jueves, 20 de febrero de 2014

VEHÍCULOS EN LA ANTIGUA ROMA

Aquel o aquella que haya pasado por una autoescuela ha podido escuchar de  su  profesor o profesora de teórica que los vehículos  pueden clasificarse en atención a criterios de construcción, a criterios de utilización y, por supuesto, a que estén o no dotados de motor.

Algo parecido se podría decir de aquellos vehículos romanos, aunque en aquel tiempo en lugar de estar  movidos por caballos mecánicos lo estuvieran por caballos de sangre.

Por las calles y calzadas de la Roma Antigua circulaban diferentes  vehículos. La riqueza de la  terminología usada da testimonio  de la variedad de vehículos que había  en cuanto a su forma, tiro, solidez, elegancia y velocidad.

 Como sucede con otras terminologías técnicas en las fuentes literarias antiguas las denominaciones latinas sobre vehículos son vagas y, a veces, hasta contradictorias si se tiene en cuenta los cambios producidos a lo largo de los siglos, aunque los vehículos no llegaran a evolucionar demasiado.    

Diferentes modelos de vehículos  en la Roma Imperial

 Los vehículos que utilizaban los romanos se podían catalogar en tres grupos. Los había que se destinaban al sport y las ceremonias; otros al transporte de mercancías;  y un tercer grupo, más variado, al transporte de viajeros. Dentro de este último grupo los hubo de   dos y de cuatro ruedas.


El “currus” era un vehículo de dos ruedas que se usaba en el circo para las carreras.  Era cerrado por delante y abierto por detrás. Más alta la parte delantera que la trasera. Iba tirado, al menos, por dos caballos. Su conductor los guiaba de pie en el vehículo. Existía otro modelo, más grande, con asientos pintados y adornado todo él; éste se utilizaba en las procesiones, representaciones y otro tipo de festejos públicos.


En cuanto a los vehículos destinados especialmente para el transporte de mercancías tenían: el “plaustrum”, el “serracum” y el “carrus”.

El “plaustrum” era un vehículo de dos ruedas  sólido y compacto. Era utilizado, principalmente, en el ámbito rural. Sus ruedas eran básicamente de madera maciza. Su tracción la ejercían dos robustos y potentes bueyes; en ocasiones también era movido por mulos o por asnos. Su estructura era parecida a la de algunos carros empleados en  algunas regiones de España hasta la década de los años sesenta. La “benna”, era un “plaustrum” utilizado para transportar determinados productos agrícolas como el heno.

En el transporte de mercancías también se utilizaba un carro  más grande con cuatro ruedas denominado “plaustrum maius”.

Otro de los vehículos utilizados para este transporte era el “serracucum", con ruedas más bajas y más sólidas para el transporte de las cargas pesadas. Para el transporte militar se utilizaba el “carrus”, de origen céltico.


Entre los vehículos  que utilizaban los romanos para viajar estaban los de dos ruedas, como el  “cisium”, el “essedum” y el “carpentum”.  Entre los  de cuatro ruedas estaban: la “raeda”, el “petorritum”, el “piletum” y la carruca”.

El “cisium”  era como un utilitario de los de ahora. Los “cisarii” eran sus conductores y hacían de taxistas. También podían alquilarse sin conductor. Tenían su parada a las puertas de Roma. Era un vehículo  ligero y veloz, si se le uncían dos buenos caballos; tenía  capacidad para dos personas.  Cicerón cuenta que Marco Antonio recorrió 56 millas romanas (unos 82,88 kilómetros)  en una noche con uno de estos vehículos.

El “essedum” era el monoplaza de los romanos. Su construcción se inspiró en el carro de guerra de los galos. Fue un vehículo bastante corriente, pero si su dueño tenía posibles lo adornaba o lo mandaba construir hasta con materiales preciosos. 

El “carpentum” era un vehículo elegante y cómodo. Estaba cubierto y era usado, especialmente, por las matronas romanas dentro de la ciudad. En los caminos, su uso por las mujeres era casi nulo, sin embargo el poeta Propercio nos cuenta que su amada Cintia llegó a viajar desde Roma hasta Lanuvíum, situada a unos  30 km al sureste de Roma, en un carpentum protegido su interior con cortinas de seda.

En este vehículo podían viajar dos, tres o más personas además del conductor y era arrastrado por un tándem de mulas y ocasionalmente  por caballos o bueyes.

