martes, 28 de marzo de 2017

AFORTUNADAMENTE VIVIMOS EN ESPAÑA…

porque de vivir en China lo tendríamos mal, pero que muy mal, para matricular un automóvil de nuestra propiedad. Aquí, en nuestro País, por algo  más de 100 euros, entre tasas y placas, y una visita a las oficinas de la DGT tenemos matriculado nuestro vehículo.


Debido a la contaminación y a los molestos y fastidiosos atascos, las autoridades de Pekín decidieron allá por enero del 2011 establecer un sistema restrictivo de matriculaciones. A partir de entonces, todo ciudadano de Pekín que tuviera poder adquisitivo para comprar un automóvil y quisiera disfrutarlo debería entrar en un sistema de sorteo público para obtener una matrícula.

Las matriculaciones son personales e intransferibles. Esto evita la posibilidad de un mercado negro de los ganadores del sorteo en el que puedan vender los derechos al mejor postor. Tampoco se puede vender un coche ya matriculado a otra persona.

La probabilidad de conseguir una de esas codiciadas matriculas era de 42 a 1 en el 2011. Al día de hoy la situación es aún peor. En el mes de febrero del presente año, la probabilidad de ganar una placa de matrícula era del 0,126%.
Pekín fue la primera ciudad de China en restringir la circulación de automóviles por sus calles a base de limitar los números de matrícula. Con el tiempo la han secundado otras ciudades y estas decisiones se han convertido en un problema para millones de ciudadanos chinos que no pueden disfrutar de un automóvil aún  teniendo capacidad económica para comprarlo.
A estas restricciones hay que sumar otras: una placa de matrícula cuesta 11.000 euros al año y solo es transferible entre marido y mujer. ¿Será por todo esto que hay tantas bicicletas en Pekín?




Según nos cuentan, conseguir una matrícula y poder conducir un automóvil en China, sobre todo en las grandes ciudades, es tarea harto difícil. Pero los chinos o chinas han cavilado y han dado con la solución: casarse con propietarios o propietarias de matrícula.
Dicen que en el Wall Street Journal, periódico estadounidense con un énfasis especial en noticias de negocio y economía,  se pueden leer ofertas online para celebrar “matrimonios falsos” con la única intención de acceder a una de las codiciadas matriculas de Pekín.
Cuentan que un tal Sr. Liu, oriundo de Xinjiang pero que vive en Pekín, ha publicado un anuncio para contraer matrimonio con alguna propietaria de matricula que acepte su propuesta. Lo insólito es que el Sr. Liu ya tiene mujer e hijos. Aunque lo tiene complicado, tiene la solución: se divorciaría de su mujer actual y se casaría con la titular de la matricula. Una vez casados y transferida la matricula se divorciaria de ella y volvería a casarse con su primera esposa, la madre de sus hijos. ¡Todo sea por conducir un automóvil en Pekín!
Llegar al matrimonio  por amor o por dinero ya no se estila, al menos, para una parte de la población china. Ahora se llega por la matricula de un automóvil.

¡Madre del Amor Hermoso, como está el patio!