jueves, 9 de noviembre de 2017

LAS SEÑALES DE TRÁFICO

Origen y evolución. Un breve recorrido por su historia

Las primeras señales de tráfico las encontramos en los territorios del Imperio Romano. Eran los miliarios o piedras militares. Solían tener forma cilíndrica, raras veces oval. Se colocaban al borde de las calzadas romanas para señalar, cada mil pasos, una milla romana, equivalente a 1.480 metros. En ellos se solía tallar el nombre completo del emperador, la distancia hasta Roma u otra ciudad importante de la vía, así como datos del gobernador o la unidad militar responsable de las obras de la calzada romana en cuestión. La señalización de su red viaria fue una de las claves para la expansión del imperio.


Aquellas primitivas señales romanas tenían la misma o parecida finalidad que los ya casi olvidados postes kilométricos que jalonaban nuestras carreteras. Hoy ya son reliquias del pasado, al igual que los miliarios.


Un  gurú de la seguridad vial de nuestro país viene afirmando que en Roma ya existió una señal parecida  a nuestro STOP y que era representada por el dios Hermes con el brazo en alto. Sin embargo Eric Poehler, arqueólogo del tráfico, sostiene que no hay restos arqueológicos que permitan suponer que en Roma hubiera tal señal. Sin embargo todos coinciden en señalar el origen de las señales de tráfico en la antigua Roma.

En el siglo XIX, las bicicletas se convierten en un popular medio de transporte. A medida que aumenta el tráfico rodado, las organizaciones de ciclismo y las autoridades locales empiezan a colocar señales de tráfico con calaveras y tibias cruzadas para advertir a los ciclistas de las pendientes resbaladizas u otras situaciones de peligro. En 1895, el Touring Club Italiano inicia una campaña para mejorar las señales de tráfico en Europa.


En 1899, el Departamento de Transporte de EEUU se reúne en Nueva York para formar un club de coches, y una de sus prioridades era publicar y mantener las señales en las carreteras principales para orientar  a los automovilistas a destinos concretos


Los orígenes de la legislación vial internacional se remontan a la primera década del siglo XX, más concretamente a la Convención internacional sobre circulación de vehículos a motor, concluida en París el 11 de octubre de 1909.

Representantes de varios países de Europa, entre ellos  Alemania, Italia, Bélgica, Bulgaria, Rumanía e  Italia se reunieron en Paris y suscribieron  un Convenio sobre la circulación de vehículos a motor. En aquella  Convención ya se abordaban, en lo esencial, los problemas relacionados con la fabricación de automóviles, la admisión al tráfico internacional y la señalización. Es aquí y entonces donde los nueve gobiernos  europeos que asistieron establecen los patrones primigenios de las actuales señales y sus símbolos pictóricos.

En este  Convenio, en su artículo 8º, se obligan los países  convenidos, entre los cuales figura España, a que señalen en sus respectivas carreteras los peligros que se ofrezcan a la circulación de automóviles, a cuyo efecto se adoptó un modelo uniforme de señales, que figuran en el anejo D del susodicho Convenio para indicar con las mismas la proximidad de pendientes, curvas, pasos á nivel y cruces de caminos.

Sería el Real Automóvil Club de España la entidad encargada de la colocación de aquellas primeras señales en las carreteras pertenecientes al Estado de acuerdo con la Jefaturas de Obras Publicas de las provincias que serían las encargadas de fijar los lugares en los que se colocarían  las señales.


La expansión de la circulación de automóviles condujo a la conclusión en París, el 24 de abril de 1926, de dos nuevas convenciones mediante las que se pretendía enmendar y ampliar la Convención de 1909: la Convención internacional relativa a la circulación de vehículos automotores y la Convención internacional relativa a la circulación por carretera. Como base para la elaboración de esas convenciones se utilizaron varios textos, especialmente el proyecto preparado por el Comité especial de estudio de la circulación por carretera de la Liga de las Naciones, un proyecto preparado por el Gobierno de Francia y un proyecto preparado por el
Gobierno de Suecia en el que se contemplaba principalmente la normalización de algunas señales de advertencia de peligro.

