Me quedo “ojiplático” cuando leo que la vida de los humanos va a
cambiar en los próximos años merced a la combinación y confluencia de
diferentes tecnologías: la robótica, la nanotecnología, la neurociencia, la
computación cuántica ubicua, la robótica, etc, etc.
Lo de “ojiplatico” va por los nombres de las nuevas tecnologías,
no por los cambios que se avecinan que, a mi edad pocos me quedan por ver,
aunque algunos veré y ojalá sean muchos.
Confieso mi incultura científica y de paso hago mío aquello de
Sócrates: Solo existe un bien: el conocimiento. Solo hay un mal: la ignorancia.
El
presidente de CNAE se queja a la DGT de que esta no le mantenga informado sobre el desarrollo del conflicto con los
examinadores, a pesar de que las autoescuelas, junto con algunos miles de ciudadanos,
son los principales perjudicados. Y de paso manifiesta que le parece bien que la DGT negocie con el
Ministerio de Defensa la incorporación de personal de tropa y marinería al
puesto de examinador porque no en vano —
sigue manifestando — ha sido una de las
varias ideas que la Confederación que preside trasladó hace algún tiempo a la
DGT. En la Central Sindical Independiente y
de Funcionarios (CSIF) tildan esta solución de
“despropósito”.
Distraerse
en juzgar si este cambio gusta o no a los dirigentes de CNAE les sirve de poco
a las autoescuelas. El cambio, o los cambios, si así lo ha decidido la DGT, es
decir el Gobierno, tarde o temprano se harán. Y esto será bueno o malo según se
preparen para ello las autoescuelas, sin distracciones, sin cosas puntuales,
sin “tiquimiquis”. Las propias autoescuelas deben intentar conducir el cambio, no que se lo haga la DGT,
ni los cuatro dirigentes de toda la vida de CNAE. Llevan muchos años al frente
del colectivo y estos son los resultados: autoescuelas descapitalizadas,
arruinadas y en vías de desaparición.
Si
los cimientos de tu casa se hunden, es inútil que cambies las tejas. Enfocar
los problemas de las autoescuelas en si hacen falta más o menos examinadores,
si estos han de salir de la Escala Técnica, o del personal de tropa o marinería,
o si ha de haber cupo o no para examinar sería un nuevo desperdicio frustrante.
Enfocarse en competir dentro del modelo vigente
de autoescuela es una pérdida de tiempo.
La
salida de las autoescuelas está en mirar bastantes pasos más adelante, con
amplia prospectiva. La gente joven que trabaja en ellas y los que puedan estar
por llegar deben prepararse y trabajar, no en modelos rígidos y caducos, sino
en competencias esenciales, creativas y flexibles y acordes con el futuro que les
llega. Deben estar preparados para ese nuevo paradigma tecnológico que se le
viene encima. Nuevas tecnologías, coches autónomos o cuasi autónomos
(Toyota anuncia que no hará coches 100%
autónomos), nuevas competencias, nuevos aprendizajes, nuevos retos.
Muchos
de los augurios de los “gurús” nunca se han llegado a materializar, o al menos
del todo. Para el año 2000 se profetizaban coches voladores, pero la realidad
ha sido distinta, siguen rodando sobre el asfalto y a los centros de cualquier
ciudad regresan las bicicletas.
¿Dónde
estarán las autoescuelas, los profesores de formación vial y los examinadores en la segunda mitad del siglo XXI?
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