Entre los vehículos de viajeros de cuatro ruedas estaban: el “petorritum”, el “pilentum” y la “carruca”

La raeda” era un carro de cuatro ruedas con capacidad para varias personas con sus equipajes. Era  como el ómnibus romano. Se utilizaba en viajes largos que para no dañar las calzadas se estableció una limitación de carga. En ocasiones se utilizaba para desplazar a todos los miembros de una misma familia.   Podía llevar capota para cubrirlo en función del tiempo. Era el más utilizado para el transporte de viajeros. Se podía alquilar con conductor al que llamaban “raedarius”.  Era tirado por bueyes o mulas, raramente por caballos. .
La “carruca”  se podía considerar como un verdadero vehículo de lujo por la comodidad que ofrecía a sus pasajeros y la finura de sus ornamentos. Sólo estaba al alcance de unos pocos romanos y llegó a ser casi privativo de la clase noble de Roma.  Era un carro descubierto y bastante elevado, que hacía más visible a las personas que lo ocupaban. Solía ir arrastrado por dos caballos. Tenía un centro de gravedad alto por lo que era proclive al vuelco. Carecía de suspensión y su eje delantero era giratorio, innovación  que facilitaba la marcha sobre todo en las curvas del camino. 

La “arcera” era como la ambulancia de los romanos. Tenía cuatro ruedas.  Disponía de suspensión, una verdadera innovación tecnológica de aquellos tiempos que consistía en suspender la caja mediante correas de cuero. Este vehículo era utilizado  para trasladar a sus enfermos, heridos y ancianos. Una verdadera innovación para aquellos tiempos.




jueves, 13 de febrero de 2014

COSTE DE LA FORMACION PARA EL PERMISO DE CONDUCIR

Jaén y A Coruña, las más baratas.


Obtener el permiso de conducir a la primera, con veinte clases prácticas, cuesta en España una media de 723 € según un estudio realizado por Facua-Consumidores en Acción, en el que se han detectado diferencias de precios de casi el 170% (721 €) entre la autoescuela más cara y la más barata. Jaén y A Coruña son las ciudades más económicas (535 €), mientras que Logroño (1.113 €) y Murcia (923 €) son las más caras. El informe también indica que el precio medio de una clase práctica (cuarenta y cinco minutos) está en los 24,60 €, variando entre los 13,3 € en A Coruña y los 31,3 € en Barcelona.
(Revista Tráfico y Seguridad Vial. 2014)


jueves, 6 de febrero de 2014

LA PRIMERA AUTOESCUELA EN ESPAÑA

¿Fue esta escuela de “chauffeurs de Barcelona la primera autoescuela de España?

En el primer tercio del siglo XX, el automóvil en España no había alcanzado la dimensión de otros países vecinos, ni desde el punto de vista de la producción ni por  el número de automóviles matriculados. Estaba por debajo  de  Francia, Inglaterra, Italia o Alemania.

En Barcelona, en esa época, tener un automóvil era un signo de distinción y de buena posición social y económica. Lo mismo   ocurría en el resto de España. Los bajos niveles de renta y el elevado precio de los vehículos hacían del nuevo medio de transporte un objeto de lujo reservado a una minoría.


Los artículos que se escribían en publicaciones de aquella época hacían referencia a los nuevos automóviles que llegaban a España, a las últimas innovaciones que les aplicaban, al desarrollo y resultados de las carreras automovilísticas y  a todo tipo de eventos que se llevaban a cabo  y que daban cabida al automóvil.

Cada año se incrementaba el número de automóviles y de automovilistas. Cada día que pasaba aumentaba el número de aficionados a este medio de locomoción. Aunque el automóvil era prohibitivo para la mayoría de ciudadanos de aquella época, éstos demandaban información concreta y específica sobre el mismo. Surgían nuevos modelos de vehículos, se producían importantes avances mecánicos y técnicos, se celebraban exposiciones y salones, se organizaban   pruebas automovilísticas en distintas ciudades y puntos de la geografía española y  se batían nuevos récords velocidad. La gente deseaba tener  la máxima información posible de las novedades y acontecimientos relacionados con el automóvil, así como otras cuestiones relacionadas con el estado de las carreteras, las nuevas leyes y ordenanzas que se promulgaban, etc. El público español mostraba una gran afición  por todo aquello que tenía algo que ver con el automóvil. Fue una constante desde el momento que hizo acto de presencia por primera vez en las calles y carreteras españolas. Pero, en honor a la verdad, hay que decir que también tuvo sus detractores, aquí en España y allá donde aparecía por vez primera.
   


 A causa  de dicha afición empezaron a surgir diferentes establecimientos comerciales e industriales en torno al automóvil. Se crearon los primeros concesionarios, los primeros garajes, las primeras publicaciones y las primeras escuelas  de “chauffeurs”. 