En su artículo 9º se establecer que cada uno de los Estados contratantes se compromete a vigilar para que en la medida de su autoridad y a lo largo de los caminos no se coloquen para señalar los pasos peligrosos otros signos que los que figuran en el anejo F del presente Convenio.

En la Convención de 1926 no se abordó de forma exhaustiva la cuestión de la señalización. Para cubrir esa laguna, el 30 de marzo de 1931 se concluyó en Ginebra la

Convención sobre la unificación del sistema de señales en las carreteras.

Este Convenio citado, sobre unificación del sistema de señales, celebrado bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones, se firmó en Ginebra el 30 de marzo de 1931, y logró uniformar la señalización y añadir una serie de señales reguladoras e informativas, normalizándose también los colores de las mismas. Por ejemplo, el color rojo era determinante de las señales de prohibición, pero no en las de peligro, que debían tener algún símbolo. Se fijaron 26 tipos de señales.

Este sistema básico fue generalmente aceptado por la mayoría de las naciones europeas, y fue aprobado por España por Ley de 28 de marzo de 1933, siendo una posterior Instrucción de Carreteras la que concretó los modelos de las señales y las normas para su correspondiente colocación.






En 1948, observando que las Convenciones de 1926 y 1931 habían quedado obsoletas, el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, en su resolución 147 B (VII), de 28 de agosto, pidió que se convocara en Ginebra una Conferencia de las Naciones Unidas sobre Transporte por Carretera y Transporte por Vehículos Automotores. Esa Conferencia basó sus trabajos en un proyecto de convención preparado por el Comité de Transportes Continentales de la
Comisión Económica para Europa de las Naciones Unidas y en la Convención Interamericana de 1943 sobre la reglamentación del tráfico automotor. Los trabajos de la Conferencia dieron como resultado la conclusión en 1949 de una Convención sobre la Circulación por Carretera y un Protocolo relativo a las señales de carreteras.

Pasaron casi sesenta años cuando en 1968 se firma en Viena, en concreto el 8 de noviembre, la Convención sobre la Señalización Vial. Fue un hito en la señalización vial. Estableció un catálogo de 146 signos.


jueves, 2 de noviembre de 2017

AQUELLOS EXÁMENES DE CONDUCIR Y EL COCHE DE LAS VIUDAS

Hace algunos días, ojeando un periódico de Mallorca, “Ultima Hora” (edición de papel) en la barra de un café reparé en un artículo con el siguiente título: “Aprender a conducir”.  Como llevaba prisa, leí el artículo por encima mientras tomaba mi café y al finalizar le hice una foto al coche que realizaba la maniobra de aparcamiento en el examen de conducir, un Renault Dauphine. 

Mi primer coche,  de cuarta o quinta mano porque mi poder adquisitivo no daba para mucho,  fue otro Renault Dauphine. 




La foto siguiente podría ser de cualquier ciudad de España donde examinaran para el permiso de conducir, pero esta está hecha en Palma, en la calle Manos, llamada así en aquella época. Hoy es el  carrer Batle Emili Darder y , como muy bien saben los  palmesanos,  va desde el carrer de La Balanguera hasta el de Industria. En un tramo de esa calle se examinaron muchos mallorquines para el permiso de conducir.




El coche utilizado para el examen en esta ocasión, como pueden comprobar, es un Renault Dauphine matriculado en Palma de Mallorca en el año 1961. Alguien dijo de este modelo que era la cenicienta de Renault. Su motor y su transmisión se alojaban en la parte trasera. Con una suspensión que basculaba en exceso y le hacía apoyar mal cuando su conductor entraba a velocidad excesiva en una curva cerrada o frenaba de forma brusca en calzadas mojadas.

Las características de la suspensión  y el desfavorable reparto de pesos no ayudaban a su estabilidad a la hora de abordar una curva, sobre todo si era de radio corto. Eran muchos los propietarios de  un  Dauphine que trataban de mejorar el reparto de pesos colocando un saco de cemento en el maletero, situado en la parte delantera del vehículo.

El coche, dadas sus características de construcción, tenía un comportamiento sobrevirador en las curvas, comportamiento muy difícil de corregir. Si a esto le añadimos las malas carreteras de la época y la escasa preparación de los conductores hacía que los accidentes con este coche fueran muchos y muy graves. Pronto fue conocido como “el coche de las viudas”. Yo tuve un Dauphine. Con él recorrí muchos kilómetros por aquellas malas carreteras y aquí sigo. Una leyenda urbana como cualquier otra. No era un coche peligroso, eran unos conductores poco conscientes de sus limitaciones y las del coche que manejaban.

