Sí, así era en los primeros años de la
segunda década del siglo pasado, especialmente al inicio de los felices años
veinte. Es cierto que por estos años, en
las calles de Madrid, llevar la mano equivale a circular por la izquierda.
El tráfico circulatorio es un caos en el
centro de la ciudad. Los atropellos se suceden a pesar de lo cual los transeúntes siguen andando por
donde les da la gana, y los automóviles, los camiones y las motos continúan su
desenfrenada carrera. Esto — decía la prensa — puede convertirse el día menos
pensado en una lucha de incalculables consecuencias.
Y tenían razón
los de la prensa. Un cronista de “La Correspondencia de España” cuenta en su
periódico en relación al caos circulatorio de aquella época de como el
conductor de un automóvil que marchaba sin moderación por las Cuatro Calles —
hoy La Plaza de Canaletas — y sin seguir la dirección que a los vehículos está
marcada estuvo a punto de aplastar a un transeúnte. Éste dándose cuenta de que
aquel automóvil se le echaba encima apeló al recurso de sacar un revolver y
apuntar al conductor. El recurso fue de una eficacia asombrosa. El conductor,
sorprendido por el comportamiento
inesperado de aquel peatón, detuvo su automóvil de manera inmediata. El
susodicho y amenazado transeúnte pudo seguir su camino y, lo que es más importante, continuar en este
mundo.

Hasta bien entrado el siglo pasado, el
sentido de la circulación por el centro de las ciudades no estaba muy claro
para los conductores de los escasos automóviles que circulaban por la calles.
Su rápido aumento, cada vez mayor en las calles de cualquier ciudad de España,
obligó a las autoridades, aunque no con demasiado éxito, a poner orden en el
tráfico vial.
Este, al menos, fue el objetivo del
Reglamento de 1918 para la circulación de vehículos con motor mecánico por las
vías públicas de España. Su artículo 12 decía:
Los automóviles circularán por las vías públicas, llevando su
mano derecha, excepto en los términos municipales de aquellas ciudades cuyos Ayuntamientos hayan
adoptado disposiciones especiales, debiendo en tales casos establecerse a
distancias convenientes señales indicadoras de los puntos en que se haya de
cambiar de mano.
En las calles de la Villa y Corte se dio
aquella excepción hasta el año 1924.
En los inicios de la
segunda década del siglo XX, el automovilismo seguía creciendo y con él, y en
la misma proporción, el caos circulatorio que tantas molestias ocasionaba a los
madrileños.
Desde el año 1854 a 1921 la población pasa, según datos oficiales, de
206.714 habitantes a 671.175: las matriculas, de 146 en 1907 a 9559 en 1921 y
la circulación rodada experimenta el incremento indicado en el siguiente
gráfico:
AÑOS
|
VEHICULOS
|
1854
|
1859
|
1908
|
1920-1921
|
Carros
|
|
1.250
|
4.138
|
5.080
|
Coches
|
971
|
1.500
|
3.749
|
2.858
|
Automóviles
y motos
|
|
|
715
|
3.923
|
Bicicletas
|
|
|
1.310
|
2.653
|
Tranvías
|
|
|
530
|
477
|
Varios
|
|
|
|
523
|
Totales
|
971
|
2.750
|
10.442
|
15.514
|
FUENTE:
España Automóvil y Aeronáutica, nº 19
Mientras tanto, los
regidores municipales se afanaban, con no mucha fortuna, en establecer normas
nuevas en unos casos y en reforzar otras que venían de antaño con la
intención de mejorar del tráfico vial. Mediante un bando de 18 de enero de 1922
se restringe el paso de carros y camiones por las calles del centro a
determinadas horas; se prohíbe que los peatones marchen por la
calzada de las calles, debiendo hacerlo por las aceras; se prohíbe en todas las
calles de la Villa que los automóviles hagan maniobras de marcha atrás para cambiar
de dirección o entrar en los garages cuando la anchura de la vía no
permita girar por la longitud del motor, en cuyo caso se retrocederá dando la
vuelta a la manzana inmediata; por la calle del Arenal la única dirección será
desde la plaza de Isabel II a la Puerta del Sol; por la del Barquillo, desde la
calle de Fernando VI a la de Alcalá; por la del Marqués de Cubas, desde la de Alcalá
a la Carrera de San Jerónimo. Y así un largo etcétera.

Al poco tiempo la Alcaldía Presidencia hace público un decreto con fecha 4
de marzo de 1922 que entre otras cosas dice:
La Alcaldía Presidencia ha observado los
efectos de su bando, fecha 18 de enero último, relativo a la circulación; y
visto en la práctica cuales pueden ser las dificultades corregidas y las que
aun hayan de corregirse así como habiendo oído a la Unión general de
Conductores de Carruajes y similares de Madrid, ha creído necesario añadir algunas
disposiciones referentes a vías, cuya circulación también es preciso regular y
de las que no se ha tratado en el contenido de dicho bando; pero a los efectos
de no dictar otro nuevo y que pudiera haber confusión respecto a las
disposiciones de ambos, que no son contradictorias, sino complementarias, cree
conveniente dictar las siguientes disposiciones que se darán a conocer por
medio de la Prensa en esta nota de carácter oficial.
Al parecer la idea de este Decreto es aclarar el bando anterior. Si en
el de enero se citaban las calles donde había que aplicar normas — más de cuarenta
—, en éste de Marzo se citan las mismas
y otras tantas más; vamos, aquellos era un galimatías: en la mayoría de casos
que se citan las calles es para indicar el sentido de circulación de la misma o
para indicar que no se podía entrar en
ella. Asunto innecesario de haber colocado la correspondiente señalización.
El susodicho Decreto la disposición sexta la precisa de la siguiente
manera:
Los vehículos de
todas clases marcharan siempre por el
lado izquierdo de las calles, y muy especialmente en las calles en que
la circulación sea en ambos sentidos, y al pararse lo realizaran sobre este
mismo lado, aproximándose en todo lo posible a las aceras. Los vehículos de
tracción animal o de marcha lenta procuraran marchar próximos al encintado de
las aceras, dejando espacio libre para los que se encuentren parados al lado de
ellas, y al contrario para los de marcha más rápida. Los vehículos de tracción
animal al circular por las calles de Alcalá, Sevilla, Carrera de San Jerónimo,
Príncipe, Mayor, Arenal, Peligros y Puerta del Sol lo harán al paso del trote,
exceptuando los carros de transporte.
El problema de la
circulación en las grandes urbes es uno de los más relevantes y de los que más importan para la
seguridad y tranquilidad de sus
habitantes; está bien que la autoridad se ocupe de regular la suya.

