La palabra “chauffeurs” se popularizó en
Francia mucho antes de que aparecieran los primeros automóviles. ¿Extraño,
verdad?
Fue allá por los últimos años del siglo
XVIII y primeros del XIX. En alguna regiones del centro y del mediodía del país
vecino, aparecieron unos bandidos que
sembraban el terror entre la población rural. Los franceses les llamaban “chauffeurs”
por su “modus operandi”.
Aquellos
“chauffeurs”, vestidos con trajes un tanto estrafalarios, ennegrecido el rostro
con hollín y cubierto con una especie de antifaz, asaltaban granjas y posesiones
solitarias. Eran
unos terribles y temidos malhechores. Reducían a sus
indefensos moradores y les exigían la entrega del dinero y cuantos objetos de
valor guardaran en sus casas. Si las victimas no confesaban el escondite donde
guardaban su dinero y objetos codiciados por los amigos de lo ajeno, los bandidos,
en una hoguera que encendían o en el
fuego de la propia chimenea de la casa o en los braseros de la época, les quemaban
los pies hasta conseguir que estos indefensos ciudadanos declarasen cuanto querían
saber aquellos forajidos.
En la ilustración publicada en el periódico
francés “La Petit Journal” podemos observar
los métodos utilizados por estos delincuentes con sus victimas. Aquellos procedimientos perduraron hasta
principios del siglo XX.
Los últimos asesinos conocidos como los chauffeurs de la Drôme, después de un juicio
oral en Valence (Francia) fueron condenados y sentenciados a muerte. Algunos periódicos
españoles de la época se hicieron eco de la captura, juicio y condena de los
últimos bandidos “chauffeurs”.
Los otros chauffeurs, los buenos.
Pero veamos como se pudo llegar a utilizar el término “chauffeur”
para denominar al conductor de un automóvil.
ºEn francés calentar es chauffer y calentador de
agua chauffer-eau. El conductor (el chauffer) que
dirigía las viejas locomotoras y que subsistieron hasta comienzos del siglo XX era la persona que avivaba el fuego y mantenía la temperatura del agua (chauffer-eau) en la medida
de las necesidades de calor de la máquina. Curiosamente, llamaban automóvil a las maquinas de vapor que circulaban sobre railes.
El primer vehículo capaz de trasladarse
por su propia energía no fue propiamente el automóvil que conocemos hoy, sino
un triciclo impulsado por una caldera de vapor. Su inventor fue Nicolas-Joseph Cugnot (1769). Hay quien lo
considera el “padre del primer automóvil”. Su viaje duró solamente 15 minutos;
después se estrelló contra una pared. Se podría considerar ésta colisión como
el primer accidente del automovilismo.
El gran invento, el automóvil, circuló por Francia antes que por España. Al
no existir en el país vecino una palabra para designar al sujeto que conducía
aquel extraño vehículo sin caballos de sangre, se adopta el nombre del trabajador
que cumplía tal función en la locomotora, que era, como hemos visto, el único
vehículo ‘automóvil’ para pasajeros existente hasta aquel momento. Como la cultura
francesa contaba por entonces con gran prestigio en España, chauffeur fue
rápidamente adquirido por el castellano y adaptado más tarde por la Real Academia
Española a chofer o chófer. Fue lógico que se impusiera el término “chauffeur”.
El uso de
estos vehículos en España, a principios del siglo XX,
quedaba reservado para los agraciados por la diosa fortuna porque muy pocos
podían pagar el precio de aquellos
artefactos. Los pocos que existían fueron traídos de Francia. En ocasiones se traían hasta el conductor. No sólo la palabra “chauffeur”, sino otras como “panne”, “demarrar”, “car”,
“garage” se popularizaron rápidamente, y se incrustaron con fuerza en el
vocabulario de los españoles i ncluso en los que no podían tener un automóvil pero eran grandes aficionados al mismo
Según el diccionario de
la Real Academia de la Lengua, se le asigna el nombre de chofer o chófer a la persona que, por oficio, conduce un automóvil.
También se admite choferesa, mujer
que, por oficio, conduce un automóvil.
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