lunes, 29 de septiembre de 2014

LA MUJER Y EL AUTOMÓVIL (II)

Pioneras al volante de un automóvil

Allá por el año 1905, en  el periódico el HERALDO DE ALCOY, se publicó como noticia el siguiente evento:

La multimillonaria viuda del célebre Cornelius Vanderbilt acaba de quitarse el luto, y naturalmente, se ha quitado el dolor también. Inmediatamente ha creído necesario demostrar a la alta sociedad neoyorkina que su buen humor sobrevive, y ha organizado en su hotel una fiesta original. Todos los invitados asistieron vestidos de “chauffeurs” y “chauffeuses”. Se llevó a tal extremo el rigor que las damas cubrían sus bellos ojos con esas malditas antiparras automovilistas que parecen invención de un bizco malhumorado. (…) todo el mundo salió de la fiesta en su automóvil.

          El término chauffeur se había impuesto en el mundo entero y el de chuaffeuse empezaba a utilizarse.  Así llamaban a las primeras mujeres, que desafiando los prejuicios de aquella sociedad, se atrevieron a ponerse a los mandos de un automóvil. La feminización del nombre (chauffeuse)  comienza a ser usual por parte de la mujer, sin embargo, plantea la burla de algunos periodistas y de otros sectores de la sociedad.
         
          A finales del siglo XIX, varias mujeres parisinas solicitaron autorización para ser cocheras. Las examinaron de teoría y de práctica. Ninguna pudo ejercer la profesión por no haber aprobado. Las parisinas no cejaron  en su empeño y en 1907 quisieron ejercer de chauffeuse y… lo consiguieron.

         
     Por aquella época la prensa nos cuenta que entre los chauffeurs y chauffeuses de Berlín existe gran tirantez y que hasta la policía ha tomado sus precauciones para que no lleguen a las manos. El motivo no era otro que la decisión de un grupo de mujeres berlinesas  de ganarse la vida ejerciendo también de chauffeuse o como diríamos en español, choferesa, mujer que, por oficio, conduce un automóvil.


     Cuando los chauffeurs  berlineses  se enteraron, pusieron el grito en el cielo porque, según ellos, estas mujeres les dejarían sin trabajo. Pronto convocan una reunión para ver la manera de defenderse de aquellas féminas. Las futuras choferesas de Berlin  no se amilanan por ello y celebran su cónclave para discutir el modo de salirse con la suya.


       La mujer chauffeuse preocupa, crea animosidad y altera las reglas de representación de la identidad del hombre. También es un paso para emanciparse. La mujer vive con el automóvil un nuevo concepto de la movilidad.  La mujer al volante, y en posesión de un automóvil, mantiene la posibilidad de salir del papel que le han venido asignando.
          La mayoría de la sociedad europea de aquel entonces considera que la mujer no debe conducir un automóvil por oficio. Ni por oficio ni por diversión. Esta actividad, argumentaban, no es propia de una mujer. Es una tarea sólo para hombres. Así era aquella sociedad en las primeras décadas del siglo XX. Einstein dejó dicho: Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Y aquella sociedad tenía muchos.

          En el esquema social de aquellos años, la mujer está sujeta al hombre, depende de sus acciones. Los movimientos feministas siguen siendo pocos, y la legislación no apoya a la mujer, no  coloca a ambos sexos en igualdad de condiciones. La mujer, por ejemplo,  no tiene derecho a votar. El hombre monopoliza el salario. Es el cabeza de  familia que regula y controla el patrimonio familiar hasta su muerte. La aparición del automóvil  no elimina esta situación. Las normas  siguen siendo las mismas, pero se inician, aunque tímidamente y en círculos muy reducidos, algunos movimientos contrarios a la función social que viene desarrollando la mujer.

