Turín o Torino es una ciudad industrial importante
situada en el noroeste de la península italiana. Es rica
en cultura e historia. Forma junto con
Milán y Génova el famoso “triangulo industrial” italiano. Es la tercera ciudad
más rica de Italia después de Milán y Roma y, en gran medida, se lo debe al
automóvil. Es sede de la gigantesca multinacional de los automóviles FIAT.
Un grupo de inversores y aristócratas piamonteses, animados
por una común admiración y una gran afición al automóvil, deciden aunar sus
esfuerzos y… sus liras para crear una marca automovilística propia. La
iniciativa de este grupo está a medio
camino entre el negocio y el pasatiempo. La firma del acuerdo se lleva a cabo el
11 de julio de 1899. Esta alianza certifica la fundación de la Fabbrica
Italiana Automobili Torino (F.I.A.T.).
La primera F.I.A.T. cuenta con 150 trabajadores y
produce un único modelo, el 3 ½ HP. Aquel primer modelo no tenía aún marcha
atrás. Apenas diez años después de su fundación, la
empresa ya contaba con 2.500 trabajadores. Su ascenso fue tal que, en lo sucesivo, Torino sería la ciudad de FIAT y, a su vez, FIAT, la empresa por excelencia de Torino
La empresa suprimió, en 1906, los puntos entre las
letras del nombre de la marca y su acrónimo, en lo sucesivo, se escribiría FIAT.
Pues bien, esta ciudad con aquel gran centro fabril
de la industria automovilística, mientras fabricaba sus primeros automóviles,
creaba, para envidia de los españoles,
una escuela de Chauffeurs.
Mientras
tanto, los aficionados españoles al automovilismo y algún
periodista que otro que escribía sobre
el sport automovilístico de aquella primera
década del siglo pasado afirmaban que los dos grandes enemigos del automóvil en
nuestro país eran las malas carreteras y los malos chauffeurs.
Las
carreteras, decían, porque son intransitables sobre todo en invierno y los chauffeurs porque los pocos buenos que hay se hacen pagar exageradamente
bien y son causa, con sus exigencias, de que no puedan ser contratados por algunos propietarios de automóviles y los malos porque son causa de continuos accidentes
y averías o pannes como se decía
entonces. Fuera por una razón u otra, el caso es que España en asunto de automóviles siempre ha caminado muy por
detrás de sus países vecinos
Los pocos que podían disfrutar de este
carruaje y la escasa prensa que empezaba a preocuparse por el deporte
automovilístico decían que era necesario el acondicionamiento de las carreteras
y conveniente crear una escuela de mecánicos
conductores. Otros opinaban, en
cuanto a la creación de la escuela, que más que conveniente era necesario, sobre
todo si se quiere que la industria del automóvil
se desarrolle y prospere y que los
aficionados al deporte automovilístico aumenten. En consecuencia, proponen la
creación de una escuela de chauffeurs a
imagen y semejanza de la fundada en Turín.
Aquella primera escuela de Chauffeurs de Turín se crea y se organiza con la colaboración del Municipio, del Automóvil Club, de FIAT, de comerciantes del sport automovilístico y de socios que se dividen en fundadores y temporales.
.
En aquella escuela se impartían dos
cursos: uno, básico, para conocer los rudimentos de la mecánica y del funcionamiento
del motor y otro, avanzado, para
estudiar todos los órganos importantes del automóvil y aprender a reparar las
averías.
Al cabo de los dos años se extiende a
los alumnos un diploma de suficiencia.
En esta escuela se admiten no sólo los
mecánicos, sino los propietarios de coches que desean perfeccionarse en el
manejo de un coche y conocer bien su mecánica.
Todas estas enseñanzas se completan
con lecciones y conferencias sobre las normas de comportamiento del chauffeur, modo de conducir un
automóvil según las circunstancias, responsabilidades legales y morales en que
pueden incurrir sus conductores y un largo etcétera sobre cuestiones afines.
El curso costaba 20 liras anuales para
los mecánicos y 40 liras para los dueños de los automóviles.
Un periodista español de aquel momento
escribió: ¿No andan por ahí señores
graves diciendo que se carece de iniciativas? Pues ya que no podemos inventar,
copiemos siquiera que quien copia, a poco talento que disfrute puede mejorar el
original.
No le faltaba razón
No le faltaba razón