Acabo de encender en móvil y en su pantalla me
aparece: “Mañana 37° en...; 5° más que
hoy”.
Un grado más, solo uno y mañana puede ocurrir que el flujo denso
y espeso de mi sangre se detenga cual viejo tren de madera arrastrado por una centenaria
y pesada máquina de carbón que, entre jadeos, pide su jubilación.
¡Qué ola de calor, Dios
mio! Cuesta dormir, leer y escribir. Y a mi edad aún más.Se derrite el helado
del cucurucho, si tardas segundos en degustarlo, se derrite el chocolate, se
derriten los casquetes polares y, yo diría que se desgastara hasta la cuenta
corriente de tanto gasto para proporcionarnos un microclima fresquito donde
nuestros abatidos cuerpos puedan descansar. Entretanto, el Estado y las compañías
eléctricas se frotan las manos por aquello de la facturación y los impuestos. Se
seca el paladar y la lengua. Y hasta el caletre de algunos políticos.
He leído, mientras trato de sobrevivir a estas
sucesivas olas de calor, que la Plataforma de Autoescuelas Digitales (PAD) y el
movimiento por la educación vial libre #WantoDrive (¿?) han elaborado un análisis y han llegado a
la siguiente conclusión: sacarse el
carné de conducir costará, de media, cerca de 450 euros por alumno si sigue
adelante la reforma de la Dirección General de Tráfico (DGT).
Según el documento, el 80% de los municipios españoles
no cuentan con autoescuelas, es decir, el 52% del territorio nacional (el 12,3%
de los españoles). Dicen que el sobrecoste vendría, en parte, motivado por los
desplazamientos para asistir a las 8 horas de clase previstas.
Creo que la conclusión a la que han llegado estos que protestan
de la formación presencial de 8 horas en la autoescuela porque encarecerá en
cerca de 450 euros la obtención del carné de conducir es más producto de estos calores que de un análisis
serio y riguroso.
Sus “apps”, como ya
escribí en otra ocasión, pueden ser apropiadas para adquirir información y
conocimientos para superar el examen teórico, pero no para un curso de sensibilización
y concienciación sobre factores de
riesgo cuya finalidad esencial sería una formación basada en el cambio de
actitudes y no en una mera transmisión de conocimientos.
Es posible que puedan
resentirse las cuentas de resultados de
sus negocios, pero se puede afirmar que cuidar los beneficios de la seguridad
vial está por encima de cualquier beneficio mercantilista.
Por otra parte, el
tener un porcentaje alto de aprobados, argumento que ya han esgrimido en
ocasiones anteriores, no significa que
esos preconductores vayan a tener conductas seguras al volante de sus
vehículos.
Esta Plataforma de Autoescuelas Digitales (PAD) ha vuelto a la
carga en defensa de sus propios intereses, que no de la seguridad vial. No he
oído ni leído de sus portavoces un solo argumento, excepto un discutible y poco
riguroso estudio del sobrecoste, para estar en contra de esta formación presencial
sobre sensibilización y concienciación en factores de riesgo, que medita
implantar la DGT y que, dicho sea de paso, la enseñanza presencial obligatoria en
la autoescuela ya está establecida en varios países de la Comunidad Europea.
En Alemania, por ejemplo, país donde tanto nos gusta mirarnos,
para obtener el permiso de conducir es preciso haber seguido un periodo de
aprendizaje en una autoescuela. Éste debe acreditarse ante el examinador con un
certificado.
Otro ejemplo lo tenemos en Austria donde
sólo puede solicitarse el permiso de conducir después
de haber recibido clases prácticas y teóricas en una autoescuela autorizada. Una
vez que se ha recibido el número de lecciones requeridas, en las que no podrán
faltar clases de conducción nocturna y en autopista, el alumno puede
presentarse al examen de conducción.
En Dinamarca sólo puede aprender a conducir en una autoescuela, y el aspirante debe
recibir un mínimo de 26 horas de formación teórica y 22 horas de formación
práctica.
La Confederación Nacional de Autoescuelas (CNAE) ha salido al paso de estas
afirmaciones que circulan estos calurosos días y ha negado de manera rotunda
que las ocho horas de formación presencial vayan a suponer un sobrecoste para
la obtención del permiso de conducir. De hecho, ha insistido en que es “falso,
un bulo sin ningún fundamento” que lo que pretende es “confundir y alarmar a la
opinión pública”.
CNAE ha aprovechado
para asegurar que también es falso que haya gran parte de la población en edad
de obtener el carnet sin una autoescuelas cerca. “Ningún habitante de España,
que sepamos, se ha quedado con las ganas de sacarse el carnet por falta de autoescuela”,
ha dicho su presidente.
Por último, el presidente de la CNAE ha valorado que la ‘España vaciada’
“tiene muchos más problemas con la digitalización, pues extensos territorios y
multitud de lugares carecen de la cobertura necesaria, que con las actividades
presenciales”.
Por otro lado, fuentes de la Dirección General de
Tráfico (DGT) insisten que una posible reforma que contemple la obligatoriedad
de recibir 8 horas de clases presenciales para acceder al examen teórico del
carné no tendría un sobrecoste para los alumnos.
El debate no es si va
a salir más caro o no (que va ser que no) el sacarse el permiso de conducir. El
debate debiera ser otro: si la formación presencial que impulsa el Director General
de Tráfico es la adecuada o no, si será efectiva o no para evitar o cuanto menos
paliar la violencia vial que vemos en nuestras calles y carreteras, si la
seguridad vial de nuestros jóvenes conductores y conductoras se verá mejorada
con esa formación presencial, en definitiva si queremos mejorar la formación
del conductor y por ende la seguridad vial
Aquí es donde debe estar
el verdadero debate, pero de estas cuestiones, ni pio.