viernes, 24 de abril de 2020

EL único “ESPABILAO” de los tres


LA TERTULIA DE LOS SETENTA Y MÁS

Esta tertulia la componemos  un pequeño grupo de amigos y conocidos que sobrepasamos los setenta años  y que, dos veces en semana, nos reunimos  en una cafetería y, mientras saboreamos un  excelente café, charlamos de lo divino y lo humano y, cómo no, criticamos al gobierno de turno.
                                               
La última vez que tertuliamos fue el viernes 11 de marzo. Tres o cuatro días después se decretó el estado de alarma por lo que nos confinamos en casa y hasta la fecha. Tenemos la esperanza de volver todos y pronto para  tomarnos un café y seguir con nuestras entretenidas reuniones e inocentes comentarios, si es que aun cabe alguna inocencia en nuestras cansadas mentes.

En esa última tertulia, invitado por Luis Cuevas, nos acompañó Feliciano, quien antes de su jubilación había dirigido una de las más veteranas y prestigiosas escuelas de la ciudad, circunstancia que dio pie a Pedro a interesarse por aspectos vigentes de la normativa de Tráfico que nos afectan a todos y muy especialmente en lo que atañe a la renovación del permiso de conducir. Éste tenía que renovarlo y ya  había sobrepasado los setenta.

Feliciano, consciente de que sobre aquel tema, podía dar sopas con hondas a los allí presentes, se arrellenó en su asiento, dispuesto a ofrecerles una lección magistral.

— El artículo 12 del Reglamento de Conductores — empieza diciendo  — hace referencia a la vigencia del permiso de conducir. Los permisos para camiones y autocares, por decirlo en lenguaje llano, tendrán un periodo de vigencia de cinco años mientras su titular no cumpla los sesenta y cinco y de tres a partir de esa edad. El permiso de la clase B, que supongo es el que tú tienes, se renueva cada diez años hasta que su titular no cumpla los sesenta y cinco años  y a partir de esta edad cada cinco años.

Le interrumpe Julián de las Torres, que siempre cree saber de todo más que los demás:

— Sí, pero yo tengo un vecino que tiene 72 años y se lo han renovado solo para tres años.

— Puede ser porque la normativa española, sigue diciendo Juan con énfasis, obliga  a la obtención previa de un certificado médico en un centro de reconocimiento de conductores autorizado. El periodo de vigencia puede cambiar a criterio del facultativo, en el caso de que en el reconocimiento se descubra que el sujeto padece una enfermedad o trastorno que, si bien en ese momento no afecta a la conducción, pueda agravarse con el tiempo, e influir en la seguridad de esta actividad. Ah, se me olvidaba, a partir de los setenta no hay que pagar las tasas de Tráfico.

— ¿Es igual en toda Europa? —pregunta Luis.

— Más o menos. En Portugal, por ejemplo, la renovación se realiza cada 15 años hasta cumplir 60 años sin que sea necesario un certificado médico. De 60 a 75 años de edad, el permiso se renueva cada 5 años siendo preciso un certificado médico. A partir de 75 años el periodo de vigencia del permiso es de 2 años, precisándose la presentación de un certificado médico para la renovación.

Después de un breve silencio, Pedro vuelve a la carga.

— Ya puestos, ¿te puedo hacer una pregunta más?

— Pero esta te costará el café de todos — le dice Luis medio en broma medio en serio.

—Hecho— contesta Pedro a regañadientes.

— Veamos esa pregunta —le dice Juan entusiasmado.

— Mi nieta, que dicho sea de paso es muy lista, se va  a sacar el carné de conducir y le he advertido de que se tome muy en serio lo del aprendizaje.

— ¿En qué autoescuela se ha matriculado?
— En ninguna.

— ¿Ah…?

— Como las clases se las pago yo, me ha dicho que le está enseñando un vecino, algo mayor que ella y que le cobra solo 8 euros la clase— dice que es muy “espabilao”.

— ¿Y ese vecino pone el coche y la gasolina?

— No. Le da las clases con el mío.

— ¿Y cómo van las clases?

— Van por 650 euros.

— Siento decirte, mi buen amigo Pedro que aquí el único listo y  “espabilao”, de los tres es su amigo y vecino — concluye Juan.

— El amigo de tu nieta, además de “espabilado”  es un caradura y tú un irresponsable por consentirlo—apostilla Luis Cuevas.