Pero volvamos al artículo que nos ocupa. Aunque los más jóvenes no lo crean, hubo un tiempo en el que los examinadores eran conocidos por su nombre y apellidos. No en ciudades como Madrid o Barcelona, pero sí en Palma de Mallorca o Jaén, por ejemplo.

Los aspirantes llegaban a conocer hasta las particulares exigencias de cada uno de aquellos examinadores que en  Palma de Mallorca seguramente no pasarían de tres o cuatro habida cuenta que en el 2017, transcurrido cerca de medio siglo,  Baleares cuenta con 14 examinadores.

El autor del artículo, Joan Martorell, venía a decir que aquellos exámenes de conducir eran como aquella “mili”, ya desaparecida  después de muchos años de vigencia. Ambos acontecimientos constituían una fuente inagotable de anécdotas y batallitas. Era difícil encontrar un varón que no contara en más de una ocasión  cómo le fue en la mili y en el examen de conducir. Ya se decía por entonces aquello de “he aprobado” o “me han suspendido”.

Si cada uno cuenta de la feria según le fue en ella, el examinando  cuenta del examen de conducir y del examinador con arreglo al resultado obtenido.

Escuchemos lo que decían los que regresaban de aquella “feria” que la Delegación de Industria primero y posteriormente la DGT tenían montada en algún lugar de la geografía española:

  ¡No hay derecho! ¡Si lo que quieren es cargarse a uno, más vale que te lo digan antes y te evitan estar aquí toda la mañana esperando! ¡Mira que suspenderme a mi!
  Se te ha “calado” el motor hasta cinco veces — le contesta el que le acompaña.
  Es que el coche no va bien de encendido. Además que para aparcar y salir del aparcamiento se me cale cinco veces no es para que me suspenda…
  Ya…con lo que tú sabes…— volvió a responder irónicamente  su compañero mientras se alejaban del lugar del examen.

Al poco rato sale un Dauphine de la zona de examen y es recibido por su profesor.
  ¿Por qué me han suspendido? —le pregunta mientras baja del coche.
   Por el segundo árbol…
  ¿Qué le ha pasado al árbol?
  Mira, le has hecho una abolladura al parachoques con el árbol — le dice mientras le indica el desperfecto.
  ¡Sólo por eso me suspenden…!
  Y por muy poco no has atropellado al examinador cuando te hacia indicaciones de que salieras del aparcamiento…
  ¡Bueno! ¿Y eso no le puede pasar a cualquiera?
  ¡Así son las cosas…! — le contestó el profesor mientras arrancaba el coche y se alejaba en busca otro aspiranque pudiera ser examinado.
Por fin sale uno que baja del coche con cara de satisfacción. Este ha aprobado. Se expresa con aire de suficiencia cuando uno que aguarda su turno le pregunta:
  ¿Qué, cómo te ha ido?
  ¡Bien! ¡Muy bien! Es facilísimo. Solo tienes que estar tranquilo, hacer unas maniobras facilísimas y ya está.
  ¿Qué tal el examinador?
  Magnifico. Muy exigente, pero un tío simpático.
Uno del grupo que se ha formado en torno a él tiene que disimular la risa que le causa este fitipaldi al que ha visto sudar tinta mientras realizaba el aparcamiento y el cambio de sentido, las dos únicas maniobra que realizaban aquel día.

¡Qué largo camino se ha recorrido desde aquellos exámenes a estos de 2017!... ¿O quizá no? 

viernes, 13 de octubre de 2017

DE EXÁMENES Y EXAMINADORES

(III)

Pérdida de examinadores y carga de trabajo de cada evaluador

Cerca de doscientos examinadores de tráfico menos que en el 2009


La DGT pierde casi el 20% de los examinadores que tenía en el 2009. Este fenómenos, como no puede ser de otra manera, viene repercutiendo de forma negativa en el funcionamiento de las autoescuelas y de los ciudadanos. Y mientras tanto, ¿qué han hecho los responsables de la DGT? 