          El automovilismo era exclusivo del hombre, bueno, de algunos hombres afortunados como duques, marqueses y banqueros. El privilegio del uso del automóvil se lo repartían entre la parte masculina de la nobleza y la nueva y poderosa burguesía. Pocas mujeres tenían cabida en aquel entorno. No obstante  la mujer fue abriendo su espacio, aunque de una manera lenta y poco a poco.

          Primero aparecieron como pasajeras, más tarde como espectadoras de lo que hacía sus maridos con los coches. Con el auge de la industrialización y  la comercialización, la mujer posa junto a sus cónyuges, eso sí,  siempre por el bien de la firma. En poco tiempo,  los publicistas reclaman su presencia para que aparezcan junto a esta o aquella marca.


     De acuerdo a la condición social, sus relaciones personales y su voluntad de emancipación, la mujer alcanza diferentes grados en su relación con el automóvil: espectadoras, pasajeras y prestando su imagen para alguna marca.  Es así como se van introduciendo en aquel “mundillo”. Acceden  a él en diferentes  etapas y a través de diversas funciones y  en diversos grados.


          Fueron varias las féminas que,  no conformes con el papel que el hombre quería asignarles, decidieron participar en aquel cerrado mundo del automóvil de manera activa y por iniciativa propia.

          Aquellas pioneras  se sublevaron contra las normas, las costumbres y los prejuicios y lucharon para cambiar el rol  que le había asignado aquella sociedad masculina e intransigente en la que les tocó vivir. Empezaron a conducir automóviles, a participar y competir con el hombre en las pruebas automovilísticas que se convocaban. Las mujeres que intentaron manejar uno de aquellos automóviles de finales del siglo XIX y principios delo XX  representaban un movimiento de liberación, un espíritu de modernidad y un total desacuerdo con los valores tradicionales. Hay que decir que la revolución del automóvil viene cuando la mujer empieza a conducir.

Tres fueron las mujeres que, a finales del siglo XIX y principios XX, se significaron por querer igualarse a los hombres en el manejo de aquellos vehículos: la duquesa de Uzés, la baronesa Helène Zuylen von Nievelt y Camille du Gast.

LA DUQUESA DE UZÈS

          Fue la primera mujer, junto con Camille du Gast  que consiguió obtener, allá por el año 1897,  un permiso equivalente a la licencia de conducir. La duquesa fue también la primera mujer a la se impuso una multa por exceso de velocidad. Por esta infracción tuvo que comparecer en el juzgado de guardia.

          Quedó viuda después de tan sólo 10 años de matrimonio. A partir de entonces  fue una mujer independiente económicamente y socialmente y  dirigió su vida y sus hazañas a su antojo. Murió con 86 años.
          
          Como no la quisieron admitir en aquel círculo cerrado del Automibile Club de France, fundó en 1926, salvando todos los obstáculos el Automovil Club de Francia de la Mujer y se convirtió en su presidenta.





LA BARONEZA ZUYLEN
          La baronesa Hélène van Zuylen van Nijevelt formaba parte de la la jet de Paris. Pertenecía a una  prominente familia de banqueros de Francia y era la esposa del primer presidente del Automóvil Club de Francia. Fue  una figura deportiva en la vida parisina. Colaboró con su amiga, la poetisa inglesa, en cuentos y poemas. Tomó parte en varias carreras automovilísticas: la Paris- Amsterdam, la Paris-Berlín y la Paris-Madrid.




CAMILLE DU GAST
       Esta mujer fue una gran deportista. Practicaba esgrima, tiro con rifle y pistola, vuelo en globo, etc. Cuando su marido compra un Peugeot y un Panhard Levassor, ella se aficiona al automóvil y disfruta conduciéndolos.
       Enviuda a los pocos años de casarse y se convierte en una rica heredera. Fue entonces cuando dedica su vida a la práctica del deporte, sobretodo el automovilismo. Su pasión por la velocidad le hace participar en algunas pruebas automovilísticas. Participa  en la carrera París-Berlin con el Panhard Levassor de su marido de 20 HP y termina en el puesto 19  de su categoría y en el  33  de la general  a pesar de que competía  con un automóvil que no había sido diseñado para carreras. 
       Se ganó la confianza del barón de Turckheim, dirigente de la compañía que fabricaba los automóviles De Dietrich y la contrató como piloto de sus automóviles.

