo en valorar positivamente la primera
turborrotonda introducida, la de Gran Vía («sí es oportuna ya que resulta
intuitiva»), pero no las que vinieron con posterioridad («generan confusión»).
Pazó duda de la reducción de
siniestralidad registrada por el Concello desde la introducción de las
turborrotondas. Cree posible que «al existir líneas continuas, la mayoría de
accidentes acaben resolviéndose entre los conductores sin intervención de la
policía, lo que provocaría que se escapasen de los datos oficiales».
Iria Cuadrado, profesora de la autoescuela
Olívica, apunta que «la formación acerca de las turborrotondas debe dirigirse
no solo a los alumnos de las autoescuelas si no a toda la población, ya que es
un elemento desconocido». Para ella, el problema se encuentra en «introducir
conceptos que no aparecen en el reglamento y no prevenir la formación necesaria
para ello». «La formación es importante», zanja.
«Debe existir
una señalización específica para que la gente sepa hacia dónde va»
Otro de los grandes problemas que
identifican los profesores de autoescuelas respecto a las turborrotondas es el
de su precaria señalización. Felipe Remón asegura que «están fatal señalizadas,
con las marcas muy cerca y sin especificar si puedes o no realizar cambios de
sentido». Refiriéndose en concreto a la de Castrelos con Portanet, señala que
«el carril de la derecha está mal señalizado porque indica que se puede seguir
de frente cuando realmente te obliga a salir hacia Portanet».
José Luis Pazó, por su parte, afirma que
lo más importante en este caso es «que la gente sepa que existan, que haya una
señalización específica para ellas para que todo el mundo pueda saber hacia
dónde va cuando abandona la turborrotonda».
Andrés Bugallo es de la opinión de que se
«necesita tiempo y una mejoría en la señalización», para lo que César Pérez
sugiere ubicar las señales con las flechas blancas que indican la dirección con
mayor antelación, «pese a que el reglamento indica que con 50 metros es
suficiente».
También hace hincapié en que «el
mantenimiento de las líneas continuas de las turborrotondas es fundamental»,
puesto que «que si las marcas se borran supondría un problema adicional».