La plantilla de los examinadores de tráfico estaba formada en diciembre de 2009 por 927 personas, que nueve años después ha caído hasta los 745. En estos años, la mayor caída de la plantilla se produjo entre 2012 y 2013, cuando se perdieron 59 puestos de examinador, según datos oficiales de la DGT.

El  colectivo ha ido perdiendo efectivos progresivamente, lo que ha supuesto un aumentado la carga de trabajo de los examinadores. Los de las provincias cercanas a grandes ciudades llegan a realizar hasta cuatro veces más exámenes que los de las otras.

“Un técnico destinado en la provincia de Toledo es el que más pruebas de circulación efectúa al año, 2.020, seguido de uno destinado en Ciudad Real, que de media realiza 1.891. En la vecina Comunidad de Madrid, en cambio, la media de exámenes por examinador fue de 1.747, un 15% menor a Toledo. Un caso similar ocurre en el entorno de Barcelona: Lleida, con 1.818 exámenes por examinador, y Girona, con 1.812, también superan la media de la provincia barcelonesa, donde de media cada funcionario efectúa 1.669 pruebas al año”.

“En el extremo contrario, la provincia de Soria soporta una carga de trabajo unas cuatro veces inferior a la de Toledo, con solo 550 pruebas de circulación por examinador. Palencia (794), Ceuta (802) y Pontevedra (940) arrojan los siguientes ratios más bajos. Se da la circunstancia de que un territorio alejado de las grandes ciudades, como La Rioja, presenta uno de las cargas más altas en el conjunto del país: 1.864 pruebas por profesional”.



Provincias como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Alicante son las provincias con más habitantes y las que más examinadores tienen. La proporción de la carga de exámenes difiere también entre ellas. En Barcelona se realizó una media de pruebas de circulación por examinador de 1.669; en Madrid de 1.747; en Valencia de 1575: en Alicante de 1521 y en Sevilla de 1072.

En el gráfico siguiente pueden ver la proporción de la carga de exámenes de circulación que ha soportado cada examinador durante el año 2016 en función de la provincia donde haya prestado su servicio.

Para el cálculo se han utilizado una media del número de examinadores asignados a cada destino a lo largo de 2016, que es variable mes a mes por bajas médicas, liberaciones sindicales y cambios puntuales en el servicio.

Fuente: El País

martes, 26 de septiembre de 2017

DE EXAMINADORES Y EXÁMENES DE TRÁFICO


(Continuación)
(II)
Reflexiones para acercar los exámenes a la autoescuela






Por otra parte, y dejando al margen cuestiones anteriores, suscribo totalmente las siguientes líneas del comunicado de apoyo ATTAC (Assemblea de Treballadors Assalariats d`Autoescoles de Catalunya) a la huelga de examinadores:

(…)Tenemos mucho que reflexionar sobre el actual sistema de formación y evaluación de los permisos de conducir y para ello necesitamos profesionales bien cualificados y bien retribuidos. Obviamente esto también es extensible a los formadores viales. (…)

Y no podemos por menos que estar también de acuerdo en que la formación y evaluación de los aspirantes a conductores no puede seguir como hasta ahora.

Para que vean que mi convicción sobre el particular no es de hace cinco minutos transcribo aquí algunos párrafos de un artículo mío (perdón por citarme) publicado  hace casi tres décadas con el título de “REFLEXIONES PARA APROXIMAR EL EXAMEN DE CONDUCIR A LA AUTOSCUELA”. Del mismo se hizo eco el Butlleti Informatiu del SUTA (Sindicat Unitari de Treballadors d´Autoescoles) del cual lo he rescatado.

Haciendo referencia a los profesores decíamos en 1991:

(…) pero donde no tenemos arte ni parte es en la evaluación final o examen. 

…y después de transcurridos 26 años, los profesores y profesoras, siguen sin tener, en la evaluación, esa participación tan necesaria para una  formación de calidad del aspirante a conductor. El examen queda desgajado del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Hemos de añadir que por aquellos años, los criterios de calificación de las pruebas no estaban publicados por lo que eran desconocidos para los profesores. Que los formadores no conozcan los criterios utilizados para examinar a sus alumnos no deja de ser una situación kafkiana. La DGT, por suerte, rectificó bastantes años después y se hicieron públicos.