          En 1903 varios modelos de la marca De Dietrich participan en la carrera París-Madrid. Uno de aquellos modelos lo conduce Camille du Gast. Salió en el puesto 29. A lo largo de la carrera fue adelantando a otros chauffeurs,  llegando a estar en la 8ª posición cuando paró para ayudar a otro participante que había tenido un accidente. Marcha en el puesto 44 cuando se suspende la carrera  en Burdeos a causa de los accidentes mortales habidos  no solo entre los participantes sino también entre el numeroso público  que presenciaba la carrera.

          Su carrera como piloto de automóviles se ve truncada  cuando los dirigentes del Automóvil Club de Francia prohíben a las mujeres participar en las carreras citando como factores importantes en su decisión "nerviosismo femenino" y el temor de que una mujer pueda sufrir lesiones graves. Du Gast protesta esta decisión pero no consigue nada. Su espíritu  combativo hace que cambie a otro tipo de competición: las carreras de lanchas motoras.

          Camille du Gast, admirada por unos y odiada a otros, no dejó indiferente a nadie. Gordon Bennett, editor  del New York Herald, llegó a describirla, debido a su perfil multideportivo, como la mejor deportista de todos los tiempos.



jueves, 18 de septiembre de 2014

FALTAN EXAMINADORES…

Faltan examinadores…el cuento de nunca acabar. En mi tierra se diría: el cuento del haba que nunca se acaba. Es un problema endémico cuya solución no parece tener fin por una serie indefinida de demoras.     
          De un tiempo acá se lee en algunos medios de comunicación que faltan examinadores en varias provincias. Dicen que el problema es grave en varias de ellas; así lo que apuntan fuentes que provienen de las asociaciones de autoescuelas, más concretamente de CNAE, organismo que agrupa a la mayoría.

-        “Una de cada cuatro provincias padece escasez de examinadores, pese a la gran disminución de la actividad”. (Revista AUTOESCUELA).
-         “Atasco en el examen de conducir”. “Los aspirantes sufren aplazamientos de las pruebas por la falta de personal”. (elpaís.com).
-        La falta de examinadores colapsa las autoescuelas de Barcelona”. (La Vanguardia).

(…) Ponga la DGT las condiciones que crea oportunas, fije los           requisitos que ha de reunir el personal examinador, supervise el desarrollo de las pruebas, reglamente y controle, pero      transfiera la gestión del sistema a manos privadas, pues tal y     como está ahora sólo puede ir a peor, con el consiguiente da-   ño para quienes no tienen la culpa de nada; nos referimos a las autoescuelas y a los ciudadanos que quieran sacarse el          carné.(Revista AUTOESCUELA. Enero 2014)

          Hay otras fuentes que dicen casi lo contrario, o que el problema no es tan grave como dejan ver las asociaciones de autoescuelas. Estas otras fuentes tienen su origen en la Asociación  de Examinadores de Tráfico.

“Los funcionarios examinadores asistimos con incredulidad a la campaña mediática en la que, con gran despliegue de medios, se habla de falta de examinadores en nada menos que 17 provincias (…) Y como no podía ser de otra manera, ellos proponen como solución, la privatización e imaginamos que pretenden la gestión, como ya lo hacen con los cursos de sensibilización y reeducación vial del permiso por puntos y los cursos formativos para nuevos profesores de autoescuela. Sería ya tenerlo todo y en exclusiva”. (ASEXTRA).

