SOLUCIÓN SALOMÓNICA
Hace pocos días se celebró
un pleno en el Senado para debatir y aprobar el Proyecto de Ley por
el que se quiere modificar el texto refundido de la vigente Ley de Tráfico.
El
texto remitido por el Congreso al Senado no tenía el consenso de los
representantes de los distintos partidos. Se han presentado varias enmiendas y
tras las consabidas defensas de las enmiendas presentadas, nuestros sesudos y sesudas señorías de la
cámara alta han aprobado la disposición adicional tercera presentada a través
de un acuerdo en forma de transaccional, quedando la redacción del texto en
cuestión de la siguiente forma:
“Para la obtención de un
permiso o licencia de conducción se podrán establecer cursos de concienciación
y sensibilización, que podrán impartirse también on line siempre que se asegure
la interacción a través de un aula virtual. El contenido y forma de los
mismos se determinarán de forma
reglamentaria, previa consulta a los expertos de seguridad vial, así como a las
asociaciones de víctimas”.
Según
he leído en la prensa los representantes de ambos modelos de autoescuela han
quedado más o menos satisfechos. Yo he quedado decepcionado.
Entre
otras consideraciones, habría que recalcar la relevancia para la seguridad vial
de la aprobación de un módulo de concienciación vial.
Nuestro punto de vista es coincidente con aquellos que lo defienden. Un módulo como éste es
un requisito indispensable para mejorar la seguridad vial. Así lo considera también el “Study
on driver training, testing and medical fitness (2017)”, encargado
por la Unión Europea. Pero no
implementado de la forma que más convenga al interés económico del tipo de
negocio de la autoescuela, ya sea la tradicional o la de tipo online.
Particularmente defiendo la presencialidad muy por encima de lo digital.
En este tipo de aprendizaje educacional hay que trabajar, muy mucho, valga la
expresión, las actitudes y las emociones hacia los factores de riesgo y no tanto
los conocimientos.
El aprendizaje de los conocimientos, ya se viene haciendo cuando los
alumnos y alumnas se preparan para superar el teórico.
Ya va siendo hora de que nos convenzamos de que si la persona que conduce
se salta un Stop o un semáforo en rojo o adelanta en una curva sin visibilidad
invadiendo el sentido contrario o circula a 190 km/h no es porque desconoce lo
que dice el Reglamento de Circulación al respecto. Es sencilla y llanamente porque no quiere hacerlo.
Lo vengo defendiendo desde hace años y con cierta frecuencia: la
seguridad vial se sustenta sobre estos tres pilares: el saber qué se ha de hacer, el saber cómo hacerlo y el querer hacerlo.
Y para trabajar esto es mucho mejor, más eficaz y más eficiente la presencialidad.
De acuerdo con este
planteamiento, cualquier actividad de educación vial que no pivote los sobre los
tres ejes mencionados será poco efectiva
para prevenir los factores de riesgo y aumentar la seguridad vial.
Hace pocos días he leído lo siguiente y lo suscribo en su totalidad: “sin emoción, el proceso de
aprendizaje es más difícil y la presencialidad se ha mostrado básica e
insustituible”.
Si perdemos la presencialidad, perdemos la esencia del aprendizaje y la
educación.