martes, 6 de mayo de 2014

ESTAS COSAS PASABAN EN… LA ANTIGUA ROMA

A pesar de ser un dechado de organización administrativa, Roma, en la antigüedad, era  una ciudad ruidosa y bastante indisciplinada  en cuestión de circulación de vehículos. Sus calles (angiportus)  no habían sido diseñadas para aquel tráfico. Se llegó a restringir la circulación de carros a determinadas horas del día.

En sus calles había tiendas y talleres de herreros, carpinteros, barberos, zapateros, laneros, peinadoras, bataneros, carniceros, tintoreros, etc., que no dudaban en reclamar la atención de los paseantes de la manera más ruidosa e incluso incómoda para la circulación. A los carpinteros se les permitía sacar a la calle sus  ruedas y los  bataneros sus vestidos, pero debían colocarlos de modo que no impidieran el   tránsito de los  vehículos. Las autoridades romanas hacia grandes esfuerzos para mantener la libertad de circulación de peatones y vehículos. Llegó a disponer de un cuerpo de policía de la via publica. Para los romanos era muy importante la libertad de movimiento.

Roma tuvo un  servicio oficial de correos (cursus públicus) muy eficiente bajo las ordenes de un director general (praefectus etriculorum) a cuyas órdenes estaban los jefes de distrito (manceps). Por otro lado, las empresas y grandes señores disponían de correos privados. Cuando el destinatario vivía en la ciudad se utilizaba un recadero (tabellarius). Eran como los carteros en nuestras ciudades.

En la actualidad todas las ciudades, incluso los núcleos de población pequeños, disponen de un nomenclátor de calles. En un primer nivel, el nomenclátor sirve para orientar geográficamente a los ciudadanos en la urbe y para facilitar el intercambio comercial y personal. Los nombres de las calles, junto a los números de los edificios, permiten ordenar la ciudad e identificar los lugares según un criterio sistemático y racional. Los nombres de calles y los números de casas tienen gran  importancia en el establecimiento de la vida social moderna de cualquier urbe.

 A pesar de que nomenclátor es una palabra de origen latino, a los romanos de aquella época no se les había ocurrido hacer uno de la ciudad más influyente  de la época. Aunque parezca mentira, las calles y plazas de Roma no tenían nombre y las casas no estaban numeradas. Debe ser complicado encontrar , en semejantes circunstancias, al destinatario de una carta en una ciudad de más de un millón de habitantes.


Las referencias que daban para indicarle a alguien como llegar a un lugar eran curiosísimas. Así lo refleja Terencio en su comedia de “Los hermanos”. El dialogo entre Siro y Demea, personajes de su comedia, nos puede parecer una cómica exageración, pero nos da una idea de lo complicado que podría resultar el encontrar una dirección en la Roma de aquel tiempo.  



Así eran las referencias que el esclavo Siro daba al anciano Demea:

 (…)
Demea.- Pensando estoy dónde le iría yo a buscar.
 Siro.- Yo sé dónde; pero no te lo diré hoy en todo el día.

 Demea.- ¿Qué dices?

Siro.- Lo que oyes.

Demea.- Menudillo he de hacerte la cabeza.

Siro.- Pero es que no sé el nombre de aquel hombre..., aunque sé el lugar donde está.

Demea.- Dime entonces  el lugar.

Siro.- ¿Sabes aquella lonja…, la que está junta a la carnicería…, a la parte de abajo?

Demea.- ¿Pues no he de saber?


Siro.- Cruza por allí la plaza todo derecho; cuando llegues allí, hay una cuesta que baja; déjate caer por ella; después a esta mano hay un oratorio, y junto a él, un callejón estrecho.

Demea.- ¿Hacia qué parte?

Siro.- Allí donde hay también una higuera silvestre.

Demea.- ¡Ya…!
Siro.- Pues camina por allí.

Demea.- Pero ese callejón no tiene salida.


Siro.- Realmente que dices la verdad. ¡Bah! Me equivoqué. Regresa  otra vez a la lonja: por aquí, en verdad, irás mucho más pronto y hay menos donde errar. ¿Sabes la casa de Cratino, éste que es tan rico?

Demea.- Sí.


Siro.- Pues cuando la hayas pasado, sigue  a la mano izquierda y todo derecho por la plaza. Cuando llegares al templo de Diana, vete a la derecha, y antes de llegar a la puerta de la ciudad, junto al mismo abrevadero, hay un molino y enfrente una carpintería: allí está.

¿Creen ustedes que, con aquellas explicaciones, el anciano Demea llegaría a encontrar el lugar que buscaba? Con lo fácil que hubiera sido indicarle, por ejemplo: está en la Via Apia, nº 25.