          Desde la Dirección General de Tráfico se reconoce que faltan examinadores pero no cubrirán las bajas por jubilación.  Su directora, al parecer, sólo ofrece la "reubicación" de personal y rechaza la privatización del servicio. (Heraldo.es.10/4/2014)
          Un sector de las autoescuelas pide que se privaticen las pruebas y, en consecuencia, que sean empresas privadas las que realicen este cometido. En Austria hay examinadores públicos y privados, dependiendo de la región del país y no creo que los conductores austriacos sean ni mejores ni peores que los españoles. Los funcionarios examinadores, como es lógico,  no están por la privatización de  los exámenes de conducir. La DGT parece que tampoco.
          Surgen, también, voces a favor de traspasar esta competencia a las comunidades autonómicas  que ya tienen transferida la formación (Cataluña y País Vasco).

          ¿Quién tiene razón? ¿Hay alguna solución viable a medio y largo plazo?  ¿Hay alguna que deje satisfechas por igual a las partes implicadas: clientes, autoescuelas, examinadores? Lo cierto es que, en aras a un servicio público de calidad, Administración y administrados están obligados a buscar una solución duradera, eficaz y eficiente.

La Dirección General de Tráfico, mientras tanto, parece que sólo piensa en reducir el número de exámenes por jornada y funcionario examinador o espaciar las fechas de las convocatorias. Ha ocurrido otras veces. En esta ocasión terminará por ahogar a la autoescuela. En estos momentos,  si no están en la UVI poco les falta.
          Una buena solución sería la de aumentar la plantilla de funcionarios examinadores hasta poder absorber el número de aspirantes en cada provincia. Quizá sea la mejor. Se crea empleo público y contentaría a la mayoría. Estamos en tiempo de recortes, parece que alegan los no partidarios de esta medida. Pero yo me pregunto: ¿el examinando no paga por anticipado el servicio que demanda? Vamos, que no es como cuando pedimos cita para el médico de la Seguridad Social que nos visita gratis. Bueno, lo de gratis es un decir. El aspirante a conductor paga al día de hoy por el servicio que solicita 89.40 euros que no son pocos euros para un “mileurista”. Son casi 15.000 de las antiguas pesetas. Para los que ya tenemos bastantes años, calcular en pesetas, nos hace entender mejor el coste de los servicios.

          Las autoescuelas, desde el año 1968 en el que la Jefatura Central de Tráfico asume la competencia de los exámenes, han pasado por épocas en las que han faltado profesores o examinadores o ambos a la vez.  También ha habido épocas, y por desgracia las sigue habiendo, en las que han escaseado los clientes, o si lo prefieren alumnos y alumnas. A nadie escapa que la carencia más grave y difícil de solucionar es esta última: la escasez de alumnos. Si escasean los clientes-alumnos, sobran profesores y examinadores.
          Aquellos que han estado algunos años en el sector saben  que esta “movida”, la  de la falta de examinadores, no es nueva. Es un problema endémico que autoescuelas y alumnos vienen padeciendo desde hace décadas. Puede que más acuciante en unas provincias que en otras. Casi nunca ha habido un equilibrio entre demanda y oferta en el tema de los exámenes de conducir. Ha sido un problema que, como el Guadiana, aparece y desaparece. Y para  reafirmarnos en nuestra aseveración  hagamos un breve  repaso a la historia a través de las hemerotecas:




El problema de la falta de examinadores, que ya venía existiendo se enconó allá por el año 1985 con la llegada del llamado “examen integral”.

(…) Ya que al no poseer la Jefatura Provincial de Tráfico de Sevilla el número suficiente de funcionarios examinadores para atender a los cuatro alumnos que cada profesor presentaba a examen, ha decidirlo rebajar el número a tres. Porque si la Jefatura Provincial de Tráfico de Sevilla no tiene una plantilla suficiente de examinadores para atender a la demanda real presentada por las autoescuelas sevillanas, la disfunción ha de corregirla la empresa  estatal, esa Administración que tiene que servir y no tiene que servirse.  (ABC. 1985)

-        Los Examinadores de Tráfico no descartan nuevos paros paras este mes.
Las autoescuelas exigen privatizar las pruebas. (ABC-MADRID. Año 2001).