Haciendo referencia a la evaluación dijimos:

(…) La evaluación de un sistema instructivo no se refiere sólo al alumno, sino también a los objetivos, propuestos de antemano, al proceso de instrucción y a la actividad del profesor.

(…) no hemos de olvidar que la evaluación mediante un examen final no podemos convertirla en un fin ya que es un medio que permite constantemente saber la funcionalidad del  proceso general de instrucción.

Y haciendo referencia al examen, esto era lo que escribimos:

(…) El examen realizado por las Jefaturas de Tráfico es un elemento más del sistema para la consecución del objetivo final y común que es formar buenos y seguros conductores. A pesar de esta evidencia es un elemento desconectado totalmente, como ya hemos apuntado, del sistema de aprendizaje.

(…) En otras palabras, creemos que la medición aislada que se hace de los exámenes, tanto en teórica como en práctica, no puede ni debería sustituir totalmente al juicio del profesor en la forma en que se ha venido haciendo siempre, debiendo intentar concebir el examen final o medición final  como un medio más para llegar a formar juicios de valor sólidamente constatados. Mientras esto no sea así la actitud que hemos de adoptar consiste en aceptar esos resultados no como un veredicto final, sino como una conjetura que puede ser rechazada o aceptada, hasta que nos lleguen tiempos mejores. 

Los profesores no estamos al corriente de los criterios de calificación que se
utilizan y aun cuando pensamos, en la mayoría de casos, que califican de forma eficaz y consistente, pueden basarse en normas de aplicación distintas.

Unos pueden ser relativamente "blandos"; otros, por el contrario, muy severos en sus valoraciones; todavía un tercer  grupo puede captar pequeñísimas diferencias llegando a ser quisquillosos a la hora de premiar o penalizar aspectos que otros examinadores consideran triviales.

No es de extrañar que todo el proceso instructivo y de aprendizaje se enfoque de acuerdo a superar unas determinadas pruebas y que esto sea desgraciadamente, y muy a pesar de las autoescuelas, el objetivo principal de la enseñanza, aunque no el único.

Es por todo ello que ambos colectivos deberíamos hacer todo lo posible para ensamblar ambas evaluaciones en bien del sistema, del alumno y, en definitiva, de la seguridad vial.




Una vez más he de decir que llevo años fuera de la actividad, pero intento, siempre que me es posible, saber de los avatares de la misma. Es por eso que  tuve conocimiento en su momento  de una ponencia de ASEXTRA en las Jornadas de Seguridad Vial celebradas en Zaragoza en febrero del presente año. Pude comprobar gratamente que la ponente de los examinadores, especialista en pedagogía, coincidía con la postura que yo venía defendiendo desde hacía muchos años.

La ponente, María Carmen Castro, funcionaria de carrera, examinadora y vicepresidenta de ASEXTRA realza el principio pedagógico de que la evaluación forma parte de la formación y destacó el gran papel que juega esta en el sistema,  "la evaluación permite ver qué tipo de nivel tiene el alumno, si ha comprendido y asimilado los requerimientos mínimos para conducir y si está preparado para integrarse en el flujo circulatorio. Es un control de calidad necesario y útil para comprobar si se siguen las directrices de lo que la Administración requiere". 

La mentalidad de la mayoría de aspirantes a conducir cuando se apuntan a la autoescuela, lo hacen con la mentalidad de que lo importante, más que el aprendizaje, es la consecución el ansiado documento. La mayoría de su entorno, incluso el familiar, piensa lo mismo.



Es triste y desmotivador que  los responsables de Tráfico y los de CNAE, con los medio económicos de que disponen, no hayan hecho lo  necesario para cambiar esta mentalidad y poner en valor la formación del conductor, el profesor, el examen de conducir y el examinador.



Por este y otros motivos la evaluación o el examen, (llámenle como quieran) de los futuros conductores se ha convertido, desafortunadamente,  en un fin, el más importante y, en ocasiones,  el único. 




