miércoles, 4 de septiembre de 2019

PÓNTELO, PÓNSELO


Parece que fue ayer, pero ya han transcurrido casi treinta años. Corría el año 1990 cuando, de manera novedosa para aquellas décadas, la administración, gobernada entonces por el PSOE de Felipe González, comenzó a inundar los medios de comunicación con una campaña a favor del uso del preservativo, bajo el eslogan: “póntelo, pónselo”.

En aquellos años los preservativos eran un producto tabú. Había pueblos donde no te los vendían en ninguna farmacia, por razones religiosas o porque como les daba vergüenza no los tenían.

Aquella campaña del gobierno, que tuvo una gran difusión, generó un gran revuelo social y sirvió, al menos, para normalizar el uso del condón.

Para bien o para mal, aquel eslogan caló en la sociedad y corrió mejor suerte que la propia campaña. Pasados unos años, el “póntelo, póselo” pasó a ser eslogan de una campaña de seguridad vial, haciendo referencia, en esta ocasión, al casco del motorista, porque la DGT se había percatado que la mayoría de los fallecidos en accidente de tráfico con motocicleta no llevaban puesto el caso.


 “Estampitas de coches” es el título de un libro editado por La Confederación Nacional de Autoescuelas en 1995. Javier Corominas, el que fuera Jefe Provincial de Tráfico en Palma de Mallorca, es su autor. Tiene ilustraciones del ibicenco Vicent Roig-Francolí, “FRANKY”, galardonado por la Jefatura de Tráfico en reconocimiento a la labor de educación vial que de manera indirecta reflejan sus dibujos publicados en Prensa.

El libro reúne, en sus 130 páginas, una serie de artículos y relatos divertidos de su autor relacionados con el automóvil y su entorno. En esta ocasión  reproducimos uno de ellos referido al eslogan de:

“ Póntelo, pónselo”.

“Que no os vengan con monsergas, no os dejéis embaucar, no es lo msmo con el chisme puesto que sin él. Al colocároslo sentís la sensación de perder parle de vuestra maravillosa libertad; luego, el placer ya no será igual o notaréis encerrados, sujetos, envueltos en algo artificial que aísla y presiona  vuestra carne. Hay que señalar también la agresión que supone a vuestra sensibilidad estética, porque algunos de estos artilugios son verdaderamente horrendos. Bueno, pues a pesar de todas esas premisas negativas, bien válidas, y prescindiendo de lo que digan las campañas oficiales, el clero, las cartas al director, vuestros padres, vuestros tíchers  o el sursum corda, yo me permito aconsejaros que sí, que os lo pongáis, tíos porque el casco tal vez resulte incómodo, antiestético, corte el viento dela cara y, con él, parte del placer de la velocidad, y os aísle algo de las sensaciones  exteriores, puede ser, quizá sea verdad, pero si os pegáis la piña nada va a ser tan eficaz para proteger vuestro preciado coco (al que tanto amáis) y vuestras queridas vértebras cervicales (que también estimáis  mogollón) como un buen casco.

Ojalá  no os deis nunca la castaña, pero, por si acaso, más vale que os mováis por ahí con el cacharro puesto”.