-        Las autoescuelas catalanas podrían ir a la huelga.
Cada día, 160 aspirantes a conductores se quedan en Cataluña sin ir al
examen práctico, y no precisamente por falta de conocimientos. La Federación de Autoescuelas de Barcelona denuncia que la carencia de examinadores origina importantes retrasos en las pruebas y amenaza con paros técnicos en protesta… (Revista AUTOPISTA. Año 2005)

-        Faltan examinadores en la DGT.
Cada día, 160 aspirantes a conductores se quedan sin ir al examen práctico y no precisamente por falta de conocimientos. La Federación de Autoescuelas de  Barcelona denuncia que la carencia de examinadores origina importantes retrasos en las pruebas y amenaza…(Revista AUTOPISTA. Año 2005).

-        Las autoescuelas de Gipuzkoa se consideran discriminadas por la falta de examinadores.
En verano se quedan sin opción a examinarse cerca de 80 candidatos al día. Tráfico prevé que en junio se cubran cinco de las once vacantes existentes. (Diario Vasco. Año 2007).

-    Tráfico y Autoescuelas rompen el acuerdo para acabar con el colapso.
Los profesionales reclaman un calendario irrenunciable de examen una vez por semana con cupo mínimo de cuatro aspirantes…(ABC-SEVILLA. Año 2007).

-        Las autoescuelas denuncian colapso en las pruebas prácticas por falta de examinadores.
Consideran que es un problema de “mala gestión” de la Dirección General de Tráfico…(ABC-SEVILLA. Año 2007)

-        León: Malestar por la falta de examinadores para sacarse el carné de conducir.  (diariodeleon.es Jueves, 5 de septiembre de 2013)
Permanecerán hasta el 10 de octubre para hacer frente a los cerca de 2.000 exámenes paralizados. (heraldo.es Martes 9 de septiembre de 2014).

-  Las autoescuelas piden más días de examen por estar "colapsadas".

Reclaman a la DGT que vuelva a haber pruebas todas las semanas por el aumento de alumnos. (Elalmeria.es13/9/2014)



Este conflicto nunca se ha llegado a solucionar del todo. El arquetipo del problema, muy posiblemente, se ha dado con mayor continuidad en la Jefatura de Barcelona. Quizá los responsables de buscar un solución deberían tener en cuenta el viejo principio de economía o principio de parsimonia cuyo  postulado es: “entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem”; en “román paladino” se diría: las entidades no deben multiplicarse más allá de la necesidad, es decir, si se proponen diferentes soluciones y éstas tienen las mismas consecuencias, la más simple tiene más probabilidades de ser correcta que la compleja.

          Ésta es mi humilde opinión basada en lo que ha vivido este bloguero tardío y ya jubilado y puedo asegurar que está descontaminada de  cualquier interés crematístico o laboral. Hoy, sólo me une al “mundillo” de las autoescuelas el recuerdo nostálgico y, a la vez, romántico de una actividad que me ha ocupado y preocupado durante muchos años. 

martes, 9 de septiembre de 2014

LA MUJER Y EL AUTOMÓVIL (I)

(I)

La primera mujer a los mandos de un automóvil

La primera persona que se puso a los mandos de un automóvil para  guiarlo en un viaje considerado largo para aquellos tiempos fue Bertha Ringer, que al casarse con Karl Benz se convierte en Bertha Benz. Sin su fuerza de voluntad y su fe inamovible en el éxito de su esposo, los automóviles  Benz, probablemente, no habrían existido nunca. En justicia, aquellos vehículos debieron llamarse Bertha- Benz, en lugar de Merecedes- Benz.