 Y cuando el examen o evaluación deja de ser un instrumento puesto al servicio del proceso enseñanza/aprendizaje, ocurren tres cosas: el proceso se devalúa; se desmerece a las personas encargadas de llevarlo a buen puerto; el sistema genera una dinámica bastante alejada de los verdaderos objetivos de la formación del conductor. Esto es lo que viene pasando durante años. Nadie ha sabido o no ha querido poner remedio.

Pensando en la Seguridad Vial, todo esto es motivo más que suficiente para no zaherir tanto a examinadores y profesores de autoescuela, colectivos, dicho sea de paso,  que deberían haber remado siempre en la misma dirección. Desafortunadamente no ha sido así, aunque siempre hay tiempo para rectificar.

Y como no, dejen también de zaherir a la autoescuela, de maltratarla y de humillarla porque al final hemos de concluir con aquel refrán que decía: “entre todos la mataron y ella sola se murió”.

Casi tenía terminada esta entrada, cuando ha llegado a mis oídos la noticia de  una reunión de trabajo CNAE-DGT. Me cuentan que por parte de la DGT han estado presentes en la misma la Subdirectora General de Formación y Educación Vial y la Subdirectora Adjunta de Conocimiento Vial. Por parte de CNAE han asistido el Presidente y dos de sus vicepresidentes.

Me dicen que han tratado varios puntos, entre ellos: el permiso de la clase A; clases obligatorias entre las sucesivas convocatorias de examen, y la formación continua de los conductores.

Parece que los funcionarios de Tráfico, en este caso funcionarias, han escuchado a los dirigentes de CNAE y les han invitado a que presenten sus propuestas. Esto y nada es lo mismo.

Cuentan que Napoleón les decía a sus generales: “Si quieres solucionar un problema, nombre un responsable; si quieres que el problema perdure, nombra una comisión”. Y nosotros añadiríamos: si quieres acabar una reunión con los dirigentes de CNAE sin comprometerte a nada, invítales  a que te presenten sus propuestas.

Parece ser que la Asociación de Examinadores de Tráfico (ASEXTRA) lleva años proponiendo a la Administración que se impongan clases obligatorias previas al examen, tanto teóricas como prácticas. Así ocurre en muchos países de nuestro entorno. En Alemania, con una tradición automovilística mucho más antigua que la nuestra, es obligatorio asistir, como mínimo, a 14 clases teóricas antes del examen y en cuanto al examen práctico, deben realizar al menos 12 clases, perfectamente regladas en su contenido, con 5 clases en carretera, 4 en autopista y 3 en horas nocturnas. En España, nuestros aspirantes son tan listos que no es obligatoria ni una sola clase, ni de teórica, ni de prácticas. Ni al antes del primer examen, ni entre convocatorias.

Si como parece, en la DGT no han tenido en cuenta las peticiones de sus examinadores, ¿creen que tendrán en cuenta las propuestas de los dirigentes de CNAE?

¿Cuánto tiempo llevan ocupando sus cargos estos representantes que han de hacer las propuestas? Creo no equivocarme si afirmo que, un vicepresidente y el presidente, llevan cinco lustros, sino son seis. ¿Verdad que son años? Y ya ven la situación actual de la mayoría de las autoescuelas que representan.

Parafraseando al sabio de mi abuelo, yo les diría a estos dirigentes: “hombre que tiene canas no cree en solas palabras” y “lo que los ojos no ven, los oídos no lo creen”.

Por lo que he vivido y  por lo que oigo y leo, he tenido y sigo teniendo la sensación de que algunos dirigentes de la DGT y de CNAE han tomado y siguen tomando por idiotas a la gente de las autoescuelas.

¡Se hace necesario remover unos cuantos cargos!



martes, 19 de septiembre de 2017

DE EXAMINADORES Y EXÁMENES DE TRÁFICO

(I)

¿Acaso es intención de la DGT  volver al pasado?
En el BOE del 15 de septiembre  de 2017 se publica una Resolución de la DGT por la que se convocan cursos de formación de examinadores para cubrir puestos de trabajo de examinador. Lo novedoso de esta convocatoria para seguir un proceso de formación que habilite profesionalmente como examinador de Tráfico a los que lo superen es que puede asistir, por vez primera, Personal permanente  de carrera de las FFAA, no necesariamente destinados en la DGT.
La Jefatura Central de Tráfico, como saben, nace en 1959. El nuevo cuerpo institucional necesitó pronto de algunas órdenes ministeriales para atender a su rápido desarrollo y crecimiento.