Aquel establecimiento donde se aprendía el manejo de un automóvil y el funcionamiento de su motor se denominaba, a principio del siglo XX, "Escuela de Chauffeurs”. Aquellas escuelas que se dedicaron a enseñar a las personas que querían ser “chauffeurs” surgieron en la ciudad de Barcelona hace más de un siglo. Fueron  el resultado de la iniciativa personal de algunos barceloneses con visión de futuro.

En principio no existía una normativa específica para abrir este tipo de centro. Las escuelas que existieron en la primera década del siglo pasado estaban muy relacionadas con garajes y ventas de automóviles.

El primer barcelonés  que se relaciona  a este tipo de establecimiento fue Paco Abadal. Según su partida de nacimiento, viene al mundo, en Manresa, el 28 de Julio de 1875. Era hijo de Narciso Serramalera Camps y de Dolors Abadal Cots. Sus padres se trasladan a Barcelona, donde llegan a residir en diferentes domicilios. Estudia Ingeniería y, en su juventud, se interesa por el ciclismo, llegando a ser un ciclista profesional de reconocido prestigio. Pronto se convierte en un renombrado "chauffeur".

Francisco S. Abadal fue uno de los primeros industriales que, en la Barcelona de principios del siglo XX, se dedicó al comercio e industria del automóvil, actividad que inició como razón social con el nombre de F. S. Abadal & Cº con establecimiento radicado en la calle Aragón, 239 al 245 de Barcelona, más conocido por  Auto Garaje Central, concesionario de La Hispano-Suiza S.A.

En el verano  de 1906, en el Mundo Deportivo, se publica como noticia que F.S. Abadal  ha decidido crear en Barcelona una "Escuela de Chauffeurs”. La dirigirá él y la función docente estará a cargo de dos profesores. En ella se enseñará el manejo, conservación y arreglo del automóvil.

Esta noticia nos hace pensar que la "Escuela de Chauffeurs” del señor Abadal es la primera autoescuela de Barcelona y muy posiblemente de España.

Uno de los profesores fue un joven francés llamado Derny, nacido en Paris y afincado en Barcelona. Coincidía en aficiones con Abadal. Participó en gran número de carreras ciclistas, motociclistas y automovilistas. En Barcelona alcanzó fama de ser uno de los mejores “chauffeurs” del momento por lo que el Sr. Abadal lo fichó como profesor para su escuela.

Como consecuencia de esta noticia, muchos lectores del Mundo Deportivo se dirigieron a este medio pidiendo detalles de la “Escuela de  Chauffeurs””. La enseñanza que se daba era teórica y práctica; la práctica se hacía en un coche de 4 cilindros destinado exclusivamente a ello y provisto de doble alumage (que no doble mando). Se informaba que el coste de la enseñanza era de 200 pesetas. No crean, pero… era un precio altísimo para aquella época.

Por aquel tiempo en el que se atisba una considerable demanda de “chauffeurs”, Pompeyo Martín escribe un libro con el título de  “Manual del Chauffeur” con nociones teóricas y prácticas de automovilismo. Se publicitaba en la prensa como indispensable para los que guiaban automóviles. Contenía explicaciones sencillas y claras, ochenta y ocho grabados descriptivos y se publicitaba diciendo  que estaba impreso esmeradamente y, por supuesto, encuadernadas sus 295 páginas. Su precio era de 3 pesetas.


Durante el año 1907  aparece en el Mundo Deportivo un  goteo de noticias sobre la mencionada Escuela de “chauffeurs” del Sr. Abadal. Su escuela debió ser un gran acontecimiento social en la Ciudad Condal. La prueba era las notas que aparecían en la prensa de de aquellos días:

“La escuela de de chauffeurs, creada por el amigo Paco Abadal, continua viéndose muy concurrida; sólo en la pasada semana se dieron de alta a cinco nuevos chauffeurs, a cada uno de los cuales se le ha librado el oportuno certificado de aptitud.” (Mundo Deportivo. 1907)

“Cada día es mayor el número de alumnos que concurren a la Escuela de Chauffeurs establecida en el Garage Abadal y Cª, habiendo sido examinado y aprobado por el ingeniero de la División de f.c. D. Alejandro de Madrid Dávila, el alumno de dicha escuela D. Jesús González.”. (Mundo Deportivo. 1907)




Con muy poca diferencia de tiempo se creaba en Madrid una escuela de “chauffeurs” dentro de la de Artes e Industrias. Ésta parece que tuvo un carácter más institucional y público que la de Barcelona. La Dirección pidió un crédito para los gastos de instalación. El ministro de Instrucción Pública del momento intercedió para que, como proyecto de inversión,  le fuera concedida la cantidad de 20.000 pesetas para su puesta en marcha.