Los automóviles que Karl Benz había construido  habían recorrido sólo trayectos muy cortos en plan experimental. A la vista de las prestaciones de aquellos artefactos nadie se planteaba adquirirlos. Por otra parte, la  familia Benz no pasaba por un buen momento económico y Karl iba perdiendo poco a poco la fe en su proyecto.

         El ingeniero, que ya  había creado el motor de combustión interna, venía trabajando  hacia unos años para encontrar la forma de acoplar su motor a un carruaje y crear así el automóvil. Su principal preocupación era hallar un conjunto orgánico que diera como resultado un vehículo móvil. Instaló un motor construido por él en un vehículo de tres ruedas al que llamó Motorwagen. Por la perfecta integración de motor, chasis y tren de tracción, puede considerarse el primer automóvil verdadero. El 29 de enero de 1986 solicitó del Gobierno alemán una patente para su triciclo. Éste puede ser considerado como el primer vehículo motorizado de la historia.

         Karl Benz era, sin duda, un inventor brillante, pero casi una nulidad en las finanzas;  le faltaba tiempo, dotes y visión empresarial para dar a conocer sus inventos, pero allí estaba su mujer.

         En honor a la verdad, la historia de este automóvil no pertenece sólo a Karl Benz. Su esposa Bertha fue fundamental en su promoción y en las mejoras que posteriormente se introdujeron por  sugerencias de ella.
           La opinión pública era escéptica a la capacidad de funcionamiento de aquellas ruidosas  máquinas movidas por “fuerzas extrañas”. También dudaban de su  fiabilidad. Bertha se da cuenta de que la empresa de su marido no saldrá adelante si no hay un golpe de efecto inmediato.  Quiere promocionar aquel automóvil para que el proyecto de su marido sea viable. Ya le ha ayudado en otras ocasiones. Piensa que el vehículo que su marido ha diseñado y fabricado necesita de una promoción pública que sea gratuita y  notoria y  dé mucho que hablar. 



Se pone manos a la obra. Con la complicidad de sus dos hijos, y sin que su marido lo sepa,  organiza un viaje a casa de sus padres en la ciudad de Pforzheim, a unos 100 km de Mannheim, donde vive el matrimonio Karl Benz. Su objetivo, demostrar al mundo entero que aquel automóvil, diseñado y construido por su esposo, es fiable y valido para hacer largos viajes y muy útil para  utilizarse a diario en cortos recorridos como ya ha quedado patente circulando por las calles de la ciudad de Mannheim. Quedaba probarlo en distancias largas y Bertha decide que ha llegado la hora.

         Si la aventura salía bien y se daba a conocer, las ventas de aquel automóvil  podían convertirse en un éxito financiero una vez demostrada su utilidad, fiablidad, autonomía y viabilidad.

         El día 5 de agosto de 1888, Bertha y sus dos hijos, Eugen y Richard se levantan antes del amanecer. A Karl, que duerme plácidamente, le dejan  una escueta nota que dice: Fuimos a ver a la abuela a Pforzheim.

         Sacan sigilosamente el vehículo del garaje. Lo empujan hasta alejarlo de la casa. Cuando creen estar a suficiente distancia para que Karl no oiga el ruido, arrancan el motor del Motorwagen no.3 y se ponen en marcha. La aventura había empezado.


Como los tres ocupantes del vehículo ignoran cual es el mejor camino para llegar hasta Pforzheim,  optan por recorrer aquellos pueblos y caminos que ya conocen.  De modo que en vez de tirar hacia el sur para coger el más recto y más corto,  toman el camino hacia Weinheim, por el noreste, y una vez allí se dirigen  hacia el sur. Llegaron a casa de la abuela al anochecer. La duración del viaje no fue excesiva teniendo en cuenta que aquel vehículo no llegaba a superar los 17 kilómetros por hora y la cantidad de incidencias a las que Bertha tuvo que enfrentarse.