Debido a que el Jefe de este Organismo tiene categoría de Director General, ahora lo conocemos como Dirección General de Tráfico. Y como los españoles somos algo ahorradores en todo, cada vez que nos referimos a este Organismo lo hacemos con su acrónimo, DGT.


En sus primeros años, la Jefatura Central de Tráfico y las Jefaturas Provinciales acogieron a un buen número de militares en destinos civiles. Algunas Jefaturas Provinciales estuvieron dirigidas por militares de alta graduación.

Cuenta uno que fue alto funcionario de la DGT, que cuando, en su primer destino, se presentó el primer día en el despacho del que sería su Jefe Provincial, éste le dijo:

— Enhorabuena. Acaba usted de ingresar en un Organismo casi perfecto, porque es el que más se parece al Ejército.
Entre los funcionarios de las primeras plantillas de aquel recién creado Organismo había un buen porcentaje de militares y guardiaciviles. La mayoría eran suboficiales retirados o en la reserva, lo que se conocía como militares en destinos civiles. Ocupaban puestos de la escala auxiliar si eran suboficiales y de la escala ejecutiva o jefaturas de negociado si  habían alcanzado el grado de oficial en su anterior carrera militar. Algunos guardiaciviles sin graduación se incluyeron en la escala subalterna.

En días pasados, en plena huelga de examinadores, hemos leído titulares como los siguientes:

-     La DGT estudia reforzar su plantilla de examinadores con militares.

-     Tráfico negocia con el Ministerio de Defensa la incorporación de personal de tropa y marinería al puesto de examinador.

-     Militares mayores de 45 años podrán ser examinadores de tráfico tras un curso de once semanas.

-     La DGT ofrece ampliar la plantilla de examinadores con 100 militares.

Ante la exótica ocurrencia de la DGT de utilizar militares para examinar del permiso de conducir, el PNV,  aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ha propuesto que esta labor la podrían desarrollar miembros de la Ertzaintza, eso sí, después de superar los correspondientes cursos de formación.

Me extraña que desde Catalunya (al menos no me consta) no hayan hecho idéntica propuesta para los  Mossos d'Esquadra y desde Navarra, para la Policía Foral. Sin embargo las siguiente líneas publicadas días pasados han llamado mi atención:

(…) Si pueden controlar los accesos a un aeropuerto, también son capaces de ejercer como examinadores del carnet del conducir. Las autoescuelas catalanas han presentado este jueves una batería de propuestas para hacer frente a la nueva huelga de evaluadores que se les viene encima. Proponen que la Guardia Civil examine a sus alumnos. Pueden hacerlo porque, dicen, "tienen formación en seguridad vial". Y si es menester, que los  militares en la reserva sean aleccionados para realizar las mismas tareas. Ya a más largo plazo, que el Estado traspase las competencias a las autonomías para que cada casa limpie su ropa su ropa sucia.  (www.elperiódico.com (30/08/2017)

Y con fecha 04/09/2017 hemos podido leer el siguiente titular: ¿Y si los examinadores de tráfico fueran Guardias Civiles?

La autora del mismo escribe:

(…) Para las autoescuelas la situación es insostenible y desde Cataluña proponen una solución: convertir a los guardias civiles de tráfico en examinadores.
La medida no les parece descabellada porque "los guardias civiles tienen conocimientos de seguridad vial". También proponen que militares en reserva sean aleccionados para realizar esta tarea. En realidad, esta idea fue anunciada por la DGT antes de verano cuando anunció la convocatoria de un centenar de plazas de las que un 30% serían cubiertas por militares de más de 45 años.




Y a todo esto nos preguntamos: ¿No será que la Jefatura Central de Tráfico, en un ejercicio de regresión, quiere volver al pasado?

El futuro es lo contrario de un regreso al pasado. Toda nuestra vida se alza hacia el futuro. El pasado es pasado, aunque esto no significa que no sea determinante de nuestro presente, y éste, a su vez, de nuestro futuro. Acudir al pasado para justificar el presente, que no nos sirve siempre, será un problema y no una solución, aunque lo malo es la regresión, no el pasado.