Corría el año 1906. Las autoescuelas españolas comenzaban su andadura. Habían escrito la primera página de su particular historia.



sábado, 1 de febrero de 2014

EL CARRO, BOSQUEJO HISTÓRICO

El carro ha sido el medio de transporte terrestre más antiguo de la historia. La mayoría de historiadores coinciden en situar sus orígenes en Mesopotamia entre el 3.500 y el 4.000 a.C.  De allí se extendió al mundo entero  llegando a compartir las vías publicas con los camiones en los primeros años del siglo XX.


  En las civilizaciones más antiguas el vehículo más frecuente era sin duda el carro asociado a escenarios de guerra; fue el que más evolucionó. Era un objeto de prestigio para su dueño además de objeto para la guerra o quizá por ser un objeto de guerra era un objeto de prestigio. El guerrero montado en su carro era superior y con más posibilidades de vencer que el guerrero infante. El carro daba prestigio a la clase dirigente de la época.
   
 Como muestra del estatus social de su dueño, el carro  era utilizado, en algunas regiones, como parte del ajuar funerario y, muy posiblemente,  su cadáver era transportado hasta la tumba en uno de estos carros; así, el difunto podría seguir disfrutando, en el más allá, del mismo estatus social que tuvo en este mundo.
    
 Algunos historiadores sitúan la aparición de los primeros carros en la península Ibérica entre los siglos XI y VIII a.C.

  Los primitivos carros usaban ruedas macizas, unidas a ejes fijos; eran tripartitas, es decir construidas a partir de tres tablas unidas entre sí por tablones remachados: las llantas pudieron ser de cuero fijado con numerosos remaches de cobre o bronce.

La combinación de ruedas sin radios y ejes fijos los convertía en vehículos lentos y poco maniobrables. Con el paso del tiempo fueron evolucionando y empezaron a surgir carros más ligeros y con más facilidad para los giros, basando su construcción en una tecnología de la madera totalmente diferente a la de los primitivos carros. En primer lugar se escogían con mucho cuidado tipos diferentes de madera, seleccionadas por sus propiedades mecánicas de resistencia, peso, flexibilidad y dureza. Se empezaron a construir con timón de madera de olmo; la rueda, de roble u olmo; los ejes y  radios, de roble; las pinas y la estructura de la caja, de fresno; el cubo del eje, de olmo.

La elección de las diferentes maderas respondía a una larga experiencia  práctica; el olmo, por ejemplo, era la madera más utilizada especialmente por su resistencia a rajarse o partirse. En algunas regiones no se encontraba este tipo de madera por lo que la construcción de estos vehículos resultaba muy cara.

 Sus constructores, al principio, evitaban cualquier elemento metálico como clavos y remaches que atravesaran la madera porque  podrían rajar las piezas al ser sometidas a velocidades altas o maniobras bruscas sobre terrenos no pavimentados, irregulares y llenos de obstáculos. Para la unión de los diferentes elementos empleaban corteza de abedul y cuero húmedos que se contraían al secarse; también usaban colas naturales.
    




La innovación esencial de los nuevos carros fue la construcción de ruedas con radios, mucho más livianas y a la vez mucho más resistentes. Al principio, se construían con sólo cuatro radios, después pasaron a seis y a principios del primer milenio, hasta ocho y doce, aunque algunas regiones se mantuvieron siempre fieles a las ruedas ligeras de cuatro. Su gran diámetro, alrededor de un metro, y el estar unidas a un eje muy retrasado y ancho, de hasta 2,5 metros, proporcionaba gran estabilidad al vehículo. 
   
En la pina  se encajaban los rayos o radios de la rueda por la parte interior y por la exterior se fijaba  la llanta de hierro. Esta pieza  tenía una compleja estructura; estaba hecha con varias piezas (cerchas) de  madera doblada y encoladas a bisel. También se llegaron a construir  pinas con una sola madera, doblada mediante calor hasta un círculo completo. Las uniones de las piezas se aseguraban con cuero.  A veces la pina era doble y  estaba formada por una interior con piezas unidas a bisel y otra exterior en cuartos de círculo, probablemente cubiertas de cuero.
    

La posición del eje del carro tenía gran importancia; un eje ubicado bajo la parte central de la caja era más práctico para transportar carga o personas sentadas. Así suponía un menor peso en vertical para los animales de tiro cuando arrastraban  en subidas o bajadas; en esta posición se causa menos tensión sobre el yugo que si el eje estuviera en la parte trasera del vehículo. Este es el motivo de que la gran mayoría de carros  de carga de dos ruedas tengan  el eje bajo el centro de la caja del carro.