         Nada más llegar a su destino, Bertha envía un telegrama a su marido  para comunicarle  que tanto ella como los chicos estaban bien y que el viaje había sido un éxito.

         El comportamiento de esta mujer en aquel viaje fue equiparable al que hubiera tenido el mejor de los chauffeurs de principios del siglo XX. No sólo manejó adecuadamente los mandos de aquel automóvil guiándolo con pericia por aquellas difíciles carreteras, sino que fue solucionando todo tipo de incidencias mecánicas que se le fueron presentando.

         Al llegar a la ciudad de Wiesloch, observa que en el depósito de combustible del triciclo queda poca  ligroina, el combustible que empleaba el automóvil. Hoy, esta circunstancia no es un problema, pero sí lo era entonces. No se habían inventado las gasolineras. Bertha buscó una farmacia donde encontró esta sustancia y adquirió la suficiente para continuar su azaroso viaje. Hasta tres farmacias tuvo que visitar en el trayecto de ida y otras tantas en el de vuelta. La capacidad de aquel depósito sólo era de 4.5 litros.

         También necesitó de los servicios de un herrero para reparar la cadena de transmisión. Otro problema que se repite durante el viaje es el de la refrigeración del motor que se lleva a cabo por el principio de termosifón. El motor dispone de una envoltura por la que circula el agua como medio refrigerante. Ésta se evapora y para seguir refrigerando se necesita reponer el circuito de agua por lo que hay que buscar fuentes y, a falta de estas, recurrir a alguna que otra charca.

         Pero no todo, en el viaje, serán problemas. Bertha tiene la suerte de que sus ruedas no sufran pinchazos. Las traseras son aros de metal y las delanteras de goma maciza. Sin embargo, un considerable número de repechos del camino se convierten en un tormento, sobre todo para los chicos que han de bajar del vehículo y empujar. Los pocos más de dos caballos de potencia que desarrolla aquel motor no son suficientes para subir buena parte de aquellas rampas. Sus desarrollos son insuficientes,  sólo dispone de dos velocidades hacia adelante. Hasta siete repechos se encontraron. Aquel motor no desarrollaba la fuerza necesaria para coronarlos con sus tres ocupantes a bordo del vehículo.    

         Pocos días después de haber culminado el viaje de ida, inician el de regreso. Esta vez por una carretera más sencilla y casi en línea   recta con la ciudad de origen. También, en el regreso,  le surgen problemas, unos ya conocidos y otros nuevos como el natural desgaste del revestimiento de las pastillas de freno que soluciona buscando a un zapatero en Bauschlot. El revestimiento era de cuero.

         En un punto del trayecto se obturan los conductos que llevan el combustible al motor. Bertha los limpia con el alfiler de su sombrero.  A falta de cinta adecuada para aislar un cable de encendido utiliza, unos dicen que una de sus medias y otros que una  de sus ligas.  El talento y la imaginación de esta mujer encuentran solución a cualquier problema que el Motorwagen presenta. 


Aquel viaje, de ida y vuelta, fue un hito en la historia del automóvil y un acontecimiento sensacional para la época. La proeza se divulga con rapidez. Los escépticos se convencen de la fiabilidad del vehículo. Bertha no sólo había conseguido ser la primera mujer que realiza un largo viaje a los mandos de un automóvil, sino que había puesto en boca de todo el mundo las excelencias del  automóvil que había patentado su marido. Bertha había logrado su objetivo.   



lunes, 1 de septiembre de 2014

UNA ESCUELA DE CONDUCCIÓN BERLINESA

El aprendizaje de un  “chaufeur” de autobús en la ciudad de Berlín en 1925.

La experiencia ha venido demostrando que no es fácil guiar un autobús en las grandes ciudades. Siempre han sido enormes y corpulentas masas avanzando por angostas y sinuosas calles. Son como elefantes a los que se les exige la agilidad del ciervo. Y la verdad es que lo consiguen gracias a las hábiles manos de sus conductores y, cada día más, conductoras.   