Hacia la mitad de la segunda década del siglo pasado la circulación en
Madrid había sufrido una transformación muy notable y compleja y como decía un
periodista del Sol, el público padeció los efectos de aquella corriente civilizadora,
dejándose llevar unas veces y atropellar otras, con un supremo gesto de buen
tono.
La Capital del Reino tiene censados 17.731 vehículos
de todas clases. El vecino que cada día sale de su casa puede encontrarse,
además de los tranvías con muchos de estos vehículos, además de los que venga
de fuera de la capital. Esto puede
explicar las dificultades que encuentra el viandante en su deambular por las calles. Pero tampoco
lo tienen fácil los que guian carruajes, si no tienen la necesaria serenidad y
habilidad, y hay que convenir que muchos no tienen ni una cosa ni la otra.
VEHICULOS CENSADOS EN MADRID (AÑO 1924)
|
Automóviles de lujo
|
3874
|
Taxímetros
|
848
|
Coches de alquiler
|
800
|
Coches de lujo
|
400
|
Coches de casino
|
100
|
Automóviles de
casino
|
98
|
Motocicletas de
alquiler
|
92
|
Motocicletas
particulares
|
303
|
Autobuses de
alquiler
|
24
|
Automóviles de línea
|
44
|
Camiones
|
1407
|
Bicicletas
|
6200
|
Carros
|
3540
|
Otros
|
21
|
Total
|
17751
|
Fuente: El Sol.1924
|
|
En los primeros días de febrero de 1924, el Gobierno Civil publica un bando, en el que se
dispone que ningún vehículo de tracción mecánica circule por las calles de
Madrid a mayor velocidad de veinte kilómetros por hora. Las infracciones serán
castigadas con 1.000 pesetas la primera vez, con 2.500 la segunda, y con la
retirada del permiso y 5.000 pesetas la tercera. De las multas serán
responsables solidaria y mancomunadamente los conductores y los dueños de los
automóviles.
Aunque es cierto que en los últimos años el tráfico
vial había mejorado bastante y ya no hay aquella anarquía de vehículos y peatones que existía
en años anteriores, no es menos cierto que Madrid es la única ciudad importante
de Europa, exceptuando Londres, que viene manteniendo esa incomoda e insegura
norma de circular por la izquierda en sus calles, cuando la mayoría de
fabricantes situaban el volante a la izquierda.
La controvertida norma causaba serios problemas a los
que entraban con sus automóviles en la Ciudad, o salían de ella; al salir del
radio urbano habían de circular por la derecha y dentro de ese radio había de
hacerlo a mano izquierda.
Tener que circular por la derecha en las carreteras y por la izquierda en
las calles implica un cambio complicado
y de difícil adaptación para los choferes. Las distracciones en que pueden
incurrir conllevan un probable peligro cuya erradicación tiene fácil solución:
unificar la norma, obligando a circular siempre por la derecha.
Así las cosas… y el tráfico vial, cuando el Gobernador Civil de Madrid, duque de Tetuán,
con el fin de poner un poco más de orden en la circulación de la Villa, firma un bando que modifica la circulación de
los vehículos. El mandato que se publicó constaba de trece disposiciones; en la
primera se decía:
Desde el 10 de abril próximo venidero todos los vehículos irán
por la derecha de las calzadas, tanto en las calles como en las plazas.
En la noche del día 9
de abril, los numerosos viandantes que transitaban
por la Puerta del Sol se vieron sorprendidos por un inusual, ruidoso y gratuito
espectáculo. Minutos antes de las doce comenzaron a llegar y a estacionarse en
la amplia plaza y en un gran tramo de la calle de Alcalá un considerable número
de automóviles de alquiler. Algunos cronistas calcularon que serían, al menos,
doscientos vehículos.
En el mismo momento de sonar las doce en el reloj de Gobernación, los
conductores hicieron sonar al unísono
las bocinas, de sus automóviles produciendo un ruido ensordecedor, y de cuatro
en fondo dieron varias vueltas a la plaza.
Los peatones se detuvieron a contemplar el espectáculo;
el público de los cafés desalojó éstos y se situó en las aceras, y los
vecinos de las viviendas de la Puerta del Sol, alarmados primero y regocijados
después, se asomaron a los balcones.
La serenata duró unos quince minutos, y a continuación los choferes de se
pusieron a circular por la calle de Alcalá llevando ya la derecha, en virtud de
lo dispuesto en el bando que acababa de entrar en vigor.