Las autoridades de Berlín, en la segunda década del siglo XX, no contentas con regular casi militarmente la circulación urbana crearon una verdadera  autoescuela para instruir de manera específica a los conductores de autobuses. Los alumnos matriculados en la escuela oficial podían tener conocimientos previos sobre el manejo del automóvil, pero no por ello  estaban exentos  de los aprendizajes específicos necesarios para conducir un autobús por Berlín. Una cosa era ser “chauffeur” y otra “chauffeur” de autobús.

En la escuela oficial de Berlín se impartían clases de teórica y práctica. En la teórica se explicaba, de forma sencilla, cada una de las piezas de que estaban compuestos aquellos autobuses de principio del siglo XX. Se hacía especial hincapié en el motor. Uno de los objetivos de aquellos cursos era formar buenos mecánicos. Era importante que el conductor además de conducir  correctamente el vehículo, conociese lo más esencial del motor del vehículo que manejaba.

La instrucción teórica no era lo que más motivaba a los futuros conductores (pasa también ahora), pero el aspecto de una de aquellas aulas durante la explicación técnica, no deja de ser curioso. Los alumnos asistían a las clases  uniformados con sus trajes de hule mate, sus gorras de plato y su grueso calzado. Mantenían  la compostura y la fijeza de atención de alumnos aplicados que quieren aprovechar el tiempo. Sus profesores, a la vez, procuran dar a sus explicaciones la forma más sencilla, sin omitir nada de lo que exige una buena enseñanza teórica. De esta manera, estos conductores llegan a conocer bien lo que es un autobús. Bien es verdad que, como decía un articulista de la época, estos alumnos son alemanes, y como todos los estudiantes de las más diversas disciplinas están acostumbrados a aplicar toda su voluntad y a enterarse bien.





















Pero como todos sabemos, de poco sirve conocer la teoría de cómo se frena un autobús, cómo se ha de tomar una curva,  cómo funcionan las diversas partes de que se compone su motor y, además saber armarlas y desarmarlas  como el mejor mecánico, si estos conocimientos no se llegaran a complementar con las prácticas. Todo profesor sabe que la teoría debe incardinarse con la práctica para que no sea algo inútil y la que la práctica debe estar guiada por la teoría para que aquella no sea ciega.

En la zona de prácticas de la referida escuela berlinesa se aprende desde lo más elemental hasta lo más complicado. Las pistas de aprendizaje están marcadas con banderas, postes o planchas. Practican la manera más idenea de tomar una curva con seguridad. También hacen ejercicios de aceleración y frenada  sobre pavimentos deslizantes para cuando sea necesario hacerlo en caso de hielo, lluvia o nieve.

Los profesores, durante las clases, dan numerosas advertencias para  graduar la velocidad y, sobre todo, la frenada. Quieren que sean  rápidos, y muy precisos en caso de peligro. Estos conductores necesitan aprender el medio de salvar la vida del peatón  sin comprometer demasiado la seguridad de sus viajeros.



En la enseñanza de los conductores berlineses se utilizan también procedimientos semejantes a los pilotos de aeroplanos. Para medir la serenidad, la capacidad de resistencia y sobre todo la rapidez y firmeza de manos y pies que exige la misión de manejar estos vehículos, hay medios ya conocidos, por los cuales fácilmente pueden ser eliminados los incapaces. A esta escuela casi todos los que acuden ya tienen alguna práctica, pero aún así es necesario eliminar a más de uno para seleccionar a los mejores. Es preciso, piensan sus responsables, que para manejar uno de estos monstruos que suponen una amenaza para los peatones en las calles de la gran ciudad se haya demostrado tener condiciones que equivaldrán a otras tantas garantías. Aunque, por perfecta que sea la escuela, el peligro de accidente no desaparece y harían muy bien los peatones en redoblar su  vigilancia al caminar por las